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SEMANA 27- EJERCICIOS 183 AL 189

Imagen Curso de Milagros

Un Curso de Milagros- Ejercicios

Fundación para la Paz Interior
Traducido por Rosa M. G. De Wynn y Fernando Gómez

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SEMANA 27 – EJERCICIOS DEL 183 AL 189

Primera parte


LECCIÓN 183
Invoco el Nombre de Dios y el mío propio.
1. El Nombre de Dios es sagrado, pero no es más sagrado que el tuyo. 2Invocar Su Nombre es invocar el tuyo. 3Un padre le da su nombre a su hijo y, de este modo, identifica a su hijo con él. 4Sus hermanos comparten su nombre y, así, están unidos por un vínculo en el que encuentran su identidad. 5El Nombre de tu Padre te recuerda quién eres incluso en un mundo que no lo sabe, e incluso cuando tú mismo no lo has recordado.
2. El Nombre de Dios no puede ser oído sin que suscite una res­puesta, ni pronunciado sin que produzca un eco en la mente que te exhorta a recordar. 2Di Su Nombre, y estarás invitando a los ángeles a que rodeen el lugar en el que te encuentras, a cantarte según despliegan sus alas para mantenerte a salvo y a protegerte de cualquier pensamiento mundano que quisiera mancillar tu santidad.
3. Repite el Nombre de Dios, y el mundo entero responderá aban­donando las ilusiones. 2Todo sueño que el mundo tenga en gran estima de repente desaparecerá, y allí donde parecía encontrarse hallarás una estrella, un milagro de gracia. 3Los enfermos se levantarán, curados ya de sus pensamientos enfermizos. 4Los cie­gos podrán ver y los sordos oír. 5Los afligidos abandonarán su duelo, y sus lágrimas de dolor se secarán cuando la risa de felici­dad venga a bendecir al mundo.
4. Repite el Nombre de Dios y todo nombre nimio deja de tener significado. 2Ante el Nombre de Dios, toda tentación se vuelve algo indeseable y sin nombre. 3Repite Su Nombre, y verás cuán fácilmente te olvidas de los nombres de todos los dioses que hon­rabas. 4Pues habrán perdido el nombre de dios que les otorgabas. 5Se volverán anónimos y dejarán de ser importantes para ti, si bien, antes de que dejases que el Nombre de Dios reemplazase a sus nimios nombres, te postrabas reverente ante ellos llamándo­los dioses.
5. Repite el Nombre de Dios e invoca a tu Ser, Cuyo Nombre es el Suyo. 2Repite Su Nombre, y todas las cosas insignificantes y sin nombre de la tierra se ven en su correcta perspectiva. 3Aquellos que invocan el Nombre de Dios no pueden confundir lo que no tiene nombre con el Nombre, el pecado con la gracia, ni los cuer­pos con el santo Hijo de Dios. 4Y si te unes a un hermano mien­tras te sientas con él en silencio y repites dentro de tu mente quieta el Nombre de Dios junto con él, habrás edificado ahí un altar que se eleva hasta Dios Mismo y hasta Su Hijo.
6. Practica sólo esto hoy: repite el Nombre de Dios lentamente una y otra vez. 2Relega al olvido cualquier otro nombre que no sea el Suyo. 3No oigas nada más. 4Deja que todos tus pensamientos se anclen en Esto. 5No usaremos ninguna otra palabra, excepto al principio, cuando repetimos la idea de hoy una sola vez. 6Y enton­ces el Nombre de Dios se convierte en nuestro único pensamiento, nuestra única palabra, lo único que ocupa nuestras mentes, nues­tro único deseo, el único sonido que tiene significado y el único Nombre de todo lo que deseamos ver y de todo lo que queremos considerar nuestro.
7. De esta manera extendemos una invitación que jamás puede ser rechazada. 2Y Dios vendrá, y Él Mismo responderá a ella. 3No pienses que Él oye las vanas oraciones de aquellos que lo invocan con nombres de ídolos que el mundo tiene en gran estima. 4De esa manera nunca podrán llegar a Él. 5Dios no puede oír peticio­nes que le pidan que no sea Él Mismo o que Su Hijo reciba otro nombre que no sea el Suyo.
8. Repite el Nombre de Dios, y lo estarás reconociendo como el único Creador de la realidad. 2Y estarás reconociendo asimismo que Su Hijo es parte de Él y que crea en Su Nombre. 3Siéntate en silencio y deja que Su Nombre se convierta en la idea todo ­abarcadora que absorbe tu mente por completo. 4Acalla todo pen­samiento excepto éste. 5Deja que ésta sea la respuesta para cual­quier otro pensamiento, y observa cómo el Nombre de Dios reemplaza a los miles de nombres que diste a todos tus pensa­mientos, sin darte cuenta de que sólo hay un Nombre para todo lo que existe y jamás existirá.
9. Hoy puedes alcanzar un estado en el que experimentarás el don de la gracia. 2Puedes escaparte de todas las ataduras del mundo, y ofrecerle a éste la misma liberación que tú has encontrado. 3Pue­des recordar lo que el mundo olvidó y ofrecerle lo que tú has recordado. 4Puedes también aceptar el papel que te corresponde desempeñar en su salvación, así como en la tuya propia. 5Y ambas se pueden lograr perfectamente.
10. Recurre al Nombre de Dios para tu liberación y se te conce­derá. 2No se necesita más oración que ésta, pues encierra dentro de sí a todas las demás. 3Las palabras son irrelevantes y las peticiones innecesarias cuando el Hijo de Dios invoca el Nombre de su Padre. 4Los Pensamientos de su Padre se vuelven los suyos propios. 5El Hijo de Dios reivindica su derecho a todo lo que su Padre le dio, le está dando todavía y le dará eternamente. 6Lo invoca para dejar que todas las cosas que creyó haber hecho que­den sin nombre ahora, y en su lugar el santo Nombre de Dios se convierta en el juicio que él tiene de la intranscendencia de todas ellas.
11. Todo lo insignificante se acalla. 2Los pequeños sonidos ahora son inaudibles. 3Todas las cosas vanas de la tierra han desapare­cido. 4El universo consiste únicamente en el Hijo de Dios, que invoca a su Padre. 5Y la Voz de su Padre responde en el santo Nombre de su Padre. 6La paz eterna se encuentra en esta eterna y serena relación, en la que la comunicación transciende con creces todas las palabras, y, sin embargo, supera en profundidad y altura todo aquello que las palabras jamás pudiesen comunicar. 7Quere­mos experimentar hoy esta paz en el Nombre de nuestro Padre. 8Y en Su Nombre se nos concederá.


LECCIÓN 184
El Nombre de Dios es mi herencia.
1. Vives a base de símbolos. 2Has inventado nombres para todas las cosas que ves. 3Cada una de ellas se ha convertido en una enti­dad aparte, identificada por su propio nombre. 4De esta manera la segregas de la unidad. 5De esta manera designas sus atributos especiales y la distingues de otras cosas al hacer hincapié en el espacio que la rodea. 6Éste es el espacio que interpones entre todas las cosas a las que has dado un nombre diferente; entre todos los acontecimientos desde el punto de vista del tiempo y del lugar en que ocurrieron, así como entre todos los cuerpos que se saludan con un nombre.
2. Este espacio, al que ves como lo que separa unas cosas de otras, es el medio a través del cual tiene lugar la percepción del mundo. 2Ves algo allí donde no hay nada y, asimismo, no ves nada donde hay unidad; ves un espacio entre todas las cosas, así como entre todas las cosas y tú. 3De esa manera, crees haber «creado» vida en la separación. 4Y debido a esta división crees ser una unidad que opera con una voluntad independiente.
3. ¿Qué son todos esos nombres mediante los cuales el mundo se convierte en una serie de acontecimientos independientes, de cosas desunidas y de cuerpos que se mantienen aparte y que contienen fragmentos de mente como si de conciencias separadas se tratase? 2Tú les diste esos nombres, dando lugar a la percepción tal como querías que fuese. 3A las cosas sin nombre se les dio nombre y de esta manera se les dio también realidad. 4Pues a lo que se le da un nombre se le da significado y, de este modo, se considera significativo: una causa que produce efectos reales, con consecuencias inherentes a sí misma.
4. Así es como se construye la realidad a base de una visión par­cial, la cual se contrapone deliberadamente a lo que de hecho es la verdad. 2Su enemigo es la unidad. 3Concibe cosas sin importancia y las contempla. 4Y la ausencia de espacio, así como la sensación de unidad o la visión que ve de manera distinta, se convierten en las amenazas que debe superar, combatir y negar.
5. Esta otra visión, no obstante, sigue siendo aún la dirección natural para que la mente canalice su percepción. 2Es difícil ense­ñarle a la mente miles de nombres extraños, y luego mil más. 3No obstante, crees que eso es lo que significa aprender y que es el objetivo principal por medio del cual se puede entablar comunica­ción y compartir conceptos de manera que tengan sentido.
6. Ésta es la suma total de la herencia que el mundo dispensa. 2Y todo aquel que aprende a pensar que ello es cierto, acepta los signos y los símbolos que afirman que el mundo es real. 3Eso es lo que propugnan. 4No dan lugar a que se dude de que lo que tiene nombre no esté ahí. 5Se puede ver, tal como es de esperar. 6Lo que niega que ello es verdad es lo que es una ilusión, pues lo que tiene nombre es la realidad suprema. 7Cuestionarlo es una locura, pero aceptar su presencia es prueba de cordura.
7. Tal es la enseñanza del mundo. 2No obstante, es una fase de aprendizaje por la que todo el que viene aquí tiene que pasar. 3Mas cuanto antes se perciba su base, lo cuestionable de sus pre­misas y cuán dudosos son sus resultados, más pronto se pondrá en duda sus efectos. 4El aprendizaje que se limita. a lo que el mundo enseña se queda corto en lo que respecta al significado. 5Debidamente empleado, puede servir como punto de partida desde donde se puede comenzar otro tipo de aprendizaje, adquirir una nueva percepción, y desde donde se pueden erradicar todos los nombres arbitrarios que el mundo confiere al ser pues­tos en duda.
8. No creas que fuiste tú quien hizo el mundo. 2¡Las ilusiones, sí! 3Mas lo que es cierto en la tierra y en el Cielo está más allá de tu capacidad de nombrar. 4Cuando llamas a un hermano es a su cuerpo a lo que te diriges. 5Su verdadera Identidad queda oculta debido a lo que crees que él es realmente. 6Su cuerpo responde al nombre con que lo llamas, pues su mente ha consentido en acep­tar ese nombre que le das como su nombre. 7Y de esta manera, su unidad queda doblemente negada, pues tú lo percibes como algo separado de ti, y él acepta como propio ese nombre separado.
9. Sería en verdad extraño si se te pidiese que fueses más allá de todos los símbolos del mundo y los olvidaras para siempre, y, al mismo tiempo, se te pidiera asumir una función docente. 2Toda­vía tienes necesidad de usar los símbolos del mundo. 3Mas no te dejes engañar por ellos. 4No representan nada en absoluto, y éste será el pensamiento que en tus prácticas te liberará de ellos. 5Los símbolos no son sino medios a través de los cuales puedes comu­nicarte de manera que el mundo te pueda entender, pero recono­ces que no son la unidad en la que puede hallarse la verdadera comunicación.
10. Así pues, lo que necesitas cada día son intervalos en los que las enseñanzas del mundo se convierten en una fase transitoria: una prisión desde la que puedes salir a la luz del sol y olvidarte de la oscuridad. 2Ahí entiendes la Palabra, el Nombre que Dios te ha dado; la única Identidad que comparten todas las cosas; el reco­nocimiento de lo que es verdad. 3Y luego vuelves a la oscuridad, no porque creas que es real, sino sólo para proclamar su irreali­dad usando términos que aún tienen sentido en el mundo regido por la oscuridad.
11. Usa todos los nombres y símbolos nimios que caracterizan el mundo de la oscuridad. 2Mas no los aceptes como tu realidad. 3El Espíritu Santo se vale de todos ellos, pero no se olvida de que la creación tiene un solo Nombre, un solo Significado y una sola Fuente que une a todas las cosas dentro de Sí Misma. 4Usa todos los nombres que el mundo da a esas cosas, pero sólo por conve­niencia, mas no te olvides de que comparten el Nombre de Dios junto contigo.
12. Dios no tiene nombre. 2Sin embargo, Su Nombre se convierte en la lección final de que todas las cosas son una ay con esta lección finaliza todo aprendizaje. 3Todos los nombres se unifican, todo espacio queda lleno con el reflejo de la verdad. 4Toda brecha se cierra y la separación se subsana. 5El Nombre de Dios es la herencia que Él les dio a los que eligieron que las enseñanzas del mundo ocupasen el lugar del Cielo. 6Lo que nos proponemos en nuestras prácticas es dejar que nuestras mentes acepten lo que Dios ha dado como respuesta a la mísera herencia que tú fabri­caste como justo tributo para el Hijo que Él ama.
13. Nadie que busque el significado del Nombre de Dios puede fracasar. 2La experiencia es necesaria como complemento de la Palabra. 3Pero primero tienes que aceptar que Su Nombre abarca toda la realidad y reconocer que los innumerables nombres que diste a todos sus aspectos han distorsionado lo que ves, pero no han afectado a la verdad en absoluto. 4Invocamos un solo Nom­bre en nuestras prácticas. 5Y nos valemos de un solo Nombre para unificar nuestra visión.
14. Y si bien utilizamos un nombre distinto para cada aspecto de la conciencia del Hijo de Dios, comprendemos que todos com­parten el mismo Nombre, el cual Él les ha dado. 2Este es el Nom­bre que usamos en nuestras prácticas. 3Y al usarlo, todas las separaciones insensatas que nos mantenían ciegos desaparecen. 4Y se nos concede la fortaleza necesaria para poder ver más allá de ellas. 5Ahora nuestra vista queda bendecida con las bendicio­nes que podemos dar según las recibimos.
15. Padre, nuestro Nombre es el Tuyo. 2En Él estamos unidos con toda cosa viviente, y Contigo que eres su único Creador. 3Lo que hemos hecho y a lo que hemos dado muchos nombres diferentes no es sino una sombra que hemos tratado de arrojar sobre Tu Realidad. 4Y nos sentimos con­tentos y agradecidos de haber estado equivocados. 5Te entregamos todos nuestros errores, a fin de ser absueltos de cuantos efectos parecían tener. 6Y aceptamos la verdad que Tú nos das en lugar de cada uno de ellos. 7Tu Nombre es nuestra salvación y la manera de escapar de lo que noso­tros mismos hemos hecho. 8Tu Nombre nos une en la unicidad* que es nuestra herencia. y nuestra paz. 9Amén.


LECCIÓN 185
Deseo la paz de Dios.
1. Decir estas palabras no es nada. 2Pero decirlas de corazón lo es todo. 3Si pudieras decirlas de corazón, aunque sólo fuera por un instante, jamás volverías a sentir pesar alguno, en ningún lugar o momento. 4Recobrarías plena conciencia del Cielo, el recuerdo de Dios quedaría completamente reinstaurado y la resurrección de toda la creación plenamente reconocida.
2. No hay nadie que pueda decir estas palabras de todo corazón y no curarse. 2Ya no podría entretenerse con sueños o creer que él mismo es un sueño. 3No podría inventar un infierno y creer que es real. 4Desea la paz de Dios, y se le concede. 5Eso es todo lo que desea y todo lo que recibirá. 6Son muchos los que han dicho estas palabras. 7Pero ciertamente son muy pocos los que las han dicho de todo corazón. 8No tienes más que contemplar el mundo que ves a tu alrededor para cerciorarte de cuán pocos han sido. 9EI mundo cambiaría completamente sólo con que hubiese dos que estuviesen de acuerdo en que esas palabras expresan lo único que ellos anhelan.
3. Dos mentes con un solo empeño se vuelven tan fuertes que lo que disponen se convierte en la Voluntad de Dios. 2Pues las men­tes sólo se pueden unir en la verdad. 3En sueños, no hay dos mentes que puedan compartir la misma intención. 4Para cada una de ellas, el héroe del sueño es distinto, y el desenlace desea­do no es el mismo. 5El perdedor y el ganador simplemente alter­nan de acuerdo con patrones cambiantes, según la proporción entre ganancia y pérdida y entre pérdida y ganancia adquiere un matiz diferente o adopta otra forma.
4. No obstante, lo único que se puede hacer en sueños es transigir. 2A veces ello adopta la forma de una unión, pero sólo la forma. 3En los sueños nada tiene significado, pues su meta es transigir. 4Las mentes no pueden unirse en sueños. 5Sólo pueden negociar. 6Mas ¿qué trato podrían hacer que les proporcionase la paz de Dios? 7Las ilusiones pasan a ocupar Su lugar. 8Y lo que Él es deja de tener significado para las mentes dormidas empeñadas en hacer tratos, cada cual en beneficio propio y a costa de la pérdida de otros.
5. Desear la paz de Dios de todo corazón es renunciar a todos los sueños. 2Pues nadie que diga estas palabras de todo corazón desea ilusiones o busca la manera de obtenerlas. 3Las ha examinado y se ha dado cuenta de que no le ofrecen nada. 4Ahora procura ir más allá de ellas, al reconocer que otro sueño sólo le ofrecería lo mismo que los demás. 5Para él, todos los sueños son uno. 6Y ha aprendido que la única diferencia entre ellos es la forma que adoptan, pues cualquiera de ellos suscitará la misma desespera­ción y zozobra que los demás.
6. La mente que desea la paz de todo corazón debe unirse a otras mentes, pues así es como se alcanza la paz. 2Y cuando el deseo de paz es genuino, los medios para encontrarla se le conceden en una forma tal que cada mente que honradamente la busca pueda entender. 3Sea cual sea la forma en que se presente la lección, ha sido planeada para él de tal forma que si su petición es sincera, no dejará de verla. 4Mas si su petición no es sincera, no habrá manera de que pueda aceptar la lección o realmente aprenderla.
7. Dediquemos hoy nuestra práctica a reconocer que nuestras palabras son sinceras. 2Deseamos la paz de Dios. 3No es éste un deseo vano. 4Estas palabras no piden que se nos dé otro sueño. 5No procuran transigir, ni es su afán hacer otro trato con la espe­ranza de que aún haya un sueño que pueda tener éxito cuando todos los demás han fracasado. 6Decir estas palabras de corazón es reconocer la futilidad de las ilusiones y pedir lo eterno en lugar de sueños cambiantes que parecen ofrecerte distintas cosas, pero que en realidad son igualmente insubstanciales.
8. Dedica hoy tus sesiones de práctica a escudriñar minuciosa­mente tu mente a fin de descubrir los sueños que todavía anhe­las. 2¿Qué es lo que realmente deseas de corazón? 3Olvídate de las palabras que empleas al hacer tus peticiones. 4Considera sola­mente lo que crees que te brindará consuelo y felicidad. 5Pero no te desalientes por razón de las ilusiones que aún perduran, pues la forma que éstas adoptan no es lo que importa ahora. 6No dejes que algunos sueños te resulten más aceptables, mientras que te avergüenzas de otros y los ocultas. 7Son todos el mismo sueño. 8Y puesto que todos son el mismo, debes hacer la siguiente pregunta con respecto a cada uno de ellos: «¿Es esto lo que deseo en lugar del Cielo y de la paz de Dios?»
9. Ésta es la elección que tienes ante ti. 2No te dejes engañar pen­sando que es de otra manera. 3En esto no es posible transigir. 4Pues o bien eliges la paz de Dios o bien pides sueños. 5Y éstos vendrán a ti tal como los hayas pedido. 6Mas la paz de Dios ven­drá con igual certeza para permanecer contigo para siempre. 7No desaparecerá con cada curva o vuelta del camino, para luego rea­parecer sin que sea reconocible, en formas que cambian y varían con cada paso que das.
10. Deseas la paz de Dios. 2Y eso es lo que desean también todos los que parecen ir en pos de sueños. 3Esto es lo único que pides tanto para ellos como para ti cuando haces esta petición con pro­funda sinceridad. 4Pues de esa manera procuras alcanzar lo que ellos desean realmente, y unes tu intención a lo que ellos quieren por encima de todas las cosas, hecho éste que tal vez les sea des­conocido, si bien para ti es indudable. 5Ha habido ocasiones en las que has sido débil y en las que has estado indeciso acerca de tu propósito, inseguro con respecto a lo que quieres, adónde ir a buscarlo o adónde acudir en busca de ayuda. 6Mas la ayuda ya se te ha dado. 7¿No la aprovecharías ahora compartiéndola?
11. Nadie que realmente busque la paz de Dios puede dejar de hallarla. 2Pues lo único que pide es dejar de engañarse a sí mismo, al negarse lo que la Voluntad de Dios dispone. 3¿Quién que pida lo que ya es suyo podría quedar insatisfecho? 4¿Quién que pida una respuesta que él puede dar puesto que dispone de ella puede decir que no se le ha contestado? 5La paz de Dios es tuya.
12. La paz fue creada para ti; tu Creador te la dio y la estableció como Su propio regalo eterno. 2¿Cómo ibas a poder fracasar cuando tan sólo estás pidiendo lo que Él dispone para ti? 3¿Y cómo podría ser que lo que pides fuese solamente para ti? 4No hay nin­gún don de Dios que no sea para todos. 5Éste es el atributo que distingue a los dones de Dios de todos los sueños que jamás pare­cieron ocupar el lugar de la verdad.
13. Cuando un don de Dios ha sido pedido y aceptado por cual­quiera, nadie pierde, sino que todos salen ganando. 2Dios da sólo con el propósito de unir. 3Para Él, quitar no tiene sentido. 4Y cuando tampoco lo tenga para ti, sabrás a ciencia cierta que com­partes una sola Voluntad con Él, así como Él contigo. 5Y también sabrás que compartes una sola Voluntad con todos tus hermanos, cuya intención es la tuya.
14. Es esa única intención lo que buscamos hoy al unir nuestros deseos a la necesidad de cada corazón, al llamamiento de cada mente, a la esperanza que se encuentra más allá de toda desespe­ración, al amor que el ataque quisiera ocultar y a la hermandad que el odio ha intentado quebrantar, pero que aún sigue siendo tal como Dios la creó. 2Con semejante ayuda a nuestro lado, ¿cómo íbamos a poder fracasar hoy cuando pedimos que se nos conceda la paz de Dios?


LECCIÓN 186
De mí depende la salvación del mundo.
1. Ésta es la afirmación que algún día habrá de erradicar de toda mente todo vestigio de arrogancia. 2Éste es el pensamiento de la verdadera humildad, que no te adjudica ninguna otra función, excepto la que se te ha encomendado. 3Dicho pensamiento supone tu aceptación del papel que te fue asignado, sin insistir en que se te asigne otro. 4No se detiene a considerar qué papel es el que es adecuado para ti. 5Tan sólo reconoce que la Voluntad de Dios se hace tanto en la tierra como en el Cielo. 6Une a todas las volunta­des de la tierra en el plan celestial para la salvación del mundo, y les restituye la paz del Cielo.
2. No nos opongamos a nuestra función. 2No fuimos nosotros quienes la establecimos. 3No fue idea nuestra. 4Se nos han propor­cionado los medios para llevarla a cabo perfectamente. 5Lo único que se nos pide es que aceptemos nuestro papel con genuina humildad, y que no neguemos con un aire de falsa arrogancia que somos dignos de él. 6Poseemos la fuerza necesaria para hacer lo que se nos pide llevar a cabo. 7Nuestras mentes están perfecta­mente capacitadas para desempeñar el papel que nos asignó Uno que nos conoce bien.
3. Mientras no entiendas su significado, puede que la idea de hoy te parezca muy ardua. 2Lo único que dice es que tu Padre te recuerda todavía y te ofrece la perfecta confianza que tiene en ti, Su Hijo. 3No te pide que seas diferente de como eres en modo alguno. 4¿Qué otra cosa sino esto podría pedir la humildad? 5¿Y qué otra cosa sino esto podría negar la arrogancia? 6Hoy no deja­remos de cumplir nuestro cometido con la engañosa excusa de que es un insulto a la modestia. 7Es el orgullo el que se niega a responder a la Llamada del Propio Dios.
4. Hoy dejaremos a un lado todo vestigio de falsa humildad para poder escuchar la Voz de Dios revelarnos lo que desea que haga­mos. 2No pondremos en duda nuestra capacidad para llevar a cabo la función que Él nos ofrezca. 3Sólo estaremos seguros de que Él conoce nuestras fuerzas, nuestra sabiduría y nuestra santi­dad. 4Y si Él nos considera dignos, es que lo somos. 5Es sólo la arrogancia la que opina de otra manera.
5. Hay una manera, y sólo una, de liberarte del encarcelamiento al que te ha llevado tu plan de probar que lo falso es verdadero. 2Acepta en lugar de él el plan que tú no trazaste. 3No juzgues si eres o no merecedor de él. 4Si la Voz de Dios te asegura que la salvación necesita que tú desempeñes tu papel y que la totalidad depende de ti, ten por seguro que así es. 5Los arrogantes tienen que aferrarse a las palabras, temerosos de ir más allá de ellas y de experimentar lo que podría poner en entredicho su postura. 6Los humildes, en cambio, son libres para oír la Voz que les dice lo que son y lo que deben hacer.
6. La arrogancia forja una imagen de ti que no es real. 2Ésa es la imagen que se estremece y huye aterrorizada cuando la Voz que habla por Dios te asegura que posees la fuerza, la sabiduría y la santidad necesarias para ir más allá de toda imagen. 3Tú, a dife­rencia de la imagen de ti mismo, no eres débil. 4No eres ignorante ni impotente. 5El pecado no puede mancillar la verdad que mora en ti, ni la aflicción puede acercarse al santo hogar de Dios.
7. Esto es lo que te dice la Voz que habla por Dios. 2Y según Él te habla, la imagen se estremece e intenta atacar la amenaza que le resulta desconocida; al sentir que sus cimientos se derrumban. 3Abandónala. 4La salvación del mundo depende de ti, y no de ese pequeño montón de polvo. 5¿Qué podría esa imagen decirle al santo Hijo de Dios? 6¿Por qué tiene él que preocuparse por ella en absoluto?
8. Y así hallamos nuestra paz. 2Aceptaremos la función que Dios nos encomendó, pues toda ilusión descansa sobre la absurda creencia de que podemos inventar otra función para nosotros. 3Los papeles que nosotros mismos nos hemos auto-otorgado son inestables y parecen oscilar entre la aflicción y la dicha extática del amor y de amar. 4Podemos reír o llorar, recibir el día de buen grado o bien recibirlo con lágrimas. 5Nuestro propio ser parece cambiar según experimentamos múltiples cambios en nuestro estado de ánimo, y nuestras emociones nos remontan hacia lo alto o nos estrellan contra el suelo sumiéndonos en la desolación.
9. ¿Es éste el Hijo de Dios? 2¿Habría podido Él crear semejante inestabilidad y llamarla Su Hijo? 3Aquel que es inmutable com­parte Sus atributos con Su creación. 4Ninguna de las imágenes que Su Hijo aparenta forjar afecta lo que él es. 5Dichas imágenes revolotean por su mente como hojas arrastradas por el viento, que forman diseños fugaces y se desbandan para volverse a agrupar hasta finalmente dispersarse. 6O como los espejismos que se ven en el desierto.
10. Estas imágenes insustanciales desaparecerán y dejarán tu mente libre y serena cuando aceptes la función que se te ha enco­mendado. 2Las imágenes que fabricas sólo dan lugar a metas con­flictivas, transitorias y vagas, inciertas y ambiguas. 3¿Quién podría mantener un esfuerzo constante o poner todas sus energías y empeño en metas como éstas? 4Las funciones que el mundo tiene en gran estima son tan inciertas, que aun las más sólidas cambian por lo menos diez veces por hora. 5¿Qué se puede esperar de metas como éstas?
11. Como bello contraste, tan seguro como el retorno del sol cada mañana para disipar la noche, tu verdadera función se perfila clara e inequívocamente. 2No hay duda acerca de su validez. 3Pues procede de Uno que no conoce el error y Cuya Voz está segura de Sus mensajes. 4Éstos nunca cambiarán ni estarán en conflicto. 5Todos ellos apuntan hacia un solo objetivo, el cual pue­des alcanzar. 6Puede que tu plan sea imposible, pero el de Dios jamás puede fracasar porque Él es su Fuente.
12. Haz lo que la Voz de Dios te indique. 2Y si te pide que hagas algo que parece imposible, recuerda Quién es el que te lo pide y quién el que quiere negarse. 3Luego considera esto: ¿Quién de los dos es más probable que esté en lo cierto, 4la Voz que habla por el Creador de todas las cosas y que las conoce exactamente como son, o la distorsionada imagen de ti mismo, que es inconsistente y está confundida, perpleja e insegura de todo? 5No permitas que su voz te dirija. 6Oye en su lugar una Voz que es inequívoca y que te habla de la función que te encomendó tu Creador, Quien te recuerda y te exhorta a que te acuerdes de Él ahora.
13. Su dulce Voz llama desde lo conocido a lo que no conoce. 2Él quiere consolarte, aunque no conoce el pesar. 3Él quiere hacer una restitución, si bien goza de absoluta plenitud. 3Él quiere hacerte un regalo, si bien sabe que ya lo tienes todo. 4Él tiene Pensamientos que satisfacen cualquier necesidad que Su Hijo perciba, si bien Él no las ve. 5Pues el Amor sólo puede dar, y lo que se da en Su Nombre se manifiesta en la forma más útil posible en un mundo de formas.
14. Ésas son las formas que jamás pueden engañar, ya que proce­den de la Amorfía Misma. 2El perdón es una forma terrenal de amor, que, como tal, no tiene forma en el Cielo. 3No obstante, lo que aquí se necesite, aquí se concederá. 4Valiéndote de esta forma puedes desempeñar tu función incluso aquí, si bien el amor sig­nificará mucho más para ti cuando se haya restaurado en ti el estado de amorfía. 5La salvación del mundo depende de ti que puedes perdonar. 6Ésa es tu función aquí.


LECCIÓN 187
Bendigo al mundo porque me bendigo a mí mismo.
1. Nadie puede dar lo que no tiene. 2De hecho, dar es la prueba de que se tiene. 3Hemos hecho mención de esto anteriormente. 4Mas no es eso lo que hace que sea difícil de creer. 5Nadie duda de que primero se debe poseer lo que se quiere dar. 6Es en la segunda parte de la afirmación donde el mundo y la percepción verdadera difieren. 7Si has tenido y has dado, el mundo afirma que has perdido lo que poseías. 8La verdad mantiene que dar incrementa lo que posees.
2. ¿Cómo va a ser posible esto? 2Pues es seguro que si das una cosa finita tus ojos físicos dejarán de percibirla como tuya. 3No obstante, hemos aprendido que las cosas sólo representan los pen­samientos que dan lugar a ellas. 4Y no careces de pruebas de que cuando compartes tus ideas, las refuerzas en tu propia mente. 5Tal vez la forma en que el pensamiento parece manifestarse cambie al darse. 6No obstante, éste tiene que retornar al que lo da. 7Y la forma que adopte no puede ser menos aceptable. 8Tiene que ser más.
3. Las ideas tienen primero que pertenecerte antes de que las pue­das dar. 2Y si has de salvar al mundo, tienes que primero aceptar la salvación para ti mismo. 3Mas no creerás que ésta se ha consu­mado en ti hasta que no veas los milagros que les brinda a todos aquellos a quienes contemples. 4Con esto, la idea de dar se clari­fica y cobra significado. 5Ahora puedes percibir que al dar, tu cau­dal aumenta.
4. Protege todas las cosas que valoras dándolas, y así te asegura­rás de no perderlas nunca. 2Y con ello queda demostrado que lo que no creías tener te pertenece. 3Mas no le atribuyas valor a su forma. 4Pues ésta cambiará, y con el tiempo no será reconocible por mucho que trates de conservarla. 5Ninguna forma perdura. 6El pensamiento tras la forma de todo es lo que es inmutable.
5. Da gustosamente, 2pues con ello sólo puedes beneficiarte. 3El pensamiento sigue vivo y su fuerza aumenta a medida que se refuerza al darse. 4Los pensamientos se extienden al compartirse, pues no se pueden perder. 5No hay un dador y un receptor en el sentido en el que el mundo los concibe. 6Hay un dador que con­serva lo que da, y otro que también habrá de dar. 7Y ambos ganarán en este intercambio, pues cada uno de ellos dispondrá del pensamiento en la forma que le resulte más útil. 8Lo que aparen­temente pierde es siempre algo que valorará menos que aquello que con toda seguridad le será devuelto.
6. Nunca olvides que sólo te das a ti mismo. 2El que entiende el significado de dar, no puede por menos que reírse de la idea del sacrificio. 3Tampoco puede dejar de reconocer las múltiples for­mas en que se puede manifestar el sacrificio. 4Se ríe asimismo del dolor y de la pérdida, de la enfermedad y de la aflicción, de la pobreza, del hambre y de la muerte. 5Reconoce que el sacrificio sigue siendo la única idea que yace tras todo esto, y con su dulce risa todo ello sana.
7. Una vez que una ilusión se reconoce como tal, desaparece. 2Niégate a aceptar el sufrimiento, y eliminarás el pensamiento de sufrimiento. 3Cuando eliges ver todo sufrimiento como lo que es, tu bendición desciende sobre todo aquel que sufre. 4El pensa­miento de sacrificio da lugar a todas las formas que el sufrimiento aparenta adoptar. 5Mas el sacrificio es una idea tan demente que la cordura la descarta de inmediato.
8. jamás creas que puedes hacer sacrificio alguno. 2No hay cabida para el sacrificio en lo que tiene valor. 3Si surge tal pensa­miento, su sola presencia demuestra que se ha cometido un error, el cual es necesario corregir. 4Tu bendición lo corregirá. 5Habién­dosete dado a ti primero, ahora es tuya para que tú a tu vez la des. 6Ninguna forma de sacrificio o de sufrimiento puede preva­lecer por mucho tiempo ante la faz de uno que se ha perdonado y bendecido a sí mismo.
9. Las azucenas que te ofrece tu hermano se depositan ante tu altar, junto con las que tú le ofreces a él. 2¿Quién podría tener miedo de contemplar una santidad tan hermosa? 3La gran ilusión del temor a Dios queda reducida a la nada ante la pureza que aquí has de contemplar. 4No tengas miedo de mirar. 5La bendición que has de contemplar eliminará todo pensamiento de forma, y en su lugar dejará allí para siempre el regalo perfecto, el cual aumentará eternamente, será por siempre tuyo y será por siempre dado.
10. Ahora somos uno en pensamiento, pues el miedo ha desapare­cido. 2Y aquí, ante el altar a un solo Dios, a un solo Padre, a un solo Creador y a un solo Pensamiento, nos alzamos juntos como el único Hijo de Dios. 3No estamos separados de Aquel que es nuestra Fuente ni distanciados de los hermanos que forman parte de nuestro único Ser, Cuya inocencia nos ha unido a todos cual uno solo, sino que nos alzamos en gloriosa bendición y damos tal como hemos recibido. 4Tenemos el Nombre de Dios en nuestros labios. 5Y cuando miramos en nuestro interior, vemos brillar la pureza del Cielo en nuestro reflejo del Amor de nuestro Padre.
11. Ahora somos bendecidos y ahora bendecimos al mundo. 2Que­remos extender lo que hemos contemplado porque queremos verlo en todas partes. 3Queremos verlo refulgir con la gracia de Dios en todos nuestros hermanos. 4No queremos que se le niegue a nada de lo que vemos. 5Y para cerciorarnos de que esta santa visión es nuestra, se la ofrecemos a todo lo que vemos. 6Pues allí donde la veamos, nos será devuelta en forma de azucenas que podremos depositar sobre nuestro altar, convirtiéndolo así en un hogar para la Inocencia Misma, la cual mora en nosotros y nos ofrece Su Santidad para que sea nuestra.


LECCIÓN 188
La paz de Dios refulge en mí ahora.
1. ¿Por qué esperar al Cielo? ?Los que buscan la luz están simple­mente cubriéndose los ojos. 3La luz ya está en ellos. 4La ilumina­ción es simplemente un reconocimiento, no un cambio. 5La luz es algo ajeno al mundo, y tú en quien mora la luz eres asimismo un extraño aquí. 6La luz vino contigo desde tu hogar natal, y permaneció contigo, pues es tuya. 7Es lo único que trajiste contigo de Aquel que es tu Fuente. 8Refulge en ti porque ilumina tu hogar, y te conduce de vuelta al lugar de donde vino y donde finalmente estás en tu hogar.
2. Esta luz no se puede perder. 2¿Por qué esperar a encontrarla en el futuro, o creer que se ha perdido o que nunca existió? 3Es tan fácil contemplarla que los argumentos que demuestran que no puede existir se vuelven irrisorios. 4¿Quién podría negar la pre­sencia de lo que contempla en sí mismo? 5No es difícil mirar en nuestro interior, pues ahí nace toda visión. 6Lo que se ve, ya sea en sueños o procedente de una Fuente más verdadera, no es más que una sombra de lo que se ve a través de la visión interna. 7Ahí comienza la percepción y ahí termina. 8No tiene otra fuente que ésta.
3. La paz de Dios refulge en ti ahora, y desde tu corazón se extiende por todo el mundo. 2Se detiene a acariciar cada cosa viviente, y le deja una bendición que ha de perdurar para siempre. 3Lo que da no puede sino ser eterno. 4EIimina todo pensamiento de lo efímero y de lo que carece de valor. 5Renueva todos los cora­zones fatigados e ilumina todo lo que ve según pasa de largo. 6 Todos sus dones se le dan a todo el mundo, y todo el mundo se une para darte las gracias a ti que das y a ti que has recibido.
4. El resplandor de tu mente le recuerda al mundo lo que ha olvi­dado, y éste a su vez, restituye esa memoria en ti. 2Desde ti la salvación irradia dones inconmensurables, que se dan y se devuelven. 3A ti que das el regalo, Dios Mismo te da las gracias. 4Y la luz que refulge en ti se vuelve aún más brillante con Su bendi­ción, sumándose así a los regalos que tienes para ofrecérselos al mundo.
5. La paz de Dios jamás se puede contener. 2El que la reconoce dentro de sí tiene que darla. 3Y los medios a través de los que puede hacerlo residen en su entendimiento. 4Puede perdonar por­que reconoció la verdad en él. 5La paz de Dios refulge en ti ahora, así como en toda cosa viviente. 6En la quietud la paz de Dios se reconoce universalmente. 7Pues lo que tu visión interna contem­pla es tu percepción del universo.
6. Siéntate en silencio y cierra los ojos. 2La luz en tu interior es suficiente. 3Sólo ella puede concederte el don de la visión. 4Ciérrate al mundo exterior, y dale alas a tus pensamientos para que lleguen hasta la paz que yace dentro de ti. 5Ellos conocen el camino. 6Pues los pensamientos honestos, que no están mancillados por el sueño de cosas mundanas externas a ti, se convierten en los santos mensajeros de Dios Mismo.
7. Éstos son los pensamientos que piensas con Él. 2Ellos recono­cen su hogar 3y apuntan con absoluta certeza hacia su Fuente, donde Dios el Padre y el Hijo son uno. 4La paz de Dios refulge sobre ellos, pero ellos no pueden sino permanecer contigo tam­bién, pues nacieron en tu mente, tal como tu mente nació en la de Dios. 5Te conducen de regreso a la paz, desde donde vinieron con el sólo propósito de recordarte cómo regresar.
8. Ellos acatan la Voz de tu Padre cuando tú te niegas a escuchar. 2Y te instan dulcemente a que aceptes Su Palabra acerca de lo que eres en lugar de fantasías y sombras. 3Te recuerdan que eres el co-creador de todas las cosas que viven. 4Así como la paz de Dios refulge en ti, refulge también en ellas.
9. El propósito de nuestras prácticas de hoy es acercarnos a la luz que mora en nosotros. 2Tomamos rienda de nuestros pensamien­tos errantes y dulcemente los conducimos de regreso allí donde pueden armonizarse con los pensamientos que compartimos con Dios. 3No vamos a permitir que sigan descarriados. 4Dejaremos que la luz que mora en nuestras mentes los guíe de regreso a su hogar. 5Los hemos traicionado al haberles ordenado que se apar­tasen de nosotros. 6Pero ahora les pedimos que regresen y los purificamos de cualquier anhelo extraño o deseo confuso. 7Y así, les restituimos la santidad que es su herencia.
10. De esta forma, nuestras mentes quedan restauradas junto con ellos, y reconocemos que la paz de Dios refulge todavía en no­sotros, y que se extiende desde nosotros hasta todas las cosas vivientes que comparten nuestra vida. 2Las perdonamos a todas, y absolvemos al mundo entero de lo que pensábamos que nos había hecho. 3Pues somos nosotros quienes construimos el mundo como queremos que sea. 4Ahora elegimos que sea inocente, libre de pecado y receptivo a la salvación. 5Y sobre él vertemos nuestra bendición salvadora, según decimos:
6La paz de Dios refulge en mí ahora. 7Que todas las cosas refuljan sobre mí en esa paz, y que yo las bendiga con la luz que mora en mí.


LECCIÓN 189
Siento el Amor de Dios dentro de mí ahora.
1. Hay una luz en ti que el mundo no puede percibir. 2Y con sus ojos no la podrás ver, pues estás cegado por él. 3No obstante, tienes ojos con los que poder verla. 4Está ahí para que la contem­ples. 5No se puso en ti para que se mantuviese oculta de tu vista. 6Esta luz es un reflejo del pensamiento con el que practicamos ahora. 7Sentir el Amor de Dios dentro de ti es ver el mundo reno­vado, radiante de Inocencia, lleno de esperanza y bendecido con perfecta caridad y amor.
2. ¿Quién podría sentir temor en un mundo así? 2Dicho mundo te da la bienvenida, se regocija de que hayas venido y te canta ala­banzas mientras te mantiene a salvo de cualquier peligro o dolor: 3Te ofrece un hogar cálido y tranquilo en el que permanecer por un tiempo. 4Te bendice a lo largo del día, y te cuida durante la noche, cual silencioso guardián de tu sueño santo. 5Ve en ti la salvación, y protege la luz que mora en ti, en la que ve la suya propia. 6Te ofrece sus flores y su nieve como muestra de agrade­cimiento por tu benevolencia.
3. Éste es el mundo que el Amor de Dios revela. 2Es tan diferente del mundo que ves a través de los enturbiados ojos de la malicia y del miedo, que uno desmiente al otro. 3Sólo uno de ellos puede percibirse en absoluto. 4El otro no tiene ningún significado. 5A aquellos que ven surgir del ataque un mundo de odio listo para vengarse, asesinar y destruir, les resulta inconcebible la idea de un mundo en el que el perdón resplandece sobre todas las cosas y la paz ofrece su dulce luz a todo el mundo. .
4. Sin embargo, el mundo del odio es igualmente invisible e inconcebible para aquellos que sienten dentro de sí el Amor de Dios. 2Su mundo refleja la quietud y la paz que refulge en ellos; la tranquilidad y la inocencia que ven a su alrededor; la dicha con la que miran hacia afuera desde los inagotables manantiales de dicha en su interior. 3Contemplan lo que han sentido dentro de sí, y ven su inequívoco reflejo por todas partes.
5. ¿Cuál de ellos quieres ver? 2Eres libre de elegir. 3Mas debes conocer la ley que rige toda visión y no dejar que tu mente se olvide de ella: contemplarás aquello que sientas en tu interior. 4Si el odio encuentra acogida en tu corazón, percibirás un mundo temible, atenazado cruelmente por las huesudas y afiladas garras de la muerte. 5Mas si sientes el Amor de Dios dentro de ti, con­templarás un mundo de misericordia y de amor.
6. Hoy pasamos de largo las ilusiones, según intentamos llegar hasta lo que es verdad en nosotros y sentir su infinita ternura, su Amor que sabe que somos tan perfectos como él mismo, y su visión, el don que su Amor nos ofrece. 2Hoy aprenderemos el camino, 3el cual es tan seguro como el Amor mismo, al que nos conduce. 4Pues su sencillez nos protege de las trampas que las descabelladas complicaciones del aparente razonar del mundo tienen como propósito ocultar..
7. Haz simplemente esto: permanece muy quedo y deja a un lado todos los pensamientos acerca de lo que tú eres y de lo que Dios es; todos los conceptos que hayas aprendido acerca del mundo; todas las imágenes que tienes acerca de ti mismo. 2Vacía tu mente de todo lo que ella piensa que es verdadero o falso, bueno o malo; de todo pensamiento que considere digno, así como de todas las ideas de las que se siente avergonzada. 3No conserves nada. 4No traigas contigo ni un solo pensamiento que el pasado te haya enseñado, ni ninguna creencia que, sea cual sea su proce­dencia, hayas aprendido con anterioridad. 5Olvídate de este mundo, olvídate de este curso, y con las manos completamente vacías, ve a tu Dios.
8. ¿No es acaso Él Quien sabe cómo llegar a ti? 2Tú no necesitas saber cómo llegar a Él. 3Tu papel consiste simplemente en permitir que todos los obstáculos que has interpuesto entre el Hijo y Dios el Padre sean eliminados silenciosamente para siempre. 4Dios hará lo que le corresponde hacer en gozosa e inmediata respuesta. 5Pide y recibirás. 6Mas no vengas con exigencias, ni le señales el camino por donde Él debe aparecer ante ti. 7La manera de llegar a Él es simplemente dejando que Él sea lo que es. 8Pues de esa forma se proclama también tu realidad.
9. Así pues, hoy no elegiremos el camino por el que vamos a Él. 2Pero sí elegimos dejar que Él venga a nosotros. 3Y con esta deci­sión descansamos. 4Su Amor se abrirá paso por su cuenta en nues­tros corazones serenos y en nuestras mentes abiertas. 5Es induda­ble que lo que no ha sido negado se encuentra ahí, si es que es verdad y puede alcanzarse. 6Dios conoce a Su Hijo y sabe cómo llegar a él. 7No necesita que Su Hijo le muestre el camino. 8A tra­vés de cada puerta abierta Su Amor refulge hacia afuera desde su hogar interno e ilumina al mundo con inocencia.
10. Padre, no sabemos cómo llegar a Ti. 2Pero te hemos llamado y Tú nos has contestado. 3No interferiremos. 4Los caminos de la salvación no son nuestros, pues te pertenecen a Ti. 5Y es a Ti a donde vamos para encontrarlos. 6Nuestras manos están abiertas para recibir Tus dones. 7No tenemos ningún pensamiento que no pensemos contigo, ni abrigamos creencia alguna con respecto a lo que somos o a Quién nos creó. 8Tuyo es el camino que queremos hallar y seguir. 9Y sólo pedimos que Tu Volun­tad, que también es la nuestra, se haga en nosotros y en el mundo, para que éste pase a formar parte del Cielo. 10Amén.

Un Curso de Milagros- Texto

Fundación para la Paz Interior
Traducido por Rosa M. G. De Wynn y Fernando Gómez

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Capítulo 27

LA CURACIÓN DEL SUEÑO

I. El cuadro de la crucifixión
1. El deseo de ser tratado injustamente es un intento de querer transigir combinando el ataque con la inocencia. 2¿Quién podría combinar lo que es totalmente incompatible y formar una unidad de lo que jamás puede unirse? 3Si recorres el camino de la bon­dad, no tendrás miedo del mal ni de las sombras de la noche. 4Mas no pongas símbolos de terror en tu senda, pues, de lo con­trario, tejerás una corona de espinas de la que ni tu hermano ni tú os podréis escapar. 5No puedes crucificarte sólo a ti mismo. 6Y si eres tratado injustamente, tu hermano no puede sino pagar por la injusticia que tú percibes. 7No puedes sacrificarte sólo a ti mismo, 8pues el sacrificio es total. 9Si de alguna manera el sacrifi­cio fuese posible, incluiría a toda la creación de Dios y al Padre junto con Su Hijo bienamado.
2. En tu liberación del sacrificio se pone de manifiesto la de tu hermano, haciéndose así evidente que tu liberación es la suya. 2Mas cada vez que sufres ves en ello la prueba de que él es culpa­ble por haberte atacado. 3De esta manera, te conviertes en la prueba de que él ha perdido su inocencia y de que sólo necesita contemplarte para darse cuenta de que ha sido condenado. 4Mas la justicia se encargará de que él pague por todas las injusticias cometidas contra ti. 5La injusta venganza por la que tú estás pagando ahora es él quien debería pagar por ella, y cuando recaiga sobre él, tú te liberarás. 6No desees hacer de ti mismo un símbolo viviente de su culpabilidad, pues no te podrás escapar de la sentencia de muerte a la que lo condenes. 7Mas en su ino­cencia hallarás la tuya.
3. Siempre que consientes sufrir, sentir privación, ser tratado injustamente o tener cualquier tipo de necesidad, no haces sino acusar a tu hermano de haber atacado al Hijo de Dios. 2Presentas ante sus ojos el cuadro de tu crucifixión, para que él pueda ver que sus pecados están escritos en el Cielo con tu sangre y con tu muerte, y que van delante de él, cerrándole el paso a la puerta celestial y condenándolo al infierno. 3Mas esto sólo está escrito así en el infierno, no en el Cielo, donde te encuentras a salvo del ataque y eres la prueba de su inocencia. 4La imagen que de ti le ofreces, te la muestras a ti mismo y le impartes toda tu fe. 5El Espíritu Santo, en cambio, te ofrece una imagen de ti mismo en la que no hay dolor ni reproche alguno para que se la ofrezcas a tu hermano. 6Y aquello de lo que se hizo un mártir para que diese testimonio de su culpabilidad se convierte ahora en el perfecto testigo de su inocencia.
4. El poder de un testigo transciende toda creencia debido a la convicción que trae consigo. 2Se le cree porque apunta más allá de sí mismo hacia lo que representa. 3Tu sufrimiento y tus enferme­dades no reflejan otra cosa que la culpabilidad de tu hermano, y son los testigos que le presentas no sea que se olvide del daño que te ocasionó, del que juras jamás escapará. 4Aceptas esta lamenta­ble y enfermiza imagen siempre que sirva para castigarlo. 5Los enfermos no sienten compasión por nadie e intentan matar por contagio. 6La muerte les parece un precio razonable si con ello pueden decir: «Mírame hermano, por tu culpa muero». 7Pues la enfermedad da testimonio de la culpabilidad de su hermano, y la muerte probaría que sus errores fueron realmente pecados. 8La enfermedad no es sino una «leve» forma de muerte, una forma de venganza que todavía no es total. 9No obstante, habla con certeza en nombre de lo que representa. 10La amarga y desolada imagen que le has presentado a tu hermano, tú la has contemplado con pesar. 11Y has creído todo lo que dicha imagen le mostró porque daba testimonio de su culpabilidad, la cual tú percibiste y amaste.
5. Ahora el Espíritu Santo deposita, en las manos que mediante su contacto con Él se han vuelto mansas, una imagen de ti muy dife­rente. 2Sigue siendo la imagen de un cuerpo, pues lo que real­mente eres no se puede ver ni imaginar. 3No obstante, esta imagen no se ha usado para atacar, y, por lo tanto, jamás ha experimen­tado sufrimiento alguno. 4Da testimonio de la eterna verdad de que nada te puede herir, y apunta más allá de sí misma hacia tu inocencia y la de tu hermano. 5Muéstrale esto, y él se dará cuenta de que toda herida ha sanado y de que todas las lágrimas han sido enjugadas felizmente y con amor. 6Y tu hermano contemplará su propio perdón allí, y con ojos que han sanado mirará más allá de la imagen hacia la inocencia que ve en ti. 7He aquí la prueba de que nunca pecó; de que nada de lo que su locura le ordenó hacer jamás ocurrió ni tuvo efectos de ninguna clase; 8de que ningún reproche que haya albergado en su corazón estuvo jamás justifi­cado y de que ningún ataque podrá jamás hacerle sentir el vene­noso e inexorable aguijón del temor.
6. Sé un testigo de su inocencia y no de su culpabilidad. 2Tu cura­ción es su consuelo y su salud porque demuestra que las ilusiones no son reales. 3El factor motivante de este mundo no es la volun­tad de vivir, sino el deseo de morir. 4El único propósito que tiene es probar que la culpabilidad es real. 5Ningún pensamiento, acto o sentimiento mundano tiene otra motivación que ésa. 6Éstos son los testigos que se convocan para que se crea en ellos y para que corroboren el sistema que representan y en favor del cual hablan. 7Y cada uno de ellos tiene muchas voces, y os hablan a ti y a tu hermano en diferentes lenguas. 8Sin embargo, el mensaje que os dan a ambos es el mismo. 8Engalanar el cuerpo es una forma de mostrar cuán hermosos son los testigos de la culpabilidad. 10Preo­cuparte por el cuerpo demuestra cuán frágil y vulnerable es tu vida; cuán fácilmente puede quedar destruido lo que amas. 11La depresión habla de muerte, y la vanidad, de tener un gran interés por lo que no es nada.
7. La enfermedad, no importa en qué forma se manifieste, es el testigo más convincente de la futilidad y el que refuerza a todos los demás y les ayuda a pintar un cuadro en el que el pecado está justificado. 2Los enfermos creen que todas sus extrañas necesida­des y todos sus deseos antinaturales están justificados. 3Pues ¿quién podría amar una vida que queda truncada tan pronto, y no atribuirle valor a los gozos pasajeros? 4¿Qué placer hay que sea duradero? 5¿No tienen los débiles el derecho de creer que cada migaja de placer robado constituye su justa retribución por la bre­vedad de sus vidas? 6Pues pagarán con su muerte por todos sus placeres tanto si disfrutan de ellos como si no. 7A la vida siempre le llega su final, sea cual sea la forma en que ésta se viva. 8Por lo tanto, se deleitan con lo pasajero y con lo efímero.
8. Nada de esto es un pecado, sino un testigo de la absurda creencia de que el pecado y la muerte son reales, y de que tanto la inocencia como el pecado acabarán igualmente en la tumba. 2Si esto fuese cierto, tendrías ciertamente motivos para contentarte con ir en pos de gozos pasajeros y disfrutar de cada pequeño placer siempre que tuvieses la oportunidad. 3No obstante, en este cuadro no se percibe al cuerpo como algo neutral y desprovisto de un objetivo intrínseco. 4Pues se convierte en el símbolo del reproche y en la prueba de la culpabilidad, cuyas consecuencias aún están ahí a la vista, de modo que la causa jamás se pueda negar.
9. Tu función consiste en mostrarle a tu hermano que el pecado carece de causa. 2¡Cuán fútil tiene que ser verte a ti mismo como la prueba fehaciente de que lo que tu función es, jamás tendrá lugar! 3La imagen que te ofrece el Espíritu Santo no convierte al cuerpo en algo que éste no es. 4Lo único que hace es purificarlo de todo vestigio de acusación y reproche. 5Al representársele como algo carente de propósito, no se le puede considerar ni enfermo ni saludable, ni bueno ni malo. 6No da lugar a que se le pueda juzgar en modo alguno. 7No tiene vida, pero tampoco está muerto. 8Cualquier experiencia de amor o de miedo le es ajena. 9Pues ahora no da testimonio de nada, al no tener ningún propósito y al encontrarse la mente libre otra vez para determinar cuál debe ser su propósito. 10Ahora el cuerpo no está condenado, sino en espera de que se le confiera un propósito de modo que pueda llevar a cabo la función que se le encomiende.
10. En este espacio vacío, del que el objetivo del pecado ha sido erradicado, se puede recordar el Cielo. 2Ahora su paz puede des­cender hasta aquí y la perfecta curación reemplazar a la muerte. 3El cuerpo puede convertirse en un símbolo de vida, en una pro­mesa de redención y en un hálito de inmortalidad para aquellos que están cansados de respirar el fétido hedor de la muerte. 4Deja que su propósito sea sanar. 5De esta manera, pregonará el men­saje que recibió y, mediante su salud y belleza, proclamará la verdad y el valor de lo que representa. 6Deja que reciba el poder de representar la vida eterna, por siempre a salvo del ataque. 7Y deja que su mensaje para tu hermano sea: «Contémplame her­mano, gracias a ti vivo».
11.La manera más fácil de dejar que esto se logre es simplemente ésta: no permitas que el cuerpo tenga ningún propósito proce­dente del pasado, cuando estabas seguro de que sabías que su propósito era fomentar la culpabilidad. 2Pues esto -afirma tu imagen enfermiza- es un símbolo duradero de lo que el cuerpo representa. 3Y ello impide que se le pueda conferir una perspec­tiva diferente, un propósito distinto. 4Tú no sabes cuál es su pro­pósito. 4No hiciste sino darle la ilusión de un propósito a una cosa que concebiste para ocultar de ti mismo tu función. 6Esta cosa sin propósito no puede ocultar la función que el Espíritu Santo te encomendó. 7Deja, pues, que el propósito del cuerpo y tu función se reconcilien finalmente y se consideren la misma cosa.

II. El temor a sanar
1. ¿Es atemorizante sanar? 2Sí, para muchos lo es. 3Pues la acusa­ción es un obstáculo para el amor, y los cuerpos enfermos son ciertamente acusadores. 4Obstruyen completamente el camino de la confianza y de la paz, proclamando que los débiles no pueden tener confianza y que los lesionados no tienen motivos para gozar de paz. 5¿Quién que haya sido herido por su hermano podría amarlo aún y confiar en él? 6Pues su hermano lo atacó y lo volverá a hacer. 7No lo protejas, ya que tu cuerpo lesionado demuestra que es a ti a quien se debe proteger de él. 8Tal vez perdonarlo sea un acto de caridad, pero no es algo que él se merezca. 9Se le puede compadecer por su culpabilidad, pero no puede ser eximido. 10Y si le perdonas sus transgresiones, no haces sino añadir otro fardo más a la culpabilidad que realmente ya ha acumulado.
2. Los que no han sanado no pueden perdonar. 2Pues son los tes­tigos de que el perdón es injusto. 3Prefieren conservar las conse­cuencias de la culpabilidad que no reconocen. 4No obstante, nadie puede perdonar un pecado que considere real. 5Y lo que tiene consecuencias tiene que ser real porque lo que ha hecho está ahí a la vista. 6El perdón no es piedad, la cual no hace sino tratar de perdonar lo que cree que es verdad. 7No se puede devolver bondad por maldad, pues el perdón no establece primero que el pecado sea real para luego perdonarlo. 8Nadie que esté hablando en serio diría: «Hermano, me has herido. aSin embargo, puesto que de los dos yo soy el mejor, te perdono por el dolor que me has ocasionado». 9Perdonarle y seguir sintiendo dolor es imposi­ble, pues ambas cosas no pueden coexistir. 10Una niega a la otra y hace que sea falsa.
3. Ser testigo del pecado y, al mismo tiempo, perdonarlo es una paradoja que la razón no puede concebir. 2Pues afirma que lo que se te ha hecho no merece perdón. 3Y si lo concedes, eres clemente con tu hermano, pero conservas la prueba de que él no es real­mente inocente. 4Los enfermos siguen siendo acusadores. 5No pueden perdonar a sus hermanos, ni perdonarse a sí mismos. 6Nadie sobre quien el verdadero perdón descanse puede sufrir, 7pues ya no exhibe la prueba del pecado ante los ojos de su her­mano. 8Por lo tanto, debe haberlo pasado por alto y haberlo eli­minado de su propia vista. 9El perdón no puede ser para uno y no para el otro. 10El que perdona se cura. 11Y en su curación radica la prueba de que ha perdonado verdaderamente y de que no guarda traza alguna de condenación que todavía pudiese uti­lizar contra sí mismo o contra cualquier cosa viviente.
4. El perdón no es real a menos que os brinde curación a tu her­mano y a ti. 2Debes dar testimonio de que sus pecados no tienen efecto alguno sobre ti, y demostrar así que no son reales. 3¿De qué otra manera podría ser él inocente? 4¿Y cómo podría estar justificada su inocencia a menos que sus pecados careciesen de los efectos que confirmarían su culpabilidad? 5Los pecados están más allá del perdón simplemente porque entrañarían efectos que no podrían cancelarse ni pasarse por alto completamente. 6En el hecho de que puedan cancelarse radica la prueba de que son sim­plemente errores. 7Permite ser curado para que de este modo puedas perdonar y ofrecer salvación a tu hermano y a ti.
5. Un cuerpo enfermo demuestra que la mente no ha sanado. 2Un milagro de curación prueba que la separación no tiene efectos. 3Creerás en aquello que le quieras probar a tu hermano. 4El poder de tu testimonio procede de tus creencias. 5Y todo lo que dices, haces o piensas no hace sino dar testimonio de lo que le enseñas a él. 6Tu cuerpo puede ser el medio para demostrar que nunca ha sufrido por causa de él. 7Y al sanar puede ofrecerle un mudo testimonio de su inocencia. 8Este testimonio es el que puede hablar con más elocuencia que mil lenguas juntas, 9pues le prueba que ha sido perdonado.
6. Un milagro no le puede ofrecer menos a él de lo que te ha dado a ti. 2De esta manera, tu curación demuestra que tu mente ha sanado y que ha perdonado lo que tu hermano no hizo. 3Y así, él se convence de que jamás perdió su inocencia y sana junto con­tigo. 4El milagro deshace de este modo todas las cosas que, según el mundo, jamás podrían deshacerse. 5Y la desesperanza y la muerte no pueden sino desaparecer ante el ancestral clarín que llama a la vida. 6Esta llamada es mucho más poderosa que las débiles y miserables súplicas de la muerte y la culpabilidad. 7La ancestral llamada que el Padre le hace a Su Hijo, y el Hijo a los suyos, será la última trompeta que el mundo jamás oirá. 8Hermano, la muerte no existe. 9Y aprenderás esto cuando tu único deseo sea mostrarle a tu hermano que él jamás te hirió. 10Él cree que tiene las manos manchadas de tu sangre, y, por lo tanto, que está condenado. 11Mas se te ha concedido poder mostrarle, mediante tu curación, que su culpabilidad no es sino la trama de un sueño absurdo.
7. ¡Cuán justos son los milagros! 2Pues os otorgan a ti y a tu her­mano el mismo regalo de absoluta liberación de la culpabilidad. 3Tu curación os evita dolor a ti y a él, y sanas porque le deseaste el bien. 4Ésta es la ley que el milagro obedece: la curación no ve diferencias en absoluto. 5No procede de la compasión, sino del amor. 6Y el amor quiere probar que todo sufrimiento no es sino una vana imaginación, un absurdo deseo sin consecuencia alguna. 7Tu salud es uno de los resultados de tu deseo de no ver a tu hermano con las manos manchadas de sangre, ni de ver culpabilidad en su corazón apesadumbrado por la prueba del pecado. 8Y lo que deseas se te concede para que lo puedas ver.
8. El «costo» de tu serenidad es la suya. 2Este es el «precio» que el Espíritu Santo y el mundo interpretan de manera diferente. 3El mundo lo percibe como una afirmación del «hecho» de que con tu salvación se sacrifica la suya. 4El Espíritu Santo sabe que tu curación da testimonio de la suya y de que no puede hallarse aparte de ella en absoluto. 5Mientras tu hermano consienta sufrir, tú no podrás sanar. 6Mas tú le puedes mostrar que su sufrimiento no tiene ningún propósito ni causa alguna. 7Muéstrale que has sanado, y él no consentirá sufrir por más tiempo. 8Pues su inocencia habrá quedado clara ante sus propios ojos y ante los tuyos. 9Y la risa reemplazará a vuestros lamentos, pues el Hijo de Dios habrá recordado que él es el Hijo de Dios.
9. ¿Quién tiene, entonces, miedo de sanar? 2Sólo aquellos para quienes el sacrificio y el dolor de su hermano representan su pro­pia serenidad. 3Su propia impotencia y debilidad sirven de base para justificar el dolor de su hermano. 4El constante aguijón de culpabilidad que su hermano experimenta sirve para probar que él es un esclavo, pero que ellos son libres. 5El constante dolor que sufren es la prueba de que ellos son libres porque pueden mantener cautivo a su hermano. 6Y desean la enfermedad para evitar que la balanza del sacrificio se incline a favor de aquél. 7¿Cómo se podría persuadir al Espíritu Santo para que se detuviese por un instante, o incluso menos, a razonar con semejantes argumentos en favor de la enfermedad? 8¿Y es acaso menester demorar tu curación porque te detengas a escuchar a la demencia?
10. Tu función no es corregir. 2La función de corregir le corres­ponde a Uno que conoce la justicia, no la culpabilidad. 3Si asu­mes el papel de corrector, ya no puedes llevar a cabo la función de perdonar. 4Nadie puede perdonar hasta que aprende que corregir es tan solo perdonar, nunca acusar. 5Por tu cuenta, no podrás percatarte de que son lo mismo, y de que, por lo tanto, no es a ti a quien corresponde corregir. 6ldentidad y función son una misma cosa, y mediante tu función te conoces a ti mismo. 7De modo que si confundes tu función con la función de Otro, es que estás confundido con respecto a ti mismo y con respecto a quién eres. 8¿Qué es la separación sino un deseo de arrebatarle a Dios Su función y negar que sea Suya? 9Mas si no es Su función, tam­poco es la tuya, pues no puedes por menos que perder aquello de lo que te apoderas.
11. En una mente escindida, la identidad no puede sino dar la impresión de que está dividida. 2Nadie puede percibir que una función está unificada, si ésta tiene propósitos conflictivos y obje­tivos diferentes. 3Para una mente tan dividida como la tuya, corre­gir no es sino una manera de castigar a otro por los pecados que tú crees son tus propios pecados. 4Y de este modo, el otro se con­vierte en tu víctima, no en tu hermano, diferente de ti por el hecho de ser más culpable, y tener, por lo tanto, necesidad de que lo corrijas, al ser tú más inocente que él. 5Esto separa su función de la tuya, y os da a ambos un papel diferente. 6Y así, no podéis ser percibidos como uno y con una sola función, lo cual querría decir que compartís una misma identidad y un solo objetivo.
12.La corrección que tú quisieras llevar a cabo no puede sino cau­sar separación, ya que ésa es la función que tú le otorgaste. 2Cuando percibas que la corrección es lo mismo que el perdón, sabrás también que la Mente del Espíritu Santo y la tuya son una. 3Y de esta manera, habrás hallado tu propia Identidad. 4No obs­tante, Él tiene que operar con lo que se le da, y tú sólo le permites ocupar la mitad de tu mente. 5Y así, Él representa la otra mitad, y parece tener un propósito diferente de aquel que tú abrigas y crees que es el tuyo. 6De este modo, tu función parece estar divi­dida, con una de sus mitades en oposición a la otra. 7Esas dos mitades parecen representar la separación de un ser que se percibe dividido en dos.
13. Observa cómo esta percepción de ti mismo no puede sino extenderse, y no pases por alto el hecho de que todo pensamiento se extiende porque ése es su propósito debido a lo que realmente es. 2De la idea de que el ser se compone de dos partes, surge necesariamente el punto de vista de que su función está dividida entre las dos. 3Pero lo que quieres corregir es solamente la mitad del error, que tú crees que es todo el error. 4Los pecados de tu hermano se convierten, de este modo, en el blanco central de la corrección, no vaya a ser que tus errores y los suyos se vean como el mismo error. 5Los tuyos son equivocaciones, pero los suyos son pecados y, por ende, no son como los tuyos. 6Los suyos merecen castigo, mientras que los tuyos, si vamos a ser justos, deberían pasarse por alto.
14. De acuerdo con esta interpretación de lo que significa corregir no podrás ver tus propios errores. 2Pues habrás trasladado el blanco de la corrección fuera de ti mismo, sobre uno que no puede ser parte de ti mientras esa percepción perdure. 3Aquel al que se condena jamás puede volver a formar parte del que lo acusa, quien lo odiaba y todavía lo sigue odiando por ser un símbolo de su propio miedo. 4He aquí a tu hermano, el blanco de tu odio, quien no es digno de formar parte de ti, y es, por lo tanto, algo externo a ti: la otra mitad, la que se repudia. 5Y sólo lo que se deja privado de su presencia se percibe como todo lo que tú eres. 6El Espíritu Santo tiene que representar esta otra mitad hasta que tú reconozcas que es la otra mitad. 7Y Él hace esto asig­nándoos a ti y a tu hermano la misma función y no una diferente.
15.Corregir es la función que se os ha dado a ambos, pero no a ninguno de vosotros por separado. 2Y cuando la lleváis a cabo reconociendo que es una función que compartís, no puede sino corregir los errores de ambos. 3No puede dejar errores sin corre­gir en uno y liberar al otro. 4Eso sería un propósito dividido, que, por lo tanto, no se podría compartir. aY así, no puede ser el obje­tivo en el que el Espíritu Santo ve el Suyo Propio. 5Y puedes estar seguro de que Él no llevará a cabo una función que no vea y reconozca como Propia. 6Pues sólo así puede Él mantener la vuestra intacta, a pesar de vuestros diferentes puntos de vistas con respecto a lo que es vuestra función. 7Si Él apoyase una fun­ción dividida, estaríais ciertamente perdidos. 8La incapacidad del Espíritu Santo de ver Su objetivo dividido y como algo distinto para cada uno de vosotros, te impide ser consciente de una fun­ción que no es la tuya. 9De esta manera, la curación se os concede a los dos.
16. La corrección debe dejarse en manos de Uno que sabe que la corrección y el perdón son lo mismo. 2Cuando sólo se dispone de la mitad de la mente, esto es incomprensible. 3Deja, pues, la corrección en manos de la Mente que está unida y que opera como una sola porque su propósito es indiviso y únicamente puede con­cebir como suya una sola función. 4He aquí la función que se le dio, concebida para que fuese la suya propia y no algo aparte de aquello que su Dador todavía conserva precisamente porque es una función que se ha compartido. 5En el hecho de que Él acepte esta función residen los medios a través de los cuales tu mente se uni­fica. 6Este único propósito unifica las dos mitades de ti que tú percibes como separadas. 7Y cada uno perdona al otro, a fin de poder aceptar su otra mitad como parte de sí mismo.

III. Más allá de todo símbolo
1.El poder no puede oponerse a nada. 2Pues ello lo debilitaría, y la idea de un poder debilitado es una contradicción intrínseca. 3Una fuerza débil es algo que no tiene sentido, y si el poder se utiliza con el propósito de debilitar, se está utilizando para limi­tar. 4Por lo tanto, no puede sino ser limitado y débil, ya que ése es su propósito. 5Para ser lo que es, el poder no puede tener opues­tos. 6Ninguna debilidad puede adentrarse en él sin convertirlo en algo que no es. 7Debilitar es limitar e imponer un opuesto que contradice al concepto que ataca. 8Y ello añade al concepto algo que es ajeno a él, y lo hace ininteligible. 9¿Quién podría entender conceptos tan contradictorios como «un poder-débil» o «un amor­-odioso»?
2. Has decidido hacer de tu hermano el símbolo de un «amor­-odioso», de un «poder-débil», pero sobre todo, de una «muerte­-viviente». 2Y así, él no significa nada para ti, pues representa algo que no tiene sentido. 3Representa un pensamiento que se com­pone de dos partes, en el que una de ellas anula la .otra. 4Sin embargo, la mitad que fue anulada contradice de inmediato a la otra, de modo que ambas desaparecen. 5Y ahora él no representa nada. 6Los símbolos que no representan otra cosa que ideas ine­xistentes no pueden sino representar la vacuidad y la nada. 7Sin embargo, la vacuidad y la nada no pueden ser una interferencia. 8Lo que puede interferir en la conciencia de la realidad es la creencia de que hay algo en ellas.
3. La imagen de tu hermano que ves no significa nada. 2No hay nada en ella que atacar o negar, amar u odiar, dotar de poder o considerar débil. 3La imagen ha sido completamente obliterada porque era el símbolo de una contradicción que anulaba al pen­samiento que representaba. 4Por lo tanto, la imagen no tiene causa en absoluto. 5¿Quién puede percibir efectos sin causa? 6¿Qué puede ser aquello que carece de causa, sino la nada? 7La imagen de tu hermano que tú ves jamás ha estado ahí ni jamás ha existido. 8Deja, pues, que el espacio vacío que ocupa se reconozca como vacante, y que el tiempo que se haya dedicado a verla se perciba como un tiempo desperdiciado en vano, un intervalo de tiempo en blanco.
4. Un espacio vacío que no se percibe ocupado, y un intervalo de tiempo que no se considere usado ni completamente empleado, se convierten en una silenciosa invitación a la verdad para que entre y se sienta como en su casa. 2No se puede hacer ningún preparativo que aumente el verdadero atractivo de esta invita­ción. 3Pues lo que se deja vacante Dios lo llena, y allí donde Él está tiene que morar la verdad. 4La creación es un poder que no se puede debilitar y que no tiene opuestos. 5Para esto no hay símbolos. 6Nada puede apuntar hacia lo que está más allá de la verdad, pues, ¿qué podría representar a lo que es más que todo? 7El verdadero des-hacimiento, no obstante, tiene que ser benévolo. 8Por lo tanto, la primera imagen que reemplaza a la tuya, es otra clase de imagen.
5. De la misma manera en que la nada no puede ser repre­sentada, tampoco existe un símbolo que represente a la totalidad. 2La realidad, en última instancia, sólo se puede conocer libre de cualquier forma, sin imágenes que la representen y sin ser vista. 3El perdón aún no se reconoce como un poder completamente exento de límites. 4Sin embargo, no fija ninguno de los límites que tú has decidido imponer. 5El perdón es el medio que repre­senta a la verdad temporalmente. 6Le permite al Espíritu Santo llevar a cabo un intercambio de imágenes, mientras los recursos de aprendizaje aún tengan sentido y el aprendizaje no haya con­cluido. 7Ningún recurso de aprendizaje es útil una vez que se alcanza el objetivo del aprendizaje, 8pues entonces deja de tener utilidad. 8Pero durante el aprendizaje se utiliza de una manera que ahora temes, pero que llegarás a amar.
6. La imagen de tu hermano que se te ha dado para que ocupe el lugar que tan recientemente dejaste desocupado y vacante no necesitará defensa de ninguna clase. 2Pues le darás una preferen­cia abrumadora. 3No te demorarás ni un instante en decidir que ésa es la única imagen de él que quieres. 4No representa concep­tos contradictorios, 5y aunque no es más que la mitad de la ima­gen y está incompleta, en sí misma es homogénea. 6La otra mitad de lo que representa sigue siendo desconocida, pero no se ha anulado. 7Y de este modo, Dios queda en libertad para dar el paso final. 8Para esto no necesitas imágenes ni recursos de enseñanza. 9Y lo que en última instancia habrá de ocupar el lugar de todo recurso de enseñanza, sencillamente será.
7. El perdón se desvanece y los símbolos caen en el olvido, y nada que los ojos jamás hayan visto o los oídos escuchado queda ahí para ser percibido. 2Un Poder completamente ilimitado ha venido, no a destruir, sino a recibir lo Suyo. 3Con respecto a tu función, no hay opciones entre las que elegir en ninguna parte. 4La opción que temes perder, nunca la tuviste. 5Sin embargo, eso es lo único que parece ser un obstáculo para el poder ilimitado y los pensamientos homogéneos, los cuales gozan de plenitud y felicidad y no tienen opuestos. 6No conoces la paz del poder que no se opone a nada. 7Sin embargo, ninguna otra clase de poder puede existir en absoluto. 8Dale la bienvenida al Poder que yace más allá del perdón, del mundo de los símbolos y de las limitacio­nes. 9Él prefiere simplemente ser, y, por lo tanto, simplemente es.

IV. La callada respuesta
1. En la quietud todas las cosas reciben respuesta y todo pro­blema queda resuelto serenamente. 2Pero en medio del conflicto no puede haber respuesta ni se puede resolver nada, pues su propósito es asegurarse de que no haya solución y de que nin­guna respuesta sea simple. 3Ningún problema puede resolverse dentro del conflicto, pues se le ve de diferentes maneras. 4Y lo que sería una solución desde un punto de vista, no lo es desde otro. 5Tú estás en conflicto. 6Por lo tanto, es evidente que no pue­des resolver nada en absoluto, pues los efectos del conflicto no son parciales. 7No obstante, si Dios dio una solución, de alguna manera tus problemas tienen que haberse resuelto, pues lo que Su Voluntad dispone ya se ha realizado.
2. Por eso es por lo que el tiempo no tiene nada que ver con la solución de ningún problema, ya que cualquiera de ellos puede ser resuelto ahora mismo. 2Y por eso es también por lo que, en tu estado mental, ninguna solución es posible. 3Dios tiene que haberte dado, por lo tanto, una manera de alcanzar otro estado mental en el que se encuentra la solución. 4Tal es el instante santo. 5Ahí es donde debes llevar y dejar todos tus problemas. 6Ahí es donde les corresponde estar, pues ahí se encuentra su solución. 7Y si su solución se encuentra ahí, el problema tiene que ser sim­ple y fácil de resolver. 8No tiene objeto tratar de resolver un problema donde es imposible que se encuentre su solución. 9Mas es igualmente seguro que se resolverá si se lleva donde se encuentra la solución.
3. No intentes resolver ningún problema excepto desde de la seguridad del instante santo. 2Pues ahí el problema sí tiene solu­ción y queda resuelto. 3Fuera de él no habrá solución, pues fuera de él no puede hallarse respuesta alguna. 4No hay lugar fuera de él donde jamás se pueda plantear una sola pregunta sencilla. 5El mundo sólo puede hacer preguntas que se componen de dos par­tes. 6Una pregunta con muchas respuestas no tiene respuesta. 7Ninguna de ellas sería válida. 8El mundo no hace preguntas con la intención de que sean contestadas, sino sólo para reiterar su propio punto de vista.
4. Todas las preguntas que se hacen en este mundo no son real­mente preguntas, sino tan sólo una manera de ver las cosas. 2Nin­guna pregunta que se haga con odio puede ser contestada porque de por sí ya es una respuesta. 3Una pregunta que se com­pone de dos partes, pregunta y responde simultáneamente, y ambas cosas dan testimonio de lo mismo aunque en forma dife­rente. 4El mundo tan sólo hace una pregunta 5y es ésta: «De todas estas ilusiones, ¿cuál es verdad? 6¿Cuáles inspiran paz y ofrecen dicha? 7¿Y cuáles pueden ayudarte a escapar de todo el dolor del que este mundo se compone?» 8Independientemente de la forma que adopte la pregunta, su propósito es siempre el mismo: 9pre­gunta para establecer que el pecado es real, y las contestaciones que te ofrece requieren que expreses tus preferencias. 10″¿Qué pecado prefieres? 11Éste es el que debes elegir. 12Los otros no son verdad. 13¿Qué quieres que te consiga el cuerpo que tú desees por encima de todas las cosas? 14Él es tu siervo y también tu amigo 15Dile simplemente lo que quieres y te servirá amorosa y diligen­temente.» 16Esto no es una pregunta; pues te dice lo que quieres y adónde debes ir para encontrarlo. 17No da lugar a que sus creen­cias se puedan poner en tela de juicio. aLo único que hace es exponer lo que afirma en forma de pregunta.
5. Una pseudo-pregunta carece de respuesta, 2pues dicta la res­puesta al mismo tiempo que hace la pregunta. 3Toda pregunta que se hace en el mundo es, por lo tanto, una forma de propa­ganda a favor de éste. 4De la misma manera en que los testigos del cuerpo son sus propios sentidos, así también las respuestas a las preguntas que el mundo hace están implícitas en las pregun­tas. 5Cuando la respuesta es lo mismo que la pregunta, no aporta nada nuevo ni se aprende nada de ella. 6Una pregunta honesta es un medio de aprendizaje que pregunta algo que tú no sabes. 7No establece los parámetros a los que se debe ajustar la respuesta, sino que simplemente pregunta cuál es la respuesta. 8Mas nadie que se encuentre en un estado conflictivo es libre para hacer esta clase de pregunta, pues no desea una respuesta honesta que ponga fin a su conflicto.
6. Sólo dentro del instante santo se puede plantear honestamente una pregunta honesta. 2Y del significado de la pregunta se deri­vará todo el significado que pueda tener la respuesta. 3Es posible entonces separar tus deseos de la respuesta, para que ésta se te pueda dar y también para que la puedas aceptar. 4La respuesta se ofrece en todas partes. 5Mas sólo se puede oír en el instante santo. 6Una respuesta honesta no exige sacrificios porque sólo contesta preguntas verdaderas. 7Las preguntas que hace el mundo tan sólo quieren saber a quién se le debe exigir sacrificio y no si el sacrificio tiene sentido o no. 8Y así, a menos que la respuesta indique «a quién», no se reconocerá ni será escuchada, y de este modo la pregunta seguirá en pie, ya que se contestó a sí misma. 9El ins­tante santo es aquel en el que la mente está lo suficientemente serena como para poder escuchar una respuesta que no está implícita en la pregunta, 10que ofrece algo nuevo y distinto. 11¿Cómo iba a poderse contestar una pregunta que no hace sino repetirse a sí misma?
7. No trates, por lo tanto, de solventar problemas en un mundo del que se ha excluido la solución. 2Lleva más bien el problema al único lugar en el que se halla la respuesta y en el que se te ofrece amorosamente. 3En él se encuentran las respuestas que solventa­rán tus problemas, pues no forman parte de ellos y toman en cuenta lo que puede ser contestado: lo que la pregunta realmente es. 4Las respuestas que el mundo ofrece no hacen sino suscitar otra pregunta, si bien dejan la primera sin contestar. 5En el ins­tante santo puedes llevar la pregunta a la respuesta y recibir la respuesta que fue formulada expresamente para ti.

V. El ejemplo de la curación
1. La única manera de curarse es curando. 2El milagro se extiende sin tu ayuda, pero tú eres esencial para que pueda dar comienzo. 3Acepta el milagro de curación y se extenderá por razón de lo que es. 4Su naturaleza es extenderse desde el instante en que nace. 5Y nace en el instante en que se ofrece y se recibe. 6Nadie puede pedirle a otro que sane. 7Pero puede permitirse a sí mismo ser sanado, y así ofrecerle al otro lo que él ha recibido. 8¿Quién podría ofrecer a otro lo que él mismo no tiene? 9¿Y quién podría compartir lo que se niega a sí mismo? 10El Espíritu Santo te habla a ti, 11no a otra persona. 12Y al tú escucharle, Su Voz se extiende porque has aceptado lo que Él dice.
2. La salud es el testigo de la salud. 2Mientras no se dé testimonio de ella, no será convincente. 3Sirve de prueba sólo cuando ha sido demostrada, y para ello tiene que proveer un testigo que nos induzca a creer. 4Nadie se cura con mensajes contradictorios. 5Te curas cuando lo único que deseas es curar. 6Tu propósito indiviso hace que esto sea posible. 7Pero si tienes miedo de la curación, entonces no puede efectuarse a través de ti. 8Lo único que se requiere para que se efectúe una curación es que no haya miedo. 9Los temerosos no se han curado, por lo tanto, no pueden curar. 10Esto no quiere decir que para que puedas curar tenga que haber desaparecido el conflicto de tu mente para siempre. 11Pues si así fuese, no habría entonces necesidad de curación. 12Mas sí quiere decir que, aunque sólo sea por un instante, tienes que amar sin atacar. 13Un instante es suficiente. 14Los milagros no están circuns­critos al tiempo.
3. El instante santo es la morada de los milagros. 2Desde allí, cada uno de ellos viene a este mundo como testigo de un estado men­tal que ha transcendido el conflicto y ha alcanzado la paz. 3El instante santo lleva el consuelo de la paz al campo de batalla, demostrando así que la guerra no tiene efectos. 4Pues todo el dolor que la guerra ha tratado de ocasionar, los cuerpos despeda­zados y los miembros mutilados, los moribundos gimientes y los muertos silenciosos, son dulcemente elevados y consolados.
4. Allí donde un milagro ha venido a sanar no hay tristeza. 2Y lo único que se requiere para que todo esto ocurra es un instante de tu amor sin traza alguna de ataque. 3En ese instante sanas, y en ese mismo instante se consuma toda curación. 4¿Qué podría estar separado de ti, una vez que has aceptado la bendición que el instante santo brinda? 5No tengas miedo de bendecir, pues Aquel que te bendice ama al mundo y no deja nada en él que pueda ser motivo de miedo. 6Pero si te niegas a dar tu bendición, el mundo te parecerá ciertamente temible, pues le habrás negado su paz y su consuelo, y lo habrás condenado a la muerte.
5. Aquel que pudo haber salvado a un mundo tan penosamente despojado de todo, pero que se volvió atrás por temor a ser curado, ¿no vería acaso a ese mundo como una condenación? 2Los ojos de los moribundos reflejan reproche, y el sufrimiento susurra: «¿De qué tienes miedo?» 3Examina detenidamente su pregunta. 4Te la hace en tu nombre. 5El mundo agonizante tan sólo te pide que dejes de atacarte por un instante, para que él pueda sanar.
6. Ven al instante santo y sé curado, pues nada de lo que recibes en él se olvida cuando regresas al mundo. 2Y al haber sido bende­cido, traerás bendiciones contigo. 3Se te da vida para que se la impartas al mundo moribundo. 4Y los ojos dolientes ya no acusa­rán, sino que brillarán con agradecimiento hacia ti que los bendi­jiste. 5El fulgor del instante santo iluminará tus ojos y les dará visión para que puedan ver la faz de Cristo más allá del sufri­miento. 6La curación reemplaza al sufrimiento. 7El que ve uno de ellos no puede percibir el otro, pues ambos no pueden estar pre­sentes a la vez. 8Y el mundo será el testigo de lo que veas, y dará testimonio de ello.
7. Así pues, lo único que el mundo requiere para poder sanar es tu curación. 2Sólo necesita una lección que se haya aprendido perfectamente. 3Y de esta manera, cuando tú la olvides, el mundo te recordará dulcemente lo que le enseñaste. 4Debido a su agrade­cimiento, no dejará de prestarte apoyo a ti que te dejaste curar para que él pudiese vivir. 5lnvocará a sus testigos para mostrarte la faz de Cristo a ti que les trajiste la visión, gracias a la cual la presenciaron. 6El mundo de acusación es reemplazado por otro en el que todos los ojos se vuelven amorosamente hacia el Amigo que les trajo su liberación. 7Y tu hermano percibirá felizmente los muchos amigos que antes consideraba enemigos.
8. Aunque los problemas no son concretos, se manifiestan en for­mas concretas, y son estas formas concretas las que configuran el mundo. 2Nadie entiende la naturaleza de su problema, 3pues, de lo contrario, ya no estaría ahí para que él lo pudiese ver. 4La naturaleza misma del problema es que no es un problema. 5Por lo tanto, mientras él lo perciba, no lo podrá percibir tal como es. 6La curación, en cambio, es evidente en situaciones concretas y se generaliza para incluirlas a todas. 7Esto se debe a que todas ellas son realmente la misma situación, a pesar de sus diferentes for­mas. 8La finalidad de todo aprendizaje es la transferencia, la cual se consuma cuando dos situaciones distintas se ven como lo mismo, ya que lo único que se puede encontrar en ellas son ele­mentos comunes. 9Esto, no obstante, sólo lo puede lograr Uno que no ve las diferencias que tú ves. 10No eres tú quien lleva a cabo la transferencia de lo que has aprendido. 11Pero el hecho de que dicha transferencia ya se haya llevado a cabo, a pesar de todas las diferencias que ves, te convence de que esas diferencias no podían ser reales.
9. Tu curación se extenderá y se aplicará a problemas que no creías eran tus problemas. 2Y resultará evidente también que todos tus diferentes problemas se resolverán tan pronto como te hayas librado de uno solo de ellos. 3No puede ser que sus diferen­cias sean las que hayan hecho que esto sea posible, pues el apren­dizaje no puede saltar de una situación a su opuesto y obtener los mismos resultados. 4Toda curación debe proceder de manera ordenada, de acuerdo con leyes que han sido percibidas correcta­mente y que no se han violado. 5No dejes que la manera en que las percibes te haga sentir miedo. 6Estás equivocado, pero hay Alguien dentro de ti que está en lo cierto.
10. Deja, pues, la transferencia de tu aprendizaje en manos de Aquel que realmente entiende sus leyes y que se asegurará de que permanezcan invioladas e ilimitadas. 2Tu papel consiste sim­plemente en aplicarte a ti mismo lo que Él te ha enseñado, el resto corre de Su cuenta. 3Así es como los innumerables testigos de tu aprendizaje te probarán el poder de éste. 4El primer testigo que verás será a tu hermano, pero tras él habrá miles, y tras cada uno de éstos mil más. 5Puede que cada uno de ellos parezca tener un problema distinto del de los demás. 6Mas todos se resolverán al unísono. 7Y su común resolución demostrará que las preguntas no podían haber sido distintas.
11. ¡Que la paz sea contigo a quien se ofrece curación! 2Compren­derás que se te da paz cuando aceptas la curación. 3No necesitas ser consciente de toda su valía para entender que te has benefi­ciado de ella. 4Lo que ocurrió en aquel instante en que el amor entró sin ninguna traza de ataque, permanecerá contigo para siempre. 5Tu curación, así como la de tu hermano, será uno de sus efectos. 6Dondequiera que vayas contemplarás sus múltiples efectos. 7Todos los testigos que contemples, no obstante, serán sólo una fracción de los que realmente existen. 8La infinitud no se puede entender contando todas sus partes separadas. 9Dios te da las gracias por tu curación, pues Él sabe que es un regalo de amor para Su Hijo, y, por lo tanto, un regalo que se le hace a Él.

VI. Los testigos del pecado
1. El dolor demuestra que el cuerpo no puede sino ser real. 2Es una voz estridente y ensordecedora, cuyos alaridos tratan de ahogar lo que el Espíritu Santo dice e impedir que Sus palabras lleguen hasta tu conciencia. 3El dolor exige atención, quitándo­sela así al Espíritu Santo y centrándola en sí mismo. 4Su propó­sito es el mismo que el del placer, pues ambos son medios de otorgar realidad al cuerpo. 5Lo que comparte un mismo propó­sito es lo mismo. 6Esto es lo que estipula la ley que rige todo propósito, el cual une dentro de sí a todos aquellos que lo com­parten. 7El placer y el dolor son igualmente ilusorios, ya que su propósito es inalcanzable. 8Por lo tanto, son medios que no llevan a ninguna parte, pues su objetivo no tiene sentido. 9Y comparten la falta de sentido de que adolece su propósito.
2. El pecado oscila entre el dolor y el placer, y de nuevo al dolor. 2Pues cualquiera de esos testigos es el mismo, y sólo tienen un mensaje: «Te encuentras dentro de este cuerpo, y se te puede hacer daño. 3 También puedes tener placer, pero el costo de éste es el dolor». 4A estos testigos se unen muchos más. 5Cada uno de ellos parece diferente porque tiene un nombre distinto, y así, parece responder a un sonido diferente. 6A excepción de esto, los testigos del pecado son todos iguales. 7Llámale dolor al placer, y dolerá. 8Llámale placer al dolor, y no sentirás el dolor que se oculta tras el placer. 9Los testigos del pecado no hacen sino cam­biar de un término a otro, según uno de ellos ocupa el primer plano y el otro retrocede al segundo. 10Es irrelevante, no obs­tante, cuál de ellos tenga primacía en cualquier momento dado. 11Los testigos del pecado sólo oyen la llamada de la muerte.
3. El cuerpo, que de por sí carece de propósito, contiene todas tus memorias y esperanzas. 2Te vales de sus ojos para ver y de sus oídos para oír, y dejas que te diga lo que siente. 3Mas él no lo sabe. 4Cuando invocas los testigos de su realidad, te repiten única­mente los términos que les proporcionaste para que él los usara. 5No puedes elegir cuál de entre ellos es real, pues cualquiera que elijas es igual que los demás. 6Lo único que puedes hacer es deci­dir llamarlo por un nombre o por otro, pero eso es todo. 7No puedes hacer que un testigo sea verdadero sólo porque lo llames con el nombre de la verdad. 8La verdad se encuentra en él si lo que representa es la verdad. 9De lo contrario, miente, aunque lo invoques con el santo Nombre de Dios Mismo.
4. El Testigo de Dios no ve testigos contra el cuerpo. 2Tampoco presta atención a los testigos que con otros nombres hablan de manera diferente en favor de la realidad del cuerpo. 3Él sabe que no es real. 4Pues nada podría contener lo que tú crees que el cuerpo contiene dentro de sí. 5El cuerpo no puede decirle a una parte de Dios cómo debe sentirse o cuál es su función. 6El Espí­ritu Santo, sin embargo, no puede sino amar aquello que tú tienes en gran estima. 7Y por cada testigo de la muerte del cuerpo, Él te envía un testigo de la vida que tienes en Aquel que no conoce la muerte. 8Cada milagro que Él trae es un testigo de la irrealidad del cuerpo. 9Él cura a éste de sus dolores y placeres por igual, pues todos los testigos del pecado son reemplazados por los Suyos.
5. El milagro no hace distinciones entre los nombres con los que se convocan a los testigos del pecado. 2Demuestra simplemente que lo que ellos representan no tiene efectos. 3Y puede demostrar esto porque sus propios efectos han venido a sustituirlos. 4Sea cual sea el término que hayas utilizado para referirte a tu sufri­miento, 5éste ya no existe. 6Aquel que es portador del milagro percibe que todos ellos son uno y lo mismo, y los llama miedo. 7De la misma manera en que el miedo es el testigo de la muerte, el milagro es el testigo de la vida. 8Es un testigo que nadie puede refutar, pues los efectos que trae consigo son los de la vida. 9Gra­cias a él los moribundos se recuperan, los muertos resucitan y todo dolor desaparece. 10Un milagro, no obstante, no habla en nombre propio, sino sólo en nombre de lo que representa.
6. El amor, asimismo, tiene símbolos en el mundo del pecado. 2El milagro perdona porque representa lo que yace más allá del per­dón, lo cual es verdad. 3¡Cuán absurdo y demente es pensar que un milagro pueda estar limitado por las mismas leyes que vino exclusivamente a abolir! 4Las leyes del pecado tienen diferentes testigos, y cada uno de ellos tiene diferentes puntos fuertes. 5Y estos testigos dan testimonio de diferentes clases de sufrimiento. 6No obstante, para Aquel que envía los milagros a fin de bendecir el mundo, una leve punzada de dolor, un pequeño placer mun­dano o la agonía de la muerte, no son sino el mismo estribillo: una petición de curación, una llamada de socorro en un mundo de sufrimiento. 7De esa similitud es de lo que el milagro da testi­monio. 8Esta similitud es lo que prueba. 9Las leyes que considera­ban que todas esas cosas eran diferentes, son abolidas, lo cual demuestra su impotencia. 10El propósito del milagro es lograr esto. 11Y Dios Mismo ha garantizado el poder de los milagros por razón de lo que atestiguan.
7. Sé, pues, un testigo del milagro, y no de las leyes del pecado. 2No hay necesidad de que sigas sufriendo. 3Pero sí de que sanes, ya que el sufrimiento y la angustia del mundo han hecho que éste sea sordo a su propia necesidad de salvación y liberación.
8. La resurrección del mundo aguarda hasta que sanes y seas feliz, para que puedas demostrar que el mundo ha sanado. 2El instante santo sustituirá todo pecado sólo con que lleves sus efectos contigo. 3Y nadie elegirá sufrir más. 4¿Qué mejor función que ésta podrías servir? 5Sana para que así puedas sanar, y evítate el sufrimiento que conllevan las leyes del pecado. 6Y la verdad te será revelada, por haber elegido que los símbolos del amor ocu­pen el lugar del pecado.

VII. El soñador del sueño
1. Sufrir es poner énfasis en todo lo que el mundo ha hecho para hacerte daño. 2En esto puede verse claramente la versión desca­bellada que el mundo tiene de la salvación. 3Al igual que en un sueño de castigo en el que el soñador no es consciente de lo que provocó el ataque contra él, éste se ve a sí mismo atacado injusta­mente, y por algo que no es él. 4Él es la víctima de ese «algo», una cosa externa a él, por la que no tiene por qué sentirse responsable en absoluto. 5Él debe ser inocente porque no sabe lo que hace, sino sólo lo que le hacen a él. 6Su ataque contra sí mismo, no obstante, aún es evidente, pues es él quien sufre. 7Y no puede escapar porque ve la causa de su sufrimiento fuera de sí mismo.
2. Ahora se te está mostrando que sí puedes escapar. 2Lo único que necesitas hacer es ver el problema tal como es, y no de la manera en que lo has urdido. 3¿Qué otra manera podría haber de resolver un problema que en realidad es muy simple, pero que se ha envuelto en densas nubes de complicación, concebidas para que el problema siguiera sin resolverse? 4Sin las nubes, el pro­blema se vería en toda su elemental simplicidad. 5La elección, entonces, no sería difícil porque una vez que el problema se ve claramente, resulta obvio que es absurdo. 6Nadie tiene dificultad alguna en dejar que un problema sencillo sea resuelto si ve que le está haciendo daño y que se puede resolver fácilmente.
3. El «razonamiento» que da lugar al mundo, sobre el que des­cansa y mediante el cual se mantiene vigente, es simplemente éste: «Tú eres la causa de lo que yo hago. 2Tu sola presencia justifica mi ira, y existes y piensas aparte de mí. 3Yo debo ser el inocente, ya que eres tú el que ataca. 4Y lo que me hace sufrir son tus ataques». 5Todo el que examina este «razonamiento» exactamente como es se da cuenta de que es incongruente y de que no tiene sentido. 6Sin embargo, da la impresión de ser razonable, ya que cierta­mente parece como si el mundo te estuviese hiriendo. 7Y así, no parece necesario buscar la causa más allá de lo obvio.
4. Pero ciertamente hay necesidad de ello. 2La necesidad de libe­rar al mundo de la condenación en la que se halla inmerso es algo que todos los que habitan en él comparten. 3Sin embargo, no reco­nocen esta necesidad común. 4Pues cada uno piensa que si de­sempeña su papel, la condenación del mundo recaerá sobre él. 5Y esto es lo que percibe debe ser su papel en la liberación del mundo. 6La venganza tiene que tener un blanco. 7De lo contrario, el cuchillo del vengador se encontraría en sus propias manos, apuntando hacia sí mismo. 8Pues para poder ser la víctima de un ataque que él no eligió, tiene que ver el arma en las manos de otro. 9Y así, sufre por razón de las heridas que le infligió un cuchillo que él no estaba empuñando.
5. Ése es el propósito del mundo que él ve. 2Y desde este punto de vista, el mundo provee los medios por los que dicho propósito parece alcanzarse. 3Los medios dan testimonio del propósito, pero no son de por sí la causa. 4Ni la causa puede cambiar porque se la vea separada de sus efectos. 5La causa produce los efectos, los cuales dan luego testimonio de ella, no de sí mismos. 6Mira, pues, más allá de los efectos. 7No es en ellos donde radica la causa del sufrimiento y del pecado. 8No centres tu atención en el sufrimiento ni en el pecado, ya que no son sino reflejos de lo que los causa.
6. El papel que juegas en el proceso de salvar al mundo de la condenación es la manera en que te escapas tú. 2Recuerda que el testigo del mundo del mal sólo puede hablar en favor de aquello que vio la necesidad del mal en el mundo. 3Y ahí es donde con­templaste tu culpabilidad por primera vez. 4El primer ataque contra ti mismo tuvo lugar cuando te separaste de tu hermano. 5Y de esto es de lo que el mundo da testimonio. 6No busques otra causa, ni recurras a las poderosas legiones de sus testigos para deshacerla. 7Ellos apoyan la fidelidad que la separación te exige. 8Y a lo que oculta la verdad no es adonde debes dirigirte a fin de encontrar la verdad.
7. Los testigos del pecado ocupan un reducido espacio. 2Y es ahí donde encuentras la causa de la perspectiva que tienes acerca del mundo. 3Hubo un tiempo en que no eras consciente de cuál era la causa de todo lo que el mundo parecía hacerte sin tú haberlo pedido o provocado. 4De lo único que estabas seguro era de que entre las numerosas causas que percibías como responsables de tu dolor y sufrimiento, tu culpabilidad no era una de ellas. 5Ni tampoco eran el dolor y el sufrimiento algo que tú mismo hubie­ses pedido en modo alguno. 6Así es como surgieron todas las ilusiones. 7El que las teje no se da cuenta de que es él mismo quien las urde ni cree que la realidad de éstas dependa de él. 8Cualquiera que sea su causa, es algo completamente ajeno a él, y su mente no tiene nada que ver con lo que él percibe. 9No puede dudar de la realidad de sus sueños porque no se da cuenta del papel que él mismo juega en su fabricación y en hacer que parez­can reales.
8. Nadie puede despertar de un sueño que el mundo esté soñando por él. 2Pues en ese caso él se ha convertido en parte del sueño de otro. 3No puede elegir despertarse de un sueño que él no urdió. 4Es la víctima impotente de un sueño concebido y preciado por otra mente, la cual no se preocupa por él en absoluto, y es tan indiferente a su paz y a su felicidad como lo es el tiempo o la hora del día. 5No lo ama, sino que caprichosamente lo obliga a desem­peñar cualquier papel que satisfaga su sueño. 6Es tan poca su valía que él no es más que una sombra danzante, que sube y baja al compás de un guión disparatado concebido dentro del fútil sueño del mundo.
9. Ésta es la única imagen que puedes ver, la única opción que tienes ante ti, la otra posible causa, si es que tú no eres el soñador de tus propios sueños. 2Y esto es lo que eliges cuando niegas que la causa del sufrimiento esté en tu mente. 3Alégrate de que lo esté, pues de esta manera tú eres el único que puede determinar tu destino en el tiempo. 4Las únicas alternativas que tienes ante ti son o bien una muerte durmiente y sueños de maldad por una parte, o bien un feliz despertar y la alegría de la vida por otra.
10.¿Qué otras alternativas tienes ante ti, sino la vida o la muerte, despertar o dormir, la guerra o la paz, tus sueños o tu realidad? 2Existe el riesgo de pensar que la muerte te puede brindar paz porque el mundo equipara el cuerpo con el Ser que Dios creó. 3No obstante, una cosa jamás puede ser su propio opuesto. 4Y la muerte es lo opuesto a la paz porque es lo opuesto a la vida. 5Y la vida es paz. 6Despierta y olvida todos los pensamientos de muerte, y te darás cuenta de que ya gozas de la paz de Dios. 7Sin embargo, si es cierto que realmente puedes elegir, tienes entonces que ver las causas de las cosas entre las que eliges exactamente como son y dónde se encuentran.
11. ¿Qué elección puede hacerse entre dos estados, cuando sólo se reconoce claramente uno de ellos? 2¿Quién es libre de elegir entre dos efectos, si cree que sólo puede escoger uno de ellos? 3Una elección honesta nunca podría percibirse como una en la que la elección es entre un insignificante tú y un mundo enorme, cuyos sueños acerca de tu verdad son diferentes. 4La brecha que separa a la realidad de los sueños no se encuentra entre lo que el mundo sueña y lo que tú sueñas en secreto. 5Pues en ambos casos se trata del mismo sueño. 6El sueño del mundo no es sino una parte de tu propio sueño de la que te desprendiste y luego viste como si fuese el principio y el final del tuyo. 7No obstante, lo que dio comienzo al sueño del mundo fue tu propio sueño secreto, lo cual no percibes, si bien es lo que causó la parte que ves, de cuya realidad no dudas. 8¿Cómo podrías dudar de ello si aún estás dormido, soñando en secreto que su causa es real?
12. Sueñas que tu hermano está separado de ti, que es un viejo enemigo, un asesino que te acecha en la noche y planea tu muerte, deseando además que sea lenta y atroz. 2Mas bajo este sueño yace otro, en el que tú te vuelves el asesino, el enemigo secreto, el sepultador y destructor de tu hermano así como del mundo. 3He aquí la causa del sufrimiento, la brecha entre tus míseros sueños y tu realidad. 4La pequeña grieta que ni siquiera ves, la cuna de las ilusiones y del miedo, el momento de terror y de un odio ances­tral, el instante del desastre, están todos aquí. 5He aquí la causa de la irrealidad. 6Mas es aquí donde se des-hará.
13. Tú eres el soñador del mundo de los sueños. 2Éste no tiene ninguna otra causa, ni la tendrá jamás. 3Todo lo que aterrorizó al Hijo de Dios y le hizo pensar que había perdido su inocencia, repudiado a su Padre y entrado en guerra consigo mismo no es más que un sueño fútil. 4Mas ese sueño es tan temible y tan real en apariencia, que él no podría despertar a la realidad sin verse inundado por el frío sudor del terror y sin dar gritos de pánico, a menos que un sueño más dulce precediese su despertar y permi­tiese que su mente se calmara para poder acoger -no temer- la Voz que con amor lo llama a despertar; un sueño más dulce, en el que su sufrimiento cesa y en el que su hermano es su amigo. 5Dios dispuso que su despertar fuese dulce y jubiloso, y le pro­porcionó los medios para que pudiese despertar sin miedo.
14.Acepta el sueño que Él te dio en lugar del tuyo. 2No es difícil cambiar un sueño una vez que se ha identificado al soñador. 3Des­cansa en el Espíritu Santo, y permite que Sus dulces sueños reem­placen a los que soñaste aterrorizado, temiéndole a la muerte. 4El Espíritu Santo te brinda sueños de perdón, en los que la elección no es entre quién es el asesino y quién la víctima. 5Los sueños que Él te ofrece no son de asesinatos ni de muerte. 6El sueño de culpa­bilidad está desapareciendo de tu vista, aunque tus ojos están cerrados. 7Una sonrisa ha venido a iluminar tu rostro durmiente. 8Duermes apaciblemente ahora, pues éstos son sueños felices.
15.Sueña dulcemente con tu hermano inocente, quien se une a ti en santa inocencia. 2Y el Mismo Señor de los Cielos despertará a Su Hijo bienamado de este sueño. 3Sueña con la bondad de tu hermano en vez de concentrarte en sus errores. 4Elige soñar con todas las atenciones que ha tenido contigo, en vez de contar todo el dolor que te ha ocasionado. 5Perdónale sus ilusiones y dale gracias por toda la ayuda que te ha prestado. 6Y no desprecies los muchos regalos que te ha hecho sólo porque en tus sueños él no sea perfecto. 7Él representa a su Padre, a Quien ves ofreciéndote tanto vida como muerte.
16.Hermano, lo único que Él da es vida. 2Sin embargo, los regalos que crees que tu hermano te ofrece representan los regalos que sueñas que tu Padre te hace a ti. 3Ve todos los regalos que tu hermano te hace a la luz de la caridad y bondad que se te ofrece. 4Y no dejes que ningún dolor perturbe tu sueño de profunda gratitud por los regalos que te hace.

VIII. El «héroe» del sueño
1. El cuerpo es el personaje central en el sueño del mundo. 2Sin él no hay sueño, ni él existe sin el sueño en el que actúa como si fuese una persona digna de ser vista y creída. 3Ocupa el lugar central de cada sueño en el que se narra la historia de cómo fue concebido por otros cuerpos, cómo vino al mundo externo al cuerpo, cómo vive por un corto tiempo hasta que muere, para luego convertirse en polvo junto con otros cuerpos que, al igual que él, también mueren. 4En el breve lapso de vida que se le ha concedido busca otros cuerpos para que sean sus amigos o sus enemigos. 5Su seguridad es su mayor preocupación; 6su comodi­dad, la ley por la que se rige. 7Trata de buscar placer y de evitar todo lo que le pueda ocasionar dolor. 8Pero por encima de todo, trata de enseñarse a sí mismo que sus dolores y placeres son dos cosas diferentes, y que es posible distinguir entre ellos.
2. El sueño del mundo adopta innumerables formas porque el cuerpo intenta probar de muchas maneras que es autónomo y real. 2Se engalana a sí mismo con objetos que ha comprado con discos de metal o con tiras de papel moneda que el mundo consi­dera reales y de gran valor. 3Trabaja para adquirirlos, haciendo cosas que no tienen sentido, y luego los despilfarra intercambián­dolos por cosas que ni necesita ni quiere. 4Contrata a otros cuer­pos para que lo protejan y para que coleccionen más cosas sin sentido que él pueda llamar suyas. 5Busca otros cuerpos especia­les que puedan compartir su sueño. 6A veces sueña que es un conquistador de cuerpos más débiles que él. 7Pero en algunas fases del sueño, él es el esclavo de otros cuerpos que quieren hacerle sufrir y torturarlo.
3. Las aventuras del cuerpo, desde que nace hasta que muere, son el tema de todo sueño que el mundo jamás haya tenido. 2 El «héroe» de este sueño jamás cambiará, ni su propósito tampoco. 3Y aunque el sueño en sí adopta muchas formas y parece presen­tar una gran variedad de lugares y situaciones en los que su «héroe» cree encontrarse, el sueño no tiene más que un propó­sito, el cual se enseña de muchas maneras. 4Ésta es la lección que trata de enseñar una y otra vez: que el cuerpo es causa y no efecto. 5Y que tú que eres su efecto, no puedes ser su causa.
4. De esta manera, tú no eres el soñador, sino el sueño. 2Y, por lo tanto, deambulas fútilmente entrando y saliendo de lugares y situaciones que él maquina. 3Que esto es todo lo que el cuerpo hace, es cierto, pues no es más que una figura en un sueño. 4 Mas ¿quién reaccionaría ante las figuras de un sueño a no ser que las considerase reales? 5En el instante en que las reconoce como lo que verdaderamente son, éstas dejan de tener efectos sobre él porque entiende que fue él quien les dio los efectos que tienen, al causarlas y hacer que pareciesen reales.
5. ¿Cuán dispuesto estás a escaparte de los efectos de todos los sueños que el mundo jamás haya tenido? 2¿Es tu deseo no permi­tir que ningún sueño parezca ser la causa de lo que haces? 3Exa­minemos, pues, el comienzo del sueño, ya que la parte que ves no es sino la segunda parte, cuya causa se encuentra en la primera. 4Nadie que esté dormido y soñando en el mundo recuerda el ataque que se infligió a sí mismo. 5Nadie cree que realmente hubo un tiempo en el que no sabía nada de cuerpos y en el que no habría podido concebir que este mundo fuese real. 6De otro modo, se habría dado cuenta de inmediato de que estas ideas son una mera ilusión, tan ridículas que no sirven para nada, excepto para reírse de ellas. 7¡Cuán serias parecen ser ahora! 8Y nadie puede recordar aquel entonces cuando habrían sido motivo de risa e incredulidad. 9Pero lo podemos recordar, sólo con que con­templemos directamente su causa. 10Y al hacerlo, veremos que son motivo de risa, no de temor.
6. Devolvámosle al soñador el sueño del que se desprendió, el cual él percibe como algo que le es ajeno y que se le está haciendo a él. 2Una diminuta y alocada idea, de la que el Hijo de Dios olvidó reírse, se adentró en la eternidad, donde todo es uno. 3A causa de su olvido ese pensamiento se convirtió en una idea seria, capaz de lograr algo, así como de tener efectos reales. 4Jun­tos podemos hacer desaparecer ambas cosas riéndonos de ellas, y darnos cuenta de que el tiempo no puede afectar a la eternidad. 5Es motivo de risa pensar que el tiempo pudiese llegar a circuns­cribir a la eternidad, cuando lo que ésta significa es que el tiempo no existe.
7. Una intemporalidad en la que se otorga realidad al tiempo; una parte de Dios que puede atacarse a sí misma; un hermano separado al que se considera un enemigo y una mente dentro de un cuerpo son todos diferentes aspectos de un círculo vicioso, cuyo final empieza en su comienzo y concluye en su causa. 2El mundo que ves te muestra exactamente lo que creíste haber hecho. 3Excepto que ahora crees que lo que hiciste se te está haciendo a ti. 4La culpabilidad que sentiste por lo que habías pen­sado la proyectaste fuera de ti mismo sobre un mundo culpable que es el que entonces sueña tus sueños y piensa tus pensamien­tos por ti. 5Es su venganza la que recae sobre ti, no la tuya propia. 6Te mantiene estrechamente confinado a un cuerpo, al que cas­tiga por todos los actos pecaminosos que éste comete en su sueño. 7Y no puedes hacer que el cuerpo deje de cometer sus actos depravados porque tú no eres su hacedor y, por lo tanto, no puedes controlar sus acciones, su propósito o su destino.
8. El mundo no hace sino demostrar una verdad ancestral: creerás que otros te hacen a ti exactamente lo que tú crees haberles hecho a ellos. 2Y una vez que te hayas engañado a ti mismo culpándolos, no verás la causa de sus actos porque desearás que la culpabilidad recaiga sobre ellos. 3¡Cuán infantil es la insolente maniobra de querer defender tu inocencia descargando tu culpabilidad fuera de ti mismo, aunque sin deshacerte de ella! 4No es fácil percibir tal ironía cuando lo que tus ojos ven a tu alrededor son sus graves consecuencias, mas no su frívola causa. 5Sin causa, sus efectos parecen ciertamente ser tristes y graves. 6Sin embargo, no son más que consecuencias. 7Su causa, en cambio, es lo que no es conse­cuencia de nada, al no ser más que una farsa.
9. El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. 2¿De qué otra manera podría corre­gir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? 3Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riáis juntos por un rato. 4Tú juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. 5Y mediante Su juicio se eliminan los efectos. 6Tal vez vengas con los ojos arrasa­dos en lágrimas, 7mas óyele decir: «Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocu­rrir». 8Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él.
10.El secreto de la salvación no es sino éste: que eres tú el que se está haciendo todo esto a sí mismo. 2No importa cuál sea la forma del ataque, eso sigue siendo verdad. 3No importa quién desem­peñe el papel de enemigo y quién el de agresor, eso sigue siendo verdad. 4No importa cuál parezca ser la causa de cualquier dolor o sufrimiento que sientas, eso sigue siendo verdad. 5Pues no reac­cionarías en absoluto ante las figuras de un sueño si supieses que eres tú el que lo está soñando. 6No importa cuán odiosas y cuán depravadas sean, no podrían tener efectos sobre ti a no ser que no te dieses cuenta de que se trata tan sólo de tu propio sueño.
11.Basta con que aprendas esta lección para que te libres de todo sufrimiento, no importa la forma en que éste se manifieste. 2El Espíritu Santo repetirá esta lección inclusiva de liberación hasta que la aprendas, independientemente de la forma de sufrimiento que te esté ocasionando dolor. 3Esta simple verdad será Su res­puesta, sea cual sea el dolor que lleves ante Él. 4Pues esta res­puesta elimina la causa de cualquier forma de pesar o dolor. 5La forma no afecta Su respuesta en absoluto, pues Él quiere mos­trarte la única causa de todo sufrimiento, no importa cuál sea su forma. 6Y comprenderás que los milagros reflejan esta simple afirmación: «Yo mismo fabriqué esto, y es esto lo que quiero des­hacer».
12. Lleva, pues, toda forma de sufrimiento ante Aquel que sabe que cada una de ellas es como las demás. 2Él no ve diferencias donde no las hay, y te enseñará cuál es la causa de todas ellas. 3Ninguna tiene una causa diferente de las demás, y todas se des­hacen fácilmente con una sola lección que realmente se haya aprendido. 4La salvación es un secreto que sólo tú has ocultado de ti mismo. 5Así lo proclama el universo. 6Pero haces caso omiso de sus testigos 7porque de lo que ellos dan testimonio es algo que prefieres no saber. 8Parecen mantenerla oculta de ti. 9Sin embargo, no necesitas sino darte cuenta de que fuiste tú quien eligió no escuchar ni ver.
13.¡Qué diferente te parecerá el mundo cuando reconozcas esto! 2Cuando le perdones al mundo tu culpabilidad, te liberarás de ella. 3Su inocencia no exige que tú seas culpable, ni tu inocencia se basa en sus pecados. 4Esto es obvio, y es un secreto que no le has ocultado a nadie salvo a ti mismo. 5Y es esto lo que te ha mantenido separado del mundo y lo que ha mantenido a tu her­mano separado de ti. 6Ahora sólo necesitas reconocer que los dos sois o inocentes o culpables. 7Lo que es imposible es que seáis diferentes el uno del otro; o que seáis ambas cosas. 8Este es el único secreto que aún te queda por aprender. 9Mas no será un secreto que has sanado.

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