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SEMANA 15- EJERCICIOS 99 AL 105

Imagen Curso de Milagros

Un Curso de Milagros- Ejercicios

Fundación para la Paz Interior
Traducido por Rosa M. G. De Wynn y Fernando Gómez

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SEMANA 15 – EJERCICIOS DEL 99 AL 105

Primera parte


LECCIÓN 99
La salvación es mi única función aquí.
1. La salvación y el perdón son lo mismo. 2Ambas cosas implican que algo anda mal, algo de lo cual es necesario que se nos salve y se nos perdone; algo impropio que necesita corrección; algo aparte o diferente de la Voluntad de Dios. 3Ambos términos, por lo tanto, implican algo totalmente imposible, pero que, sin embargo, ha ocurrido, dando lugar a un estado de aparente con­flicto entre lo que es y lo que nunca podría ser.
2. La verdad y las ilusiones están ahora a la par, pues ambas han ocurrido. 2Lo imposible se convierte en aquello de lo que se te necesita salvar y perdonar. 3La salvación se convierte ahora en la zona fronteriza entre la verdad y las ilusiones. 4Refleja la verdad porque es el medio a través del cual puedes escaparte de las ilu­siones. 5No obstante, no es la verdad porque cancela lo que nunca ocurrió.
3. ¿Cómo podría haber un punto de encuentro en el que la tierra y el Cielo se pudiesen reconciliar dentro de una mente en la que ambos existen? 2La mente que ve ilusiones piensa que éstas son reales. 3Existen en cuanto que son pensamientos. 4Sin embargo, no son reales porque la mente que piensa estos pensamientos se encuentra separada de Dios.
4. ¿Qué podría unir a la mente y a los pensamientos separados con la Mente y el Pensamiento que están eternamente unidos? 2¿Qué plan podría reconocer las necesidades que plantean las ilu­siones y proponer medios con los que eliminarlas sin ataque o ápice alguno de dolor, y no violar la verdad? 3¿Qué podría ser este plan sino un Pensamiento de Dios mediante el cual se pasa por alto lo que nunca ocurrió y se olvidan los pecados que nunca fueron reales?
5. El Espíritu Santo conserva este plan de Dios en la Mente de Dios y en la tuya, exactamente como lo recibió de Él. 2Dicho plan no tiene nada que ver con el tiempo toda vez que su Fuente es intemporal. 3No obstante, opera dentro del tiempo debido a tu creencia de que el tiempo es real. 4El Espíritu Santo contempla impasible lo que tú ves: el pecado, el dolor y la muerte, así como la aflicción, la separación y la pérdida. 5Mas Él sabe que hay algo que no puede sino seguir siendo verdad: que Dios sigue siendo Amor, y que eso que ves no es Su Voluntad.
6. Éste es el Pensamiento que lleva las ilusiones a la verdad, donde las ve como apariencias tras las cuales se encuentra lo inmutable y lo seguro. 2Éste es el Pensamiento que salva y per­dona, pues no pone su fe en lo que no fue creado por la única Fuente que conoce. 3Éste es el Pensamiento cuya función es sal­var asignándote a ti su función. 4La salvación es tu función, junto con Aquel a Quien se le confió el plan. 5Ahora se te confía a ti junto con Él. 6Él tiene una respuesta para todas las apariencias sea cual sea la forma, el tamaño, el volumen o los atributos que parezcan tener, y es ésta:
7La salvación es mi única función aquí.
8Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.
7. Tú que aún has de obrar milagros, asegúrate de practicar bien la idea de hoy. 2Trata de percibir la fuerza de lo que dices, pues en esas palabras radica tu libertad. 3Tu Padre te ama. 4El mundo del dolor no es Su Voluntad. 5Perdónate a ti mismo el pensamiento de que eso fue lo que Él deseó para ti. 6Deja entonces que el Pensa­miento con el que Él reemplazó todos tus errores se adentre en los sombríos lugares de tu mente que pensó los pensamientos que nunca fueron Su Voluntad.
8. Esa parte de tu mente le pertenece a Dios, al igual que el resto. 2Dicha parte no tiene pensamientos solitarios, ni los hace reales ocultándolos de Él. 3Deja pasar la luz, y ningún obstáculo te impe­dirá ver lo que Él dispone para ti. 4Pon al descubierto tus secretos ante Su benévola luz y observa cuán intenso es el fulgor con el que dicha luz todavía resplandece sobre ti.
9. Practica con Su Pensamiento hoy, y deja que Su luz busque e ilumine todo rincón tenebroso, y que al brillar a través de ellos los una al resto. 2La Voluntad de Dios es que tu mente sea una con la Suya. 3La Voluntad de Dios es tener solamente un Hijo. 4La Voluntad de Dios es que Su único Hijo eres tú. 5Reflexiona sobre estas cosas durante las prácticas de hoy, y da comienzo a la lec­ción que vamos a aprender hoy con estas instrucciones relativas a la verdad:
6La salvación es mi única función aquí.
7La salvación y el perdón son lo mismo.
8Dirígete entonces a Aquel que comparte contigo tu función aquí, y permítele que te enseñe lo que necesitas aprender para poder dejar de lado todo miedo y reconocer a tu Ser como un amor que no tiene opuesto en ti.
10. Perdona todo pensamiento que se oponga a la verdad de tu compleción, unidad y paz. 2No puedes perder los regalos que tu Padre te dio. 3No es tu deseo ser otro ser. 4No tienes ninguna función que no, sea de Dios. 5Perdónate a ti mismo la que crees haber inventado. 6El perdón y la salvación son lo mismo. 7Per­dona lo que inventaste y te habrás salvado.
11. Hay un mensaje especial para hoy que tiene el poder de elimi­nar para siempre de tu mente cualquier forma de duda o de temor. 2Si te asalta la tentación de creer que son reales, recuerda que las apariencias no pueden resistirse a la verdad que encie­rran estas poderosas palabras:
3La salvación es mi única función aquí.
4Dios sigue siendo Amor, y esto no es Su Voluntad.
12. La única función que tienes te dice que eres uno. 2Recuérdate esto a ti mismo durante los intervalos de tiempo que transcurren entre los períodos en que das cinco minutos para compartirlos con Aquel que comparte el plan de Dios contigo. 3Recuérdate a ti mismo lo siguiente:
4La salvación es mi única función aquí.
5De esta manera, depositas el perdón en tu mente y dejas que todo temor sea suavemente descartado, para que el amor pueda encon­trar el lugar donde le corresponde estar en ti y mostrarte que tú eres el Hijo de Dios.

LECCIÓN 100
Mi papel en el plan de salvación de Dios es esencial.
1. Del mismo modo en que el Hijo de Dios completa a su Padre, así también tu papel en el plan de tu Padre completa dicho plan. 2La salvación tiene que invertir la descabellada creencia en pensa­mientos y cuerpos separados, que viven vidas separadas y reco­rren caminos separados. 3Cuando mentes separadas comparten una sola función, se unen en un solo propósito, pues cada una de ellas es igualmente esencial para todas las demás.
2. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad. 2¿Por qué habrías de querer ir en contra de Su Voluntad? 3El papel que Él ha reservado para ti en el desarrollo de Su plan se te da para que puedas ser restituido a lo que Él dispone. 4Este papel es tan esen­cial para Su plan como para tu felicidad. 5Tu dicha tiene que ser total para que aquellos a los que Él te envía puedan entender Su plan. 6Ellos verán su función en tu radiante faz, y en tu risa feliz oirán a Dios llamándoles.
3. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Sin tu dicha, la Suya no es total. 3Sin tu sonrisa, el mundo no se puede salvar. 4Mientras la tristeza se abata sobre ti, la luz que el Propio Dios designó como el medio para salvar al mundo se atenúa y pierde su fulgor, y nadie ríe porque toda risa no es sino el eco de la tuya.
4. Eres ciertamente esencial en el plan de Dios. 2Del mismo modo en que tu luz aumenta el fulgor de todas las luces que brillan en el Cielo, así también tu dicha en la tierra exhorta a todas las men­tes a abandonar sus pesares y a ocupar su puesto junto a ti en el plan de Dios. 3Los mensajeros de Dios rebosan de dicha, y su júbilo sana todo pesar y desesperación. 4Ellos son la prueba de que lo que la Voluntad de Dios dispone para todos los que acep­tan los regalos de su Padre como propios es perfecta felicidad.
5. Hoy no permitiremos que la tristeza se abata sobre nosotros. 2Pues en tal caso, no estaríamos asumiendo el papel que tan esen­cial es para el plan de Dios y para nuestra visión. 3La tristeza es señal de que prefieres desempeñar otro papel en lugar del que Dios te ha encomendado. 4Y así, no le muestras al mundo cuán grande es la felicidad que Él dispone para ti, y, por consiguiente, no reconoces que ya dispones de ella.
6. Hoy trataremos de comprender que la dicha es nuestra función aquí. 2Si te dejas abatir por la tristeza, no sólo no estarás cum­pliendo tu función, sino que estarás privándote a ti mismo de dicha y al mundo también. 3Dios te pide que seas feliz para que el mundo pueda ver cuánto ama Él a Su Hijo y que Su Voluntad es que ningún pesar menoscabe su dicha ni que ningún miedo lo acose y perturbe su paz. 4Tú eres hoy el mensajero de Dios. 5Brindas Su felicidad a todo aquel que contemplas y Su paz a todo aquel que al contemplarte ve Su mensaje en tu feliz semblante.
7. Hoy nos prepararemos para esto durante las sesiones de prác­tica de cinco minutos, dejando que la felicidad brote en nosotros tal como dispone la Voluntad de nuestro Padre y la nuestra. 2Comienza los ejercicios con el pensamiento que la idea de hoy presenta. 3Luego comprende que tu papel es ser feliz. 4Esto es lo único que se te pide a ti o a cualquiera que desee ocupar el lugar que le corresponde entre los mensajeros de Dios. 5Piensa en lo que esto significa. 6Estabas ciertamente equivocado al creer que se te estaba exigiendo algún sacrificio. 7De acuerdo con el plan de Dios tan solo puedes recibir, sin jamás perder nada, hacer sacrificio alguno o morir.
8. Tratemos ahora de encontrar esa dicha que nos demuestra a nosotros, así como a todo el mundo, lo que la Voluntad de Dios dispone para nosotros. 2Tu función es encontrarla aquí, y encontrarla ahora. 3Para eso viniste. 4¡Ojalá que hoy sea el día en que lo logres! 5Busca en lo profundo de tu ser, sin dejarte desanimar por los pensamientos pueriles y metas absurdas que pasas de largo a medida que asciendes para encontrarte con el Cristo en ti.
9. Él estará allí. 2Y tú puedes llegar a Él ahora. 3¿Qué otra cosa preferirías contemplar en lugar de Aquel que aguarda para que tú lo contemples? 4¿Qué pensamiento pueril podría detenerte? 5¿Qué meta absurda podría impedirte triunfar cuando es Dios Mismo Quien te llama?
10. Él estará allí. 2Eres esencial en Su plan. 3Hoy eres Su mensajero. 4Y tienes que encontrar lo que Él quiere que des. 5No te olvides de la idea de hoy entre las sesiones de práctica de cada hora. 6Es tu Ser Quien te llama hoy. 7Y es a Él a Quien respondes cada vez que te dices a ti mismo que eres esencial en el plan de Dios para la salvación del mundo.

LECCIÓN 101
La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
1. Hoy continuaremos con el tema de la felicidad. 2Esta idea es esencial para poder comprender el significado de la salvación. 3Todavía crees que la salvación requiere que sufras como peni­tencia por tus «pecados». 4Pero no es así. 5No obstante, no podrás evitar pensar que lo es, mientras sigas creyendo que el pecado es real y que el Hijo de Dios puede pecar.
2. Si el pecado es real, entonces el castigo es justo e ineludible. 2La salvación, por lo tanto, sólo se puede obtener mediante el sufrimiento. 3Si el pecado es real, la felicidad no puede sino ser una ilusión, pues ambas cosas no pueden ser verdad. 4Los que pecan sólo merecen muerte y dolor, y por eso es por lo que cla­man. 5Pues saben que eso es lo que les espera, y que los buscará y que en algún punto y en algún lugar los encontrará, de modo que puedan saldar la deuda que tienen con Dios. 6Debido a su terror, tratan de escaparse de Él. 7Mas Él los seguirá persiguiendo y ellos no podrán escapar.
3. Si el pecado es real, la salvación tiene que ser el dolor. 2El dolor es el costo del pecado, y si el pecado es real el sufrimiento es inevitable. 3La salvación no puede sino ser temible, pues mata, aunque lentamente, y antes de otorgar el deseado favor de la muerte a las víctimas que están casi en los huesos antes de haber sido apaciguada, los despoja de todo. 4Su ira es insaciable e in­clemente, aunque totalmente justa.
4. ¿Quién buscaría un castigo tan brutal? 2¿Quién no huiría de la salvación, intentando por todos los medios ahogar la Voz que se la ofrece? 3¿Por qué habría de tratar de escuchar y aceptar Su ofrecimiento? 4Si el pecado es real, lo que le ofrece es la muerte, que le inflige cruelmente para que esté a la par de los perversos deseos de donde nace el pecado. 5Si el pecado es real, la salvación se ha vuelto tu enemigo acérrimo, la maldición de Dios contra ti que crucificaste a Su Hijo.
5. Hoy necesitas las sesiones de práctica. 2Los ejercicios te enseñan que el pecado no es real y que todo lo que crees que inevitable­mente ha de ocurrir como consecuencia de él jamás podrá suce­der, pues carece de causa. 3Acepta la Expiación con una mente receptiva que no abrigue la creencia de que has hecho del Hijo de Dios un demonio. 4El pecado no existe. 5Practicaremos hoy este pensamiento tan a menudo como nos sea posible, pues es la base de la idea de hoy.
6. La Voluntad de Dios para ti es perfecta felicidad, toda vez que el pecado no existe y el sufrimiento no tiene causa. 2La dicha es justa, y el dolor no es sino señal de que te has equivocado con respecto a ti mismo. 3No tengas miedo de la Voluntad de Dios. 4Por el contrario, ampárate en ella con la absoluta confianza de que te liberará de todas las consecuencias que el pecado ha for­jado en tu febril imaginación. 5Di:
6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7El pecado no existe ni tiene consecuencias.
8Así es como debes dar comienzo a tus sesiones de práctica. aLuego intenta otra vez encontrar la dicha que estos pensamientos le brin­darán a tu mente.
7. Da gustosamente estos cinco minutos, para eliminar la pesada carga que te has echado encima al abrigar la demente creencia de que el pecado es real. 2Escápate hoy de la locura. 3Ya estás firme­mente plantado en el camino que conduce a la libertad, y ahora la idea de hoy te da alas para acelerar tu progreso y esperanza para que vayas aún más deprisa hacia la meta de paz que te aguarda. 4El pecado no existe. 5Recuerda esto hoy, y repite en silencio tan a menudo como puedas:
6La Voluntad de Dios para mí es perfecta felicidad.
7Ésa es la verdad, pues el pecado no existe.

LECCIÓN 102
Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.
1. Tú no quieres sufrir. 2Tal vez creas que el sufrimiento te puede aportar algo, y puede que en cierta medida todavía creas que te aporta algo que deseas. 3Esta creencia, no obstante, ha quedado sin duda quebrantada ahora, por lo menos lo suficiente como para permitirte ponerla en duda y empezar a sospechar que en realidad no tiene sentido. 4Aún no ha desaparecido, mas ya no tiene las raíces que en un tiempo la sujetaban con firmeza a los ocultos y tenebrosos recovecos de tu mente.
2. Hoy trataremos de disminuir aún más su debilitado agarre, y de darnos cuenta de que el dolor no tiene objeto, ni causa, ni poder alguno con que lograr nada. 2No puede aportarte nada en absoluto. 3No te ofrece nada y no existe. 4Y todo lo que crees que te ofrece es tan inexistente como él. 5Has sido esclavo de algo que no es nada. 6Sé libre hoy de unirte a la feliz Voluntad de Dios.
3. Durante varios días continuaremos dedicando nuestras sesio­nes de práctica a llevar a cabo ejercicios que han sido diseñados para ayudarte a encontrar la felicidad que la Voluntad de Dios ubicó en ti. 2Ahí se encuentra tu hogar y tu seguridad. 3Ahí se encuentra tu paz y ahí no hay miedo. 4Ahí se encuentra la salva­ción. 5Ahí por fin encuentras descanso.
4. Da comienzo hoy a tus sesiones de práctica con esta declara­ción de que aceptas lo que la Voluntad de Dios dispone para ti:
2Comparto con Dios Su Voluntad de que yo sea feliz.
aY acepto ahora la felicidad como mi función.
3Busca entonces esa función en lo más recóndito de tu mente, pues está ahí, esperando tan sólo tu decisión. 4No puedes dejar de encontrarla una vez que te des cuenta de que ésa es tu deci­sión y de que compartes con Dios Su Voluntad.
5. Sé feliz, pues tu única función aquí es la felicidad. 2No tienes por qué ser menos amoroso con el Hijo de Dios que Aquel Cuyo Amor lo creó tan amoroso como Él Mismo. 3Además de estos descansos de cinco minutos cada hora, haz frecuentes pausas hoy para decirte a ti mismo que ahora has aceptado la felicidad como tu única función aquí. 4Y ten por seguro que al hacer esto te esta­rás uniendo a la Voluntad de Dios.

LECCIÓN 103
Dios, al ser Amor, es también felicidad.
1. La felicidad es un atributo del amor. 2No se puede separar de él 3ni experimentarse donde éste no está. 4El amor no tiene límites, al estar en todas partes. 5La dicha, por consiguiente, está asimismo en todas partes. 6Mas la mente puede negar que esto es así, al creer que hay brechas en el amor por donde el pecado puede infil­trarse y acarrear dolor en lugar de dicha. 7Esta absurda creencia pretende limitar la felicidad al definir al amor como algo limitado, e introducir desacuerdo en lo que no tiene límites ni opuestos.
2. De este modo, se asocia el miedo con el amor, y sus resultados se convierten en el patrimonio de aquellas mentes que piensan que lo que han hecho es real. 2Estas imágenes, desprovistas de toda realidad, dan testimonio del temor a Dios, olvidándose de que, al ser Dios Amor, tiene que ser también dicha. 3Hoy tratare­mos nuevamente de llevar este error básico ante la verdad y de enseñarnos a nosotros mismos que:
4Dios, al ser Amor, es también felicidad.
5Tener miedo de Él es tener miedo de la dicha.
6Comienza tus sesiones de práctica de hoy con esta asociación que corrige la falsa creencia de que Dios es miedo. 7Subraya asi­mismo que la felicidad es tu patrimonio por razón de lo que es Él.
3. Permite hoy que esta corrección sea colocada en tu mente en cada hora de vigilia. 2Da la bienvenida entonces a toda la felici­dad que dicha corrección brinda a medida que la verdad reem­plaza al miedo, y la dicha se convierte en lo que esperas ha de ocupar el lugar del dolor. 3Dado que Dios es Amor, se te conce­derá. 4Refuerza esa esperanza a menudo a lo largo del día, y aca­lla todos tus temores con la siguiente expresión de certeza, la cual es benévola y completamente cierta:
5Dios, al ser Amor, es también felicidad.
6Y la felicidad es lo que busco hoy.
7No puedo fracasar, pues lo que busco es la verdad.

LECCIÓN 104
Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.
1. La idea de hoy continúa con el tema de que la dicha y la paz no son sueños vanos. 2Tienes derecho a ellos por razón de lo que eres. 3Te llegan procedentes de Dios, Quien no puede dejar de darte lo que Él dispone. 4Pero primero tiene que haberse preparado un lugar donde recibir Sus dones. 5Pues éstos no son bien acogidos por la mente que ha aceptado los regalos que ella misma fabricó allí donde sólo a los de Dios les corresponde estar.
2. Hoy queremos deshacernos de cuanto regalo inútil nosotros mismos hayamos fabricado y depositado ante el santo altar donde sólo a los dones de Dios les corresponde estar. 2Sus dones son los que en verdad son nuestros. 3Sus dones son los que here­damos desde antes de que el tiempo comenzara, y los que segui­rán siendo nuestros después de que el tiempo haya pasado a ser eternidad. 4Sus dones son los que se encuentran en nosotros ahora, pues son intemporales. 5Y no tenemos que esperar a que sean nuestros. 6Son nuestros hoy.
3. Elegimos, por lo tanto, tenerlos ahora, sabiendo que al elegirlos en lugar de lo que nosotros mismos hemos fabricado, no estamos sino uniendo nuestra voluntad a la de Dios y reconociendo que ambas disponen lo mismo. 2Nuestros períodos de práctica más prolongados de hoy, los cinco minutos que cada hora le dedica­mos a la verdad para tu salvación, deben comenzar con lo siguiente:
3Busco únicamente lo que en verdad me pertenece, y la dicha y la paz son mi herencia.
4Deja a un lado entonces los conflictos mundanos que ofrecen otros regalos y otros objetivos que sólo pueden perseguirse en un mundo de sueños y que se componen de ilusiones, de las cuales dan testimonio.
4. Dejamos todo esto a un lado y, en su lugar, buscamos aquello que verdaderamente es nuestro cuando pedimos poder recono­cer lo que Dios nos ha dado. 2Despejamos en nuestras mentes un santo lugar ante Su Altar, en el que Sus dones de paz y felicidad son bien recibidos y al que venimos a encontrar lo que Él nos ha dado. 3Venimos llenos de confianza hoy, conscientes de que lo que Él da es lo que en verdad nos pertenece. 4Y ya no deseamos nada más, pues no hay nada más que en verdad nos pertenezca.
5. De esta manera, despejamos hoy el camino para Él, al recono­cer simplemente que Su Voluntad ya se ha cumplido y que la dicha y la paz nos pertenecen por ser Sus eternos dones. 2No nos permitiremos perderlos de vista entre cada uno de los períodos en que venimos a buscarlos allí donde Él los depositó. 3Traere­mos a la memoria el siguiente recordatorio tan a menudo como podamos:
4Busco únicamente lo que en verdad me pertenece.
5Lo único que quiero son los dones de dicha y paz de Dios.

LECCIÓN 105
Mías son la paz y la dicha de Dios.
1. La paz y la dicha de Dios te pertenecen. 2Hoy las aceptaremos, sabiendo que son nuestras. 3Y trataremos de entender que estos regalos se multiplican a medida que los recibimos. 4No son como los regalos que el mundo da, en los que el que hace el regalo pierde al darlo, y el que lo recibe se enriquece a costa de la pér­dida del que se lo dio. 5Eso no son regalos, sino regateos que se hacen con la culpabilidad. 6Los regalos que verdaderamente se dan no entrañan pérdida alguna. 7Es imposible que alguien pueda ganar a costa de la pérdida de otro. 8Ello implicaría un límite y una condición de insuficiencia.
2. Ésa no es la manera de hacer regalos. 2Tales «regalos» no son sino tratos que se hacen con vistas a obtener algo más valioso; préstamos con intereses que se tienen que pagar en su totalidad; créditos a corto plazo, en los que el que recibió el regalo se com­promete a pagar con creces lo recibido. 3Esta extraña distorsión de lo que significa dar impera en todos los niveles del mundo que ves. 4Priva de todo sentido a cualquier regalo que das, y hace que los que aceptas no te aporten nada.
3. Uno de los principales objetivos de aprendizaje de este curso es invertir tu concepto de lo que es dar, de modo que puedas recibir. 2Pues dar se ha convertido en una fuente de temor, y, así, evitas emplear el único medio a través del cual puedes recibir. 3Acepta la paz y la dicha de Dios, y aprenderás a ver lo que es un regalo de otra manera. 4Los regalos de Dios no disminuyen cuando se dan. 5Por el contrario, se multiplican.
4. De la misma manera en que la paz y la dicha del Cielo se inten­sifican cuando las aceptas como los regalos que Dios te da, así también la dicha de tu Creador aumenta cuando aceptas como tuyas Su dicha y Su paz. 2Dar verdaderamente equivale a crear. 3Extiende lo que no tiene límites a lo ilimitado, la eternidad hasta la intemporalidad y el amor hasta sí mismo. 4Añade a todo lo que ya está completo, mas no en el sentido de añadir más, pues eso implicaría que antes era menos. 5Añade en el sentido de que per­mite que lo que no puede contenerse a sí mismo cumpla su come­tido de dar todo lo que tiene, asegurándose así de que lo poseerá para siempre.
5. Acepta hoy la paz y la dicha de Dios como tuyas. 2Permite que Él se complete a Sí Mismo, tal como Él define lo que es estar com­pleto. 3Comprenderás que lo que le brinda compleción a Él se la brinda también a Su Hijo. 4Él no puede dar a través de pérdidas. 5Ni tú tampoco. 6Acepta hoy Su regalo de dicha y de paz, y Él te dará las gracias por el regalo que le haces.
6. Nuestras sesiones de práctica de hoy comenzarán de manera ligeramente distinta. 2Da comienzo al día pensando en aquellos hermanos a quienes les has negado la paz y la dicha a las que tienen derecho de acuerdo con las equitativas leyes de Dios. 3Al negárselas a ellos fue cuando te las negaste a ti mismo. 4Y a ese punto es adonde tienes que volver para reivindicarlas como pro­pias.
7. Piensa en tus ‘enemigos’ por un rato y dile a cada uno de ellos según cruce tu mente:
2Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.
3De esta manera te preparas para reconocer los regalos que Dios te ha dado, y permites que tu mente se libre de todo lo que te podría impedir triunfar hoy. 4Ahora estás listo para aceptar el regalo de paz y de dicha que Dios te ha dado. 5Ahora estás listo para experimentar la dicha y la paz que te has negado a ti mismo. 6Ahora puedes decir: «Mías son la paz y la dicha de Dios», pues has dado lo que quieres recibir.
8. Si preparas tu mente tal como te hemos indicado, no podrás sino tener éxito hoy. 2Pues habrás permitido que se levanten todas las barreras que te separan de la paz y de la dicha, y que por fin te llegue lo que es tuyo. 3Di, pues, para tus adentros: «Mías son la paz y la dicha de Dios» ; cierra los ojos por un rato y deja que Su Voz te asegure que las palabras que pronuncias son verdad.
9. Pasa hoy cinco minutos con Él de esta manera cada vez que puedas, pero no creas que menos tiempo de eso no tiene valor cuando no le puedas dedicar más. 2Cuando menos, acuérdate de repetir cada hora las palabras que lo exhortan a que te dé lo que es Su Voluntad dar y lo que es Su Voluntad que tú recibas. 3Pro­ponte hoy no interferir en Sus designios. 4Y si algún hermano pareciese tentarte a que le niegues el regalo que Dios le ha hecho, considera eso como una oportunidad más para permitirte a ti mismo aceptar los regalos de Dios como tuyos. 5Bendice entonces a tu hermano lleno de agradecimiento y di:
6Hermano, te ofrezco paz y dicha para que la paz y la dicha de Dios sean mías.

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Fundación para la Paz Interior
Traducido por Rosa M. G. De Wynn y Fernando Gómez

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Capítulo 15

EL INSTANTE SANTO

I. Los dos usos del tiempo
1. ¿Puedes imaginarte lo que sería no tener inquietudes, preocu­paciones ni ansiedades de ninguna clase, sino simplemente gozar de perfecta calma y sosiego todo el tiempo? 2Ése es, no obstante, el propósito del tiempo: aprender justamente eso y nada más. 3El Maestro de Dios no puede sentirse satisfecho con Sus enseñanzas hasta que éstas no constituyan lo único que sabes. 4Su función docente no se consumará hasta que no seas un alumno tan dedi­cado que sólo aprendas de Él. 5Cuando eso haya ocurrido, ya no tendrás necesidad de un maestro, ni de tiempo en el que aprender.
2. La razón del aparente desaliento del que tal vez padezcas es tu creencia de que ello toma tiempo y de que los resultados de las enseñanzas del Espíritu Santo se encuentran en un futuro remoto. 2Sin embargo, no es así, 3pues el Espíritu Santo usa el tiempo a Su manera, y no está limitado por él. 4Él tiempo es Su amigo a la hora de enseñar. 5No causa deterioro en Él como lo hace en ti. 6Todo el deterioro que el tiempo parece ocasionar se debe únicamente a tu identificación con el ego, que se vale del tiempo para reforzar su creencia en la destrucción. 7El ego, al igual que el Espíritu Santo, se vale del tiempo para convencerte de la inevitabilidad del obje­tivo y del final del aprendizaje. 8Él objetivo del ego es la muerte, que es su propio fin. 9Mas el objetivo del Espíritu Santo es la vida, la cual no tiene fin.
3.El ego es un aliado del tiempo, pero no un amigo. 2Pues descon­fía tanto de la muerte como de la vida, y lo que desea para ti, él no lo puede tolerar. 3Él ego te quiere ver muerto, pero él no quiere morir., 4El resultado de esta extraña doctrina no puede ser otro, por lo tanto, que el de convencerte de que él te puede perseguir más allá de la tumba. 5Y al no estar dispuesto a que ni siquiera en la muerte encuentres paz, te ofrece inmortalidad en el infierno. 6Te habla del Cielo, pero te asegura que el Cielo no es para ti. 7Pues, ¿qué esperanzas pueden tener los culpables de ir al Cielo?,
4. Creer en el infierno es ineludible para aquellos que se identifi­can con el ego. 2Sus pesadillas y sus miedos están asociados con él. 3El ego te enseña que el infierno está en el futuro, pues ahí es hacia donde todas sus enseñanzas apuntan. 4Su objetivo es el infierno. 5Pues aunque tiene por finalidad la muerte y la disolu­ción, él mismo no cree en ello. 6El objetivo de muerte que ansía para ti, le deja insatisfecho. 7Nadie que siga sus enseñanzas puede estar libre del miedo a la muerte. 8Sin embargo, si se pensase en la muerte simplemente como el fin del dolor, ¿se le tendría miedo? 9Hemos visto antes esta extraña paradoja en el sistema de pensamiento del ego, pero nunca tan claramente como aquí. 10Pues el ego tiene que dar la impresión de que mantiene al miedo alejado de ti para conservar tu fidelidad. 11Pero tiene que generar miedo para protegerse a sí mismo. 12Una vez más, el ego intenta, y lo logra con demasiada frecuencia, hacer ambas cosas, valiéndose de la disociación para mantener sus metas contradictorias unidas, de manera que parezcan estar en armonía. 13El ego enseña, por lo tanto, que la muerte es el final en lo que respecta a cualquier espe­ranza de alcanzar el Cielo. 14Sin embargo, puesto que tú y el ego no podéis estar separados, y puesto que él no puede concebir su propia muerte, te seguirá persiguiendo porque la culpabilidad es eterna. 15Tal es la versión que el ego tiene de la inmortalidad. 16Y eso es lo que su versión del tiempo apoya.
5. El ego enseña que el Cielo está aquí y ahora porque el futuro es el infierno. 2Hasta cuando ataca tan despiadadamente que trata de quitarle la vida al que cree que su voz es la única que existe, incluso a ése le habla del infierno. 3Pues le dice que el infierno está también aquí, y lo incita a que salte del infierno al olvido total. 4El único tiempo que el ego le permite contemplar a cual­quiera con ecuanimidad es el pasado. 5Mas el único valor de éste es que no existe.
6. ¡Cuán desolado y desesperante es el uso que el ego hace del tiempo! 2¡Y cuán aterrador! 3Pues tras su fanática insistencia de que el pasado y el futuro son lo mismo se oculta una amenaza a la paz todavía más insidiosa. 4El ego no hace alarde de su amenaza final, pues quiere que sus devotos sigan creyendo que les puede ofrecer una escapatoria. 5Pero la creencia en la culpabilidad no puede sirio conducir a la creencia en el infierno, y eso es lo que siempre hace. 6De la única manera en que el ego permite que se experimente el miedo al infierno es trayendo el infierno aquí, pero siempre como una muestra de lo que te espera en el futuro. 7Pues nadie que se considere merecedor del infierno puede creer que su castigo acabará convirtiéndose en paz.
7. El Espíritu Santo enseña, por lo tanto, que el infierno no existe. 2El infierno es únicamente lo que el ego ha hecho del presente. 3La creencia en el infierno es lo que te impide comprender el presente, pues tienes miedo de éste. 4El Espíritu Santo conduce al Cielo tan ineludiblemente como el ego conduce al infierno. 5Pues el Espíritu Santo, que sólo conoce el presente, se vale de éste para desvanecer el miedo con el que el ego quiere inutilizar el pre­sente. 6Tal como el ego usa el tiempo, es imposible librarse del miedo. 7Pues el tiempo, de acuerdo con las enseñanzas del ego, no es sino un recurso de enseñanza para incrementar la culpabili­dad hasta que ésta lo envuelva todo y exija eterna venganza.
8. El Espíritu Santo quiere desvanecer todo esto ahora. 2No es el presente lo que da miedo, sino el pasado y el futuro, mas éstos no existen. 3El miedo no tiene cabida en el presente cuando cada instante se alza nítido y separado del pasado, sin que la sombra de éste se extienda hasta el futuro. 4Cada instante es un nacimiento inmaculado y puro en el que el Hijo de Dios emerge del pasado al presente. 5Y el presente se extiende eternamente. 6Es tan bello, puro e inocente, que en él sólo hay felicidad. 7En el presente no se recuerda la oscuridad, y lo único que existe es la inmortalidad y la dicha.
9. Esta lección no requiere tiempo para aprenderse. 2Pues, ¿qué es el tiempo sin pasado ni futuro? 3El que te hayas descarriado tan completamente ha requerido tiempo, pero ser lo que eres no requiere tiempo en absoluto. 4Empieza a usar el tiempo tal como lo hace el Espíritu Santo: como un instrumento de enseñanza para alcanzar paz y felicidad. 5Elige este preciso instante, ahora mismo, y piensa en él como si fuese todo el tiempo que existe. 6En él nada del pasado te puede afectar, y es en él donde te encuentras completamente absuelto, complemente libre y sin condenación alguna. 7Desde este instante santo donde tu santidad nace de nuevo, seguirás adelante en el tiempo libre de todo temor y sin experimentar ninguna sensación de cambio con el paso del tiempo.
10.El tiempo es inconcebible sin cambios, mas la santidad no cam­bia. 2Aprende de este instante algo más que el simple hecho de que el infierno no existe. 3En este instante redentor reside el Cielo. 4Y el Cielo no cambiará, pues nacer al bendito presente es librarse de los cambios. 5Los cambios son ilusiones que enseñan los que no se pueden ver a sí mismos libres de culpa. 6En el Cielo no se pro­ducen cambios porque Dios es inmutable. 7En el instante santo en que te ves a ti mismo resplandeciendo con el fulgor de la libertad, recuerdas a Dios. 8Pues recordarle es recordar la libertad.
11. Si sientes la tentación de desanimarte pensando cuánto tiempo va a tomar poder, cambiar de parecer. tan radicalmente, pregún­tate a ti mismo: «¿Es mucho un instante?» 2¿No le ofrecerías al Espíritu Santo un intervalo de tiempo tan corto para tu propia salvación? 3Él no te pide nada más, pues no tiene necesidad de nada más. 4Requiere mucho más tiempo enseñarte a que estés dis­puesto a darle a Él esto que lo que Él tarda en valerse de ese ínfimo instante para ofrecerte el Cielo, en su totalidad. 5A cambio de ese instante, Él está listo para darte el recuerdo de la eternidad.
12.Mas nunca le podrás dar al Espíritu Santo ese instante santo en favor de tu liberación, mientras no estés dispuesto a dárselo a tus hermanos en favor de la suya. 2Pues el instante de la santidad es un instante que se comparte, y no puede ser sólo para ti. 3Cuando te sientas tentado de atacar a un hermano, recuerda que su ins­tante de liberación es el tuyo. 4Los milagros son los instantes de liberación que ofreces y que recibirás. 5Dan testimonio de que estás dispuesto a ser liberado y a ofrecerle el tiempo al Espíritu Santo a fin de que Él lo use para Sus propósitos.
13.¿Cuánto dura un instante? 2Dura tan poco para tu hermano como para ti. 3Practica conceder ese bendito instante de libertad a todos aquellos que están esclavizados por el tiempo, haciendo así que para ellos éste se convierta en su amigo. 4Mediante tu dación, el Espíritu Santo te da a ti el bendito instante que tú les das a tus hermanos. 5Al tú ofrecerlo, Él te lo ofrece a ti. 6No seas reacio a dar lo que quieres recibir de Él, pues al dar te unes a Él. 7En la crista­lina pureza de la liberación que otorgas radica tu inmediata libe­ración .de la culpabilidad. 8Si ofreces santidad no puedes sino ser santo.
14. ¿Cuánto dura un instante? 2Dura el tiempo que sea necesario para re-establecer la perfecta cordura la perfecta paz y el per­fecto amor por todo el mundo, por Dios y por ti; 3el tiempo que sea necesario para recordar la inmortalidad y a tus creaciones inmortales, que la comparten. contigo; 4el tiempo que sea necesa­rio para intercambiar el infierno por el Cielo. 5Dura el tiempo suficiente para que puedas trascender todo lo que el ego ha hecho y ascender hasta tu Padre.
15. El tiempo es tu amigo si lo pones a la disposición del Espíritu Santo. 2Él necesita muy poco para restituirte todo el poder de Dios. 3Aquel que transciende el tiempo por ti entiende cuál es el propósito del tiempo. 4La santidad no radica en el tiempo, sino en la eternidad. 5Jamás hubo un solo instante en el que el Hijo de Dios pudiese haber perdido su pureza. 6Su estado inmutable está más allá del tiempo, pues su pureza permanece eternamente inal­terable y más allá del alcance del ataque. 7En su santidad el tiempo se detiene y deja de cambiar. 8Y así, deja de ser tiempo. 9Pues al estar atrapado en el único instante de la eterna santidad de la creación de Dios, se transforma en eternidad. 10Da el instante eterno, para que en ese radiante instante de perfecta liberación se pueda recordar la eternidad por ti. 11Ofrece el milagro del instante santo por medio del Espíritu Santo, y deja que sea Él Quien se encargue de dártelo a ti.

II. El final de las dudas
1. La Expiación tiene lugar en el tiempo, pero no es para el tiempo. 2Puesto que se encuentra en ti, es eterna. 3Lo que encierra el recuerdo de Dios no puede estar limitado por el tiempo, 4del mismo modo en que tú tampoco puedes estarlo. 5Pues sólo si Dios estuviese limitado, podrías estarlo tú. 6El instante que se le ofrece al Espíritu Santo se le ofrece a Dios en tu nombre, y en ese instante despiertas dulcemente en Él. 7En el instante bendito abandonas todo lo que aprendiste en el pasado, y el Espíritu Santo te ofrece de inmediato la lección de la paz en su totalidad. 8¿Cómo iba a requerir tiempo aprender esta lección cuando todos los obstáculos que podrían impedirlo ya han sido superados? 9La verdad trans­ciende al tiempo en tal medida, que toda ella tiene lugar simultá­neamente. 10Pues al haber sido creada como una sola, su unicidad* es completamente independiente del tiempo.
2. No permitas que el tiempo sea motivo de preocupación para ti, ni tengas miedo del instante de santidad que ha de eliminar todo vestigio de miedo. 2Pues el instante de paz es eterno precisamente porque está desprovisto de miedo. 3Dicho instante llegará, ya que es la lección que Dios te da a través del Maestro que Él ha desig­nado para transformar el tiempo en eternidad. 4¡Bendito sea el Maestro de Dios, Cuyo gozo reside en mostrarle al santo Hijo de Dios su santidad! 5Su gozo no está circunscrito al tiempo. 6Sus enseñanzas son para ti porque Su gozo es el tuyo. 7A través de Él te alzas ante el altar de Dios, donde Él dulcemente transforma el infierno en Cielo. 8Pues es únicamente en el Cielo donde Dios quiere que estés.
3. ¿Cuánto tiempo se puede tardar en llegar allí donde Dios quiere que estés? 2Pues ya estás donde siempre has estado, y donde has de estar eternamente. 3Todo lo que tienes, lo tienes para siempre. 4El instante bendito se extiende para abarcar al tiempo, del mismo modo en que Dios se extiende a Sí Mismo para abar­carte a ti. 5Tú que te has pasado días, horas e incluso años encade­nando a tus hermanos a tu ego a fin de apoyarlo y proteger su debilidad, no percibes la Fuente de la fortaleza. 6En este instante santo liberarás a todos tus hermanos de las cadenas que los man­tienen prisioneros y te negarás a apoyar su debilidad o la tuya.
4. No te das cuenta de cuán desacertadamente has utilizado a tus hermanos al considerarlos fuentes de apoyo para el ego. 2En tu percepción, por lo tanto, ellos dan testimonio del ego, y parecen darte motivos para que no lo abandones. 3Tus hermanos, no obs­tante, son testigos mucho más poderosos y mucho más convin­centes en favor del Espíritu Santo, 4Cuya fortaleza respaldan. 5Eres tú, por lo tanto, quien determina el que ellos apoyen al ego o al Espíritu Santo en ti. 6Y reconocerás cuál de ellos has elegido por sus reacciones. 7Siempre se puede reconocer a un Hijo de Dios que ha sido liberado a través del Espíritu Santo en un hermano. 8No puede ser negado. 9Si todavía tienes dudas, es tan sólo porque no has otorgado completa liberación. 10Y debido a ello todavía no le has dado al Espíritu Santo un solo instante completamente. 11Pues cuando lo hayas hecho no te cabrá la menor duda de que lo has hecho. 12Estarás seguro porque Su testigo hablará tan claramente en favor de Él, que oirás y entenderás: 13Seguirás dudando hasta que oigas un testigo al que hayas liberado completamente a través del Espíritu Santo. 14Y entonces ya no dudarás más.
5. Aún no has tenido la experiencia del instante santo. 2Pero la tendrás y la reconocerás con absoluta certeza. 3Ningún regalo de Dios se reconoce de otra manera. 4Puedes practicar el mecanismo del instante santo y aprender mucho de ello. 5Mas no puedes suplir su deslumbrante y reluciente fulgor, que literalmente te cegará sólo con que lo veas, impidiéndote ver este mundo. 6Y todo ello se encuentra aquí, en este mismo instante, completo, consumado y plenamente otorgado.
6. Empieza ahora a desempeñar el pequeño papel que te corres­ponde en el proceso de aislar el instante santo. 2Recibirás instrucciones muy precisas a medida que sigas adelante. 3Aprender a aislar este segundo y a experimentarlo como algo eterno es empe­zar a experimentarte a ti mismo como que no estás no separado. 4No tengas miedo de que no se te vaya a ayudar en esto. 5El Maes­tro de Dios y Su lección respaldarán tu fortaleza. 6Es sólo tu debi­lidad lo que se desprenderá de ti cuando comiences a practicar esto, pues al hacerlo experimentarás el poder de Dios en ti. 7Utilízalo aunque sólo sea por un instante, y nunca más lo negarás. a¿Quién puede negar la Presencia de aquello ante lo cual el uni­verso se inclina con júbilo, y agradecimiento? 9Ante el reconoci­miento del universo que da testimonio de Ella, tus dudas no pueden sino desaparecer.

III. La pequeñez en contraposición a la grandeza
1. No te contentes con la pequeñez. 2Pero asegúrate de que entien­des lo que es, así como también la razón por la que jamás podrías sentirte satisfecho con ella. 3La pequeñez es la ofrenda que te haces a ti mismo. 4La ofreces y la aceptas en lugar de la grandeza. 5En este mundo no hay nada que tenga valor porque es un mundo que procede de la pequeñez, de acuerdo con la extraña creencia de que la pequeñez puede satisfacerte. 6Cuando te lanzas en pos de cualquier cosa en este mundo creyendo que te ha de brindar paz, estás empequeñeciéndote y cegándote a la gloria. 7La peque­ñez y la gloria son las únicas alternativas de que dispones para dedicarles todos tus esfuerzos y toda tu vigilancia. 8Y siempre elegirás una a expensas de la otra.
2. Sin embargo, de lo que no te das cuenta cada vez que eliges, es de que tu elección es tu evaluación de ti mismo. 2Opta por la pequeñez y no tendrás paz, pues habrás juzgado que eres indigno de ella. 3Y cualquier cosa que ofrezcas como substituto será un regalo de tan poco valor que te dejará insatisfecho. 4Es esencial que aceptes el hecho -y que lo aceptes gustosamente- de que ninguna clase de pequeñez podrá jamás satisfacerte. 5Eres libre de probar cuantas quieras, pero lo único que estarás haciendo es demorar tu retorno al hogar. 6Pues sólo en la grandeza, que es tu hogar, podrás sentirte satisfecho.
3. Tienes una gran responsabilidad para contigo mismo, y es una responsabilidad que tienes que aprender a recordar en todo momento. 2Al principio, la lección tal vez te parezca difícil, pero aprenderás a amarla cuando te des cuenta de que es verdad y de que no es más que un tributo a tu poder. 3Tú que has encontrado la pequeñez que buscabas, recuerda esto: cada decisión que tomas procede de lo que crees ser, y representa el valor que te atribuyes a ti mismo. 4Si crees que lo que no tiene valor puede satisfacerte, no podrás sentirte satisfecho, pues te habrás limitado a ti mismo. 5Tu función no es insignificante, y sólo podrás escaparte de la pequeñez hallando tu función y desempeñándola.
4. No hay duda acerca de cuál es tu función, pues el Espíritu Santo sabe cuál es. 2No hay duda acerca de la grandeza de esa función, pues te llega a través de Él desde la Grandeza. 3No tienes que esforzarte por alcanzarla, puesto que ya dispones de ella. 4Mas debes canalizar todos tus esfuerzos contra la pequeñez, pues para proteger tu grandeza en este mundo es preciso mantenerse alerta. 5Mantenerse continuamente consciente de la propia gran­deza en un mundo en el que reina la pequeñez es una tarea que los que se menosprecian a sí mismos no pueden llevar a cabo. 6Sin embargo, se te pide que lo hagas como tributo a tu grandeza y no a tu pequeñez. 7No se te pide que lo hagas solo. 8El poder de Dios respaldará cada esfuerzo que hagas en nombre de Su amado Hijo. 9Ve en pos de la pequeñez, y te estarás negando a ti mismo Su poder. 10Dios no está dispuesto a que Su Hijo se sienta satisfecho con nada que no sea la totalidad. 11Pues Él no se siente satisfecho sin Su Hijo y Su Hijo no puede sentirse satisfecho con menos de lo que Su Padre le dio.
5. Anteriormente te pregunté: «¿Qué prefieres ser, rehén del ego o anfitrión de Dios?» 2Deja que el Espíritu Santo te haga esa pre­gunta cada vez que tengas que tomar una decisión. 3Pues cada decisión que tomas la contesta, y, por lo tanto, le abre las puertas a la tristeza o a la dicha. 4Cuando Dios se dio a Sí Mismo a ti en tu creación, te estableció como Su anfitrión para siempre. 5Él no te ha abandonado, ni tú lo has abandonado a Él. 6Todos tus intentos de negar Su grandeza, y de hacer de Su Hijo un rehén del ego, no pueden empequeñecer a aquel a quien Dios ha unido a Sí Mismo. 7Cada decisión que tomas es o bien en favor del Cielo o bien en favor del infierno, y te brinda la conciencia de la alternativa que hayas elegido.
6. El Espíritu Santo puede mantener tu grandeza en tu mente a salvo de toda pequeñez, con perfecta claridad y seguridad, y sin dejar que se vea afectada por los miserables regalos que el mundo de la pequeñez desea ofrecerte. 2Pero para que el Espíritu Santo pueda hacer esto, no debes oponerte a lo que Él dispone para ti. 3Decídete en favor de Dios por medio de Él. 4Pues la pequeñez y la creencia de que ésta te puede satisfacer, son decisiones que tomas con respecto a ti mismo. 5El poder y la gloria que hay en ti procedentes de Dios son para todos los que, como tú, se conside­ran indignos y creen que la pequeñez puede expandirse hasta convertirse en una sensación de grandeza que los pueda satisfa­cer. 6No des ni aceptes pequeñez. 7El anfitrión de Dios es digno de todo honor. 8Tu pequeñez te engaña, pero tu grandeza emana de Aquel que mora en ti, y en Quien tú moras. 9En el Nombre de Cristo, el eterno Anfitrión de Su Padre, no toques a nadie con la idea de la pequeñez.
7. En esta temporada (Navidad) en la que se celebra el nacimiento de la santidad en este mundo, únete a mí que me decidí en favor de la santidad en tu nombre. 2Nuestra tarea conjunta consiste en restaurar la conciencia de grandeza en aquel que Dios designó como Su anfitrión. 3Dar el don de Dios está más allá de tu peque­ñez, pero no más allá de ti. 4Pues Dios quiere darse a Sí Mismo a través de ti. 5Él se extiende a Sí Mismo desde ti hacia todo el mundo, y más allá de todo el mundo hasta las creaciones de Su Hijo sin abandonarte. 6Él se extiende eternamente mucho más allá de tu insignificante mundo, aunque sin dejar de estar en ti. 7No obstante, Él te ofrece todas Sus extensiones a ti, puesto que eres Su anfitrión.
8. ¿Es acaso un sacrificio dejar atrás la pequeñez y dejar de deam­bular en vano? 2Despertar a la gloria no es un sacrificio. 3Pero sí es un sacrificio aceptar cualquier cosa que no sea la gloria. 4Trata de aprender que no puedes sino ser digno del Príncipe de la Paz, nacido en ti en honor de Aquel de Quien eres anfitrión. 5Desconoces el significado del amor porque has intentado comprarlo con baratijas, valorándolo así demasiado poco como para poder comprender su grandeza. 6El amor no es insignificante, y mora en ti que eres el anfitrión de Dios. 7Ante la grandeza que reside en ti, la poca estima en que te tienes a ti mismo y todas las peque­ñas ofrendas que haces, se desvanecen en la nada.
9. Bendita criatura de Dios, ¿cuándo vas a aprender que sólo la santidad puede hacerte feliz y darte paz? 2Recuerda que no aprendes únicamente para ti, de la misma manera en que yo tam­poco lo hice. 3Tú puedes aprender de mí únicamente porque yo aprendí por ti. 4Tan sólo deseo enseñarte lo que ya es tuyo, para que juntos podamos reemplazar la miserable pequeñez que man­tiene al anfitrión de Dios cautivo de la culpabilidad y la debili­dad, por la gozosa conciencia de la gloria que mora en él. 5Mi nacimiento en ti es tu despertar a la grandeza. 6No me des la bienvenida en un pesebre, sino en el altar de la santidad, en el que la santidad mora en perfecta paz. 7Mi Reino no es de este mundo, puesto que está en ti. 8Y tú eres de tu Padre. 9Unámonos en honor a ti, que no puedes sino permanecer para siempre más allá de la pequeñez.
10.Decide como yo que decidí morar contigo. 2Mi voluntad dis­pone lo mismo que la de mi Padre, pues sé que Su Voluntad no varía y que se encuentra eternamente en paz consigo misma. 3Nada que no sea Su Voluntad podrá jamás satisfacerte. 4No aceptes menos y recuerda que todo lo que aprendí es tuyo. 5Yo amo lo que mi Padre ama tal como Él lo hace, y no puedo aceptar que sea lo que no es, 6de la misma manera en que Él tampoco puede hacerlo. 7Cuando hayas aprendido a aceptar lo que eres, no inventarás otros regalos para ofrecértelos a ti mismo, pues sabrás que eres íntegro, que no tienes necesidad de nada y que eres incapaz de aceptar nada para ti. 8Y habiendo recibido, darás gustosamente. 9El anfitrión de Dios no tiene que ir en pos de nada, pues no hay nada que él tenga que encontrar.
11. Si estás completamente dispuesto a dejar que la salvación se lleve a cabo de acuerdo con el plan de Dios y te niegas a tratar de obtener la paz por tu cuenta, alcanzarás la salvación. 2Mas no pienses que puedes sustituir tu plan por el Suyo. 3En vez de eso, únete a mí en el Suyo para que juntos podamos liberar a todos aquellos que prefieren permanecer cautivos, y proclamar que el Hijo de Dios es Su anfitrión. 4Así pues, no dejaremos que nadie se olvide de lo que tú quieres recordar, 5y de este modo, lo recorda­rás.
12.Evoca en todos únicamente el recuerdo de Dios y el del Cielo que mora en ellos. 2Allí donde desees que tu hermano esté, allí creerás estar tú. 3No respondas a su petición de pequeñez y de infierno, sino sólo a su llamamiento a la grandeza y al Cielo. 4No te olvides de que su llamamiento es el tuyo y contéstale junto conmigo. 5El poder de Dios está a favor de Su anfitrión eterna­mente, pues su único cometido es proteger la paz en la que Él mora. 6No deposites la ofrenda de la pequeñez ante Su santo altar, el cual se eleva más allá de las estrellas hasta el mismo Cielo por razón de lo que le es dado.

IV. La práctica del instante santo
1. Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. 2Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. 3El instante santo es este mismo instante y cada instante. 4El que deseas que sea santo, lo es. 5El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. 6En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. 7No demores esta decisión, 8pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. 9Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de sí la liberación total de la pequeñez.
2. Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. 2El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella, mientras no la desees, :y en su lugar prefieras valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. 4En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti. 5No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. 6Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. 7Su plan te satisfará. 8No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más qué de Él.
3. Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. 2No antepon­gas ningún plan del ego al plan de Dios, 3pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. 4Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. 5Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. 6Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo dis­minuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. 7Sin embargo, es tu mente la que es Su anfi­trión.
4. ¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar en el que tu Padre se ha ubicado a Sí Mismo? 2Te darás cuenta de esto en el instante santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a todo plan que no sea el Suyo. 3Pues en el instante santo se encuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dispuesto a satisfacer sus condiciones. 4Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees. 5En tu práctica, procura abandonar cualquier plan que hayas aceptado a fin de encontrar grandeza en la pequeñez. 6No se encuentra ahí. 7Utiliza el instante santo sólo para reconocer que por tu cuenta no puedes saber dónde se encuentra, y que lo único que harías, sería engañarte a ti mismo.
5. Yo me encuentro dentro del instante santo tan claramente como tú quieres que lo esté. 2Y el tiempo que tardes en aprender a acep­tarme, será el mismo tiempo que tardarás en hacer tuyo el instante santo. 3Te exhorto a que hagas que el instante santo pase a ser tuyo de inmediato, pues liberar la mente del anfitrión de Dios de la pequeñez no depende del tiempo, sino de la buena voluntad que se tenga para ello.
6. La razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. 2La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por su parte de querer nublar lo que es obvio. 3Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy sencilla. 4No empañes la simplicidad de esa razón, pues si lo haces, será únicamente porque prefieres no reconocerla ni aban­donarla. 5La simple razón, llanamente expuesta, es ésta: el instante santo es un momento en el que se recibe y se da perfecta comuni­cación. 6Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como, para dar. 7El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. 8Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simple­mente de aceptarlo todo.
7. ¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamien­tos privados y no renunciar a ellos? 2 La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. 3Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salva­ción radica en que te los reserves exclusivamente para ti. 4Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que tú deseas compartir. 5Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez.
8. Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. 2Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. 3Pregúntate sincera­mente: «¿Deseo estar en perfecta comunicación? a¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?» 4Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será sufi­ciente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dis­puesto a compartirla con Él. 5Y la comunicación perfecta, no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. 6Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Volun­tad que gobierna todo pensamiento.
9. La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros. 2Pero sí requiere que no abrigues ninguno que desees conservar. 3La ino­cencia no es obra tuya. 4Se te da en el momento en que la desees. 5La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. 6No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. 7Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. 8En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. 9Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. 10De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie.

V. El instante santo y las relaciones especiales
1.El instante santo es el recurso de aprendizaje más útil de que dispone el Espíritu Santo para enseñarte el significado del amor. 2Pues su propósito es la suspensión total de todo juicio. 3Los jui­cios se basan siempre en el pasado, pues tus experiencias pasadas constituyen su base. 4Es imposible juzgar sin el pasado, pues sin él no entiendes nada. 5Por lo tanto, no intentarías juzgar porque te resultaría obvio que no entiendes el significado de nada. 6Esto te da miedo porque crees que sin el ego, todo sería caótico. 7Mas yo te aseguro que sin el ego, todo sería amor.
2. El pasado es el principal recurso de aprendizaje del ego, pues fue en el pasado cuando aprendiste a definir tus propias necesidades y cuando adquiriste métodos para satisfacerlas de acuerdo con las condiciones que tú mismo habías fijado. 2Hemos dicho que limitar el amor a una parte de la Filiación produce culpabilidad en tus relaciones, y, por lo tanto, hace que éstas sean irreales. 3Si intentas aislar ciertos aspectos de la totalidad, con vistas a satisfacer tus imaginadas necesidades, estarás intentando valerte de la separación para salvarte. 4¿Cómo no iba a producirse enton­ces culpabilidad? 5Pues la separación es la fuente de la culpabili­dad, y recurrir a ella para salvarte es creer que estás solo. 6Estar solo es ser culpable. 7Pues sentir que estás solo es negar la Unidad entre Padre e Hijo y; de ese modo, atacar la realidad.
3. No puedes amar sólo a algunas partes de la realidad y al mismo tiempo entender el significado del amor. 2Si amases de manera distinta de como ama Dios, Quien no sabe lo que es el amor espe­cial, ¿cómo ibas a poder entender lo que es el amor? 3Creer que las relaciones especiales, con un amor especial, pueden ofrecerte la sal­vación, es creer que la separación es la salvación. 4Pues la salva­ción radica en la perfecta igualdad de la Expiación. 5¿Cómo puedes pensar que ciertos aspectos especiales de la Filiación pue­den ofrecerte más que otros? 6El pasado te ha enseñado esto. 7Mas el instante santo te enseña que eso, no es así.
4. Todas las relaciones especiales contienen elementos de miedo en ellas debido a la culpabilidad. 2Por eso es por lo que están sujetas a tantos cambios y variaciones. 3No se basan exclusiva­mente en el amor inmutable. 4Y allí donde el miedo ha hecho acto de presencia no se puede contar con el amor, pues ha dejado de ser perfecto. 5El Espíritu Santo, en Su función de intérprete de lo que has hecho, se vale de las relaciones especiales, que tú utilizas para apoyar al ego, para convertirlas en experiencias educativas que apunten hacia la verdad. 6Siguiendo Sus enseñanzas, todas las relaciones se convierten en lecciones de amor.
5. El Espíritu Santo sabe que nadie es especial. 2Mas Él percibe también que has entablado relaciones especiales, que Él desea purificar y no dejar que destruyas. 3Por muy profana que sea la razón por la que las entablaste, Él puede transformarlas en santi­dad, al eliminar de ellas tanto miedo como le permitas. 4Puedes poner bajo Su cuidado cualquier relación y estar seguro de que no será una fuente de dolor, si estás dispuesto a ofrecérsela a Él para que no apoye otra necesidad que la Suya. 5Toda la culpabili­dad que hay en tus relaciones especiales procede del uso que haces de ellas. 6Todo el amor, del uso que Él hace de ellas. 7No temas, por lo tanto, abandonar tus imaginadas necesidades, las cuales no harían sino destruir la relación. 8De lo único que tienes necesidad es de Él.
6. Si deseas sustituir una relación por otra, es que no se la has ofrecido al Espíritu Santo para que Él haga uso de ella. 2El amor no tiene substitutos. 3Cualquier intento de sustituir un aspecto del amor por otro, significa que has atribuido menos valor a uno y más a otro. 4De esta forma, no sólo los has separado; sino que los has condenado a ambos. 5Mas tuviste que haberte condenado a ti mismo primero, o, de lo contrario, nunca habrías podido pensar que necesitabas que tus hermanos fuesen diferentes de como son. 6A no ser que hubieses pensado que estabas falto de amor no se te habría ocurrido pensar que ellos estaban tan faltos de amor como tú.
7. El uso que el ego hace de las relaciones es tan fragmentado, que con frecuencia va aún más allá una parte de un aspecto se ajusta a sus propósitos, pero al mismo tiempo prefiere diferentes partes de otro aspecto. 2De ésta forma ensambla la realidad de acuerdo con sus caprichos, incitándote a que vayas en busca de una imagen que no tiene contrapartida real. 3Pues no hay nada en el Cielo o en la tierra que se parezca a ella, y así, por mucho que la busques, no podrás encontrarla porque no es real.
8.Todo el mundo aquí en la tierra ha entablado relaciones espe­ciales, y aunque en el Cielo no es así, el Espíritu Santo sabe cómo infundirlas de un toque celestial aquí. 2En el instante santo nadie es especial, pues no le impones a nadie tus necesidades personales para hacer que tus hermanos parezcan diferentes. 3Sin los valores del pasado, verías que todos ellos son iguales y semejantes a ti, 4y que no hay separación alguna entre ellos y tú. 5En el instante santo ves lo que cada relación ha de ser cuando percibas únicamente el presente.
9.Dios te conoce ahora. 2Él no recuerda nada, pues siempre te ha conocido exactamente como te conoce ahora. 3El instante santo refleja Su conocimiento al desvanecer todas tus percepciones del pasado, y al eliminar de esta manera el marco de referencia que inventaste para juzgar a tus hermanos. 4Una vez que éste ha de­saparecido, el Espíritu Santo lo sustituye con Su Propio marco de referencia, 5el cual es simplemente Dios. 6La intemporalidad del Espíritu Santo radica sólo en esto. 7Pues en el instante santo, el cual está libre del pasado, ves que el amor se encuentra en ti y que no tienes necesidad de buscarlo en algo externo y de arrebatarlo culpablemente de donde pensabas que se encontraba.
10. Todas tus relaciones quedan bendecidas en el instante santo porque la bendición es ilimitada. 2En el instante santo la Filiación se beneficia cual una sola, y al quedar unida en tu bendición, se vuelve una para ti. 3El significado del amor es el que Dios le dio. 4Atribúyele cualquier otro significado que no sea el que Él le otorga, y te será imposible entenderlo. 5Dios ama a cada uno de tus hermanos como te ama a ti, ni más ni menos. 6Al igual que tú, tiene necesidad de todos ellos por igual. 7En el tiempo, se te ha dicho que obres milagros tal como yo te indique, y que permitas que el Espíritu Santo te traiga aquellos que te andan buscando. 8Mas en el instante santo te unes directamente a Dios, y todos tus hermanos se unen en Cristo. 9Aquellos que están unidos en Cristo no están separados en modo alguno. 10Pues Cristo es el Ser que la Filiación comparte, de la misma manera en que Dios comparte Su Ser con Cristo.
11. ¿Crees que puedes juzgar al Ser de Dios? 2Dios lo creó inmune a todo juicio: como resultado de Su necesidad de extender Su Amor. 3Puesto que el amor se encuentra en ti, no tienes otra nece­sidad que extenderlo. 4En el instante santo no hay conflicto de necesidades, ya que sólo hay una necesidad. 5Pues el instante santo se extiende hasta la eternidad y hasta la Mente de Dios. 6Y únicamente ahí tiene sentido el amor, y únicamente ahí puede ser comprendido.

VI. El instante santo y las leyes de Dios
1. Es imposible usar una relación a expensas de otra sin sentir culpabilidad. 2Y es igualmente imposible condenar parte de una relación y encontrar paz en ella. 3De acuerdo con las enseñanzas del Espíritu Santo, todas las relaciones son compromisos totales, si bien no hay conflicto alguno entre ellas. 4Tener absoluta fe en que cada una de ellas tiene la capacidad de satisfacerte completa­mente, sólo puede proceder de una perfecta fe en ti mismo. 5Mas no puedes tener fe en ti mismo mientras sigas sintiendo culpabili­dad. 6Y seguirás sintiendo culpabilidad mientras aceptes la posi­bilidad -y la tengas en gran estima- de que puedes hacer que un hermano sea lo que no es sólo porque tú lo desees.
2. La razón de que tengas tan poca fe en ti mismo es que no estás dispuesto a aceptar el hecho de que dentro de ti se encuentra el amor perfecto. 2Y así, buscas afuera lo que no se puede encontrar afuera. 3Yo te ofrezco la perfecta fe que tengo en ti, en lugar de todas tus dudas. 4Pero no te olvides de que la fe que tengo en todos tus hermanos tiene que ser tan perfecta como la que tengo en ti, pues, de lo contrario, el regalo que te hago sería limitado. 5En el instante santo compartimos la fe que tenemos en el Hijo de Dios porque juntos reconocemos que él es completamente digno de ella, y en nuestro aprecio de su valía no podemos dudar de su santidad. 6Y, por lo tanto, le amamos.
3. Toda separación desaparece conforme se comparte la santidad. 2Pues la santidad es poder, y cuando se comparte, su fuerza aumenta. 3Si intentas satisfacerte gratificando tus necesidades tal como las percibes, es porque crees que la fuerza procede de otro, y que lo que tú ganas, él lo pierde. 4Si te percibes como débil, alguien siempre tiene que salir perdiendo. 5Sin embargo, hay otra interpretación de las relaciones que transciende completamente el concepto de pérdida de poder.
4. No te resulta difícil creer que cuando otro le pide amor a Dios, tu propia petición no pierde fuerza. 2Tampoco crees que cuando Dios le contesta tus esperanzas de recibir una respuesta se ven mermadas. 3Por el contrario, te sientes más inclinado a considerar el éxito de tu hermano como una prueba de la posibilidad del tuyo. 4Eso se debe a que reconoces, aunque sea vagamente, que Dios es una idea, y, por consiguiente, tu fe en Él se fortalece al compartirla. 5Lo que te resulta difícil aceptar es el hecho de que, al igual que tu Padre, tú eres una idea. 6Y al igual que Él, te puedes entregar totalmente sin que ello suponga ninguna pérdida para ti y de ello sólo se puedan derivar ganancias. 7En esto reside la paz, pues en ello no hay conflicto.
5. En el mundo de la escasez, el amor no significa nada y la paz es imposible. 2Pues en él se aceptan tanto la idea de ganar como la de perder, y, por lo tanto, nadie es consciente de que en su interior reside el amor perfecto. 3En el instante santo reconoces que la idea del amor mora en ti, y unes esta idea a la Mente que la pensó y que jamás podría abandonarla. 4Puesto que dicha Mente mantiene dentro de sí la idea del amor, no puede haber pérdida alguna. 5El instante santo se convierte así en una lección acerca de cómo mantener a todos tus hermanos en tu mente, sin experimentar pérdida alguna sino tan sólo compleción. 6De esto se deduce que sólo puedes dar. 7Y esto es amor, pues únicamente esto es natural de acuerdo con las leyes de Dios. 8En el instante santo prevalecen las leyes de Dios, que son las únicas que tienen sentido. 9Las leyes de este mundo, por otra parte, dejan de tenerlo. 10Cuando el Hijo de Dios acepta las leyes de Dios como lo que su propia voluntad gustosamente dispone, es imposible que se sienta aprisionado o limitado en forma alguna. 11En ese ins­tante es tan libre como Dios quiere que sea. 12Pues en el instante en que se niega a estar aprisionado, en ese mismo instante deja de estarlo.
6. En el instante santo no ocurre nada que no haya estado ahí siempre. 2Lo único que sucede es que se descorre el velo que cubría la realidad. 3Nada ha cambiado. 4Sin embargo, cuando se descorre el velo del tiempo, la conciencia de inmutabilidad aflora de inmediato. 5Nadie que aún no haya experimentado el descorri­miento del velo y se haya sentido irresistiblemente atraído hacia la luz que se encuentra tras él, puede tener fe en el amor sin expe­rimentar miedo alguno. 6Mas el Espíritu Santo te da esa fe porque me la ofreció a mí y yo la acepté. 7No tengas miedo de que se te vaya a negar el instante santo, pues yo no lo negué. 8Y a través de mí, el Espíritu Santo te lo dará a ti, del mismo modo en que tú a tu vez habrás de darlo. 9No permitas que ninguna necesidad que percibas nuble la necesidad que tienes del instante santo. 10Pues en él reconocerás la única necesidad que los Hijos de Dios com­parten por igual, y por medio de este reconocimiento te unirás a mí para ofrecer lo único que es necesario.
7. La paz llegará a través de nosotros. 2Únete a mí en la idea de la paz, pues las mentes se comunican por medio de ideas. 3Si te entregases tal como tu Padre entrega Su Ser, entenderías lo que es la Conciencia de Ser. 4Y con ello entenderías el significado del amor. 5Pero recuerda que el entendimiento es algo propio de la mente, y sólo de la mente. 6El conocimiento, por lo tanto, es algo propio de la mente y sus condiciones se encuentran en ésta junto con él. 7Si no fueses una idea, y nada más que una idea, no podrías estar en plena comunicación con todo lo que jamás ha existido. 8Sin embargo, mientras prefieras ser otra cosa, o intentes no ser nada más y al mismo tiempo ser otra cosa, no podrás recordar el lenguaje de la comunicación, si bien lo conoces per­fectamente.
8. En el instante santo se recuerda a Dios, y con Él se recuerda el lenguaje con el que te comunicas con todos tus hermanos. 2Pues la comunicación se recuerda en unión con otro, al igual que la verdad. 3No hay exclusión en el instante santo porque el pasado desaparece, y con él desaparece también la base de la exclusión. 4Sin su fuente, la exclusión se. desvanece. 5Y esto permite que la Fuente que tú y tus hermanos compartís la reemplace en tu con­ciencia. 6Dios y Su poder ocuparán el lugar que les corresponde ocupar en ti, y tú experimentarás la plena comunicación de ideas con ideas. 7Mediante tu capacidad para hacer esto te darás cuenta de lo que eres, pues empezarás a entender lo que es tu Creador, y lo que es Su creación junto con Él.

VII. El sacrificio innecesario
1. Más allá de la débil atracción que la relación de amor especial ejerce, y empañada siempre por ella, se encuentra la poderosa atracción que el Padre ejerce sobre Su Hijo. 2Ningún otro amor puede satisfacerte porque no hay ningún otro amor. 3Ése es el único amor que se da plenamente y que es plenamente correspondido. 4Puesto que goza de plenitud, no pide nada. 5Puesto que es totalmente puro, todos los que se unen a él lo tienen todo. 6Esto no es así en ninguna relación que el ego entabla. 7Pues toda relación que el ego entabla es siempre especial.
2. El ego entabla relaciones con el solo propósito de obtener algo. 2Y mantiene al dador aferrado a él mediante la culpabilidad. 3Al ego le es imposible entablar ninguna relación sin ira, pues cree que la ira le gana amigos. 4No es eso lo que afirma, aunque ése es su propósito. 5Pues el ego cree realmente que puede obtener algo y conservarlo haciendo que otros se sientan culpables. 6Ésta es la única atracción que ejerce, pero es una atracción tan débil que no podría subsistir si no fuese porque nadie se percata de ello. 7Pues el ego siempre parece atraer mediante el amor y no ejerce atracción alguna sobre aquellos que perciben que atrae mediante la culpabilidad.
3. La enfermiza atracción que ejerce la culpabilidad tiene que ser reconocida como lo que es. 2Pues al haberse convertido en algo real para ti, es esencial que la examines detenidamente, y que aprendas a abandonarla dejándote de interesar por ella. 3Nadie abandonaría lo que considera valioso. 4Pero la atracción de la culpabilidad es algo valioso para ti debido únicamente a que no has examinado lo que es y, por lo tanto, la has juzgado completa­mente a ciegas. 5A medida que la llevemos ante la luz, tu única­ pregunta será: «¿Cómo es posible que jamás la hubiese podido desear?» 6No tienes nada que perder si la examinas detenida­mente, pues a una monstruosidad como ésa no le corresponde estar en tu santa mente. 7Este anfitrión de Dios no puede estar realmente interesado en algo semejante.
4. Dijimos anteriormente que el propósito del ego es conservar e incrementar la culpabilidad, pero de forma tal que tú no te des cuenta de lo que ello te ocasionaría. 2Pues la doctrina fundamen­tal del ego es que te escapas de aquello que les haces a otros. 3El ego no le desea el bien a nadie. 4No obstante, su supervivencia depende de que tú creas que estás exento de sus malas intencio­nes. 5Te dice, por lo tanto, que si accedes a ser su anfitrión, te permitirá proyectar su ira afuera y, de este modo, te protegerá. 6Y así se embarca en una interminable e insatisfactoria cadena de relaciones especiales, forjadas con ira y dedicadas exclusiva­mente a fomentar tan sólo la creencia descabellada de que cuanta más ira descargues fuera de ti mismo, más a salvo te encontrarás.
5. Ésa es la cadena que ata al Hijo de Dios a la culpabilidad, y la que el Espíritu Santo quiere eliminar de tu santa mente. 2Pues esta infame cadena no tiene por qué estar aprisionando a aquel que Dios Mismo ha elegido, como Su anfitrión, quien no puede convertirse a sí mismo en anfitrión del ego. 3En el nombre de su liberación y en el Nombre de Aquel que desea liberarle, examine­mos más detenidamente las relaciones que el ego urde y dejemos que el Espíritu Santo las juzgue verdaderamente. 4Pues es indu­dable que si las examinas, se las ofrecerás gustosamente a Él. 5Lo que Él puede hacer de ellas tú no lo sabes, pero estarás dispuesto a averiguarlo si primero estás dispuesto a percibir lo que tú has hecho de ellas.
6. De una forma u otra, toda relación que el ego entabla está basada en la idea de que sacrificándose a sí mismo él se engran­dece. 2El «sacrificio», que él considera una purificación, es de hecho la raíz de su amargo resentimiento. 3Pues preferiría atacar de inmediato y no demorar más lo que realmente desea hacer. 4No obstante, dado que el ego se relaciona con la «realidad» tal como él la ve, se da cuenta de que nadie podría interpretar un ataque directo como un acto de amor. 5Mas hacer sentir culpable a otro es un ataque directo, aunque no parezca serlo. 6Pues los que se sienten culpables esperan ser atacados, y habiendo pedido eso, se sienten atraídos por el ataque.
7. En tales relaciones dementes, la atracción de lo que no deseas parece ser mucho mayor que la atracción de lo que sí deseas. 2Pues cada uno piensa que ha sacrificado algo por el otro y lo odia por ello. 3Eso, no obstante, es lo que cree que quiere. 4No está enamorado del otro en absoluto. 5Simplemente cree estar enamorado del sacrificio. 6Y por ese, sacrificio que se impone a sí mismo; exige que el otro acepte la culpabilidad y que se sacrifi­que a sí mismo también. 7El perdón se hace imposible, pues el ego cree que perdonar a otro es perderlo. 8De la única manera en que el ego puede asegurar la continuidad de la culpabilidad que mantiene a todas sus relaciones intactas es atacando y negando el perdón.
8. Sin embargo, tales relaciones tan sólo dan la impresión de estar intactas, 2pues para el ego lo único que las relaciones significan es que los cuerpos están juntos. 3Esto es lo que el ego siempre exige, y no objeta adónde se dirige la mente o lo que piensa, pues eso no parece ser importante. 4Mientras el cuerpo esté ahí para recibir su sacrificio, él es feliz. 5Para él la mente es algo privado, y el cuerpo es lo único que se puede compartir. 6Las ideas son básicamente algo sin importancia, salvo si con ellas se puede atraer o alejar el cuerpo de otro. 7Y ése es el criterio del que se vale para juzgar si las ideas son buenas o malas. 8Todo aquello que hace que el otro se sienta culpable y que le impida irse debido a la culpabilidad es «bueno». 9Lo que lo libera de la culpabilidad es «malo», pues en ese caso dejaría de creer que los cuerpos se pueden comunicar, y, por lo tanto, se «marcharía».
9. El sufrimiento y el sacrificio son los regalos con los que el ego «bendice» toda unión. 2Y aquellos que se unen ante su altar acep­tan el sufrimiento y el sacrificio como precio de su unión. 3En sus iracundas alianzas, nacidas del miedo a la soledad, aunque dedi­cadas a la perpetuación de la misma, cada cual busca aliviar su culpabilidad haciendo que el otro se sienta más culpable. 4Pues cada uno cree que eso mitiga su propia culpabilidad. 5El otro­ siempre parece estar atacándole e hiriéndole, tal vez con minu­cias, tal vez «inconscientemente», mas nunca sin dejar de exigir sacrificio. 6La furia de los que se han unido en el altar del ego es mucho mayor de lo que te imaginas. 7Pues no te das cuenta de lo que el ego realmente quiere.
10.Cada vez que te enfadas, puedes estar seguro de que has enta­blado una relación especial que el ego ha «bendecido», pues la ira es su bendición. 2La ira se manifiesta de muchas formas, pero no puede seguir engañando por mucho tiempo a los que se han dado cuenta de que el amor no produce culpabilidad en absoluto, y de que lo que produce culpabilidad no puede ser amor, sino ira. 3La ira no es más que un intento de hacer que otro se sienta culpable, y este intento constituye la única base que el ego acepta para las relaciones especiales. 4La culpabilidad es la única necesidad del ego, y mientras te sigas identificando con él, la culpabilidad te seguirá atrayendo. 5Mas recuerda esto: estar con un cuerpo no es estar en comunicación. 6Y si crees que lo es, te sentirás culpable con respecto a la comunicación y tendrás miedo de oír al Espíritu Santo, al reconocer en Su Voz tu propia necesidad de comunicarte.
11. El Espíritu Santo no puede enseñar valiéndose del miedo. 2¿Cómo iba a poder, entonces, comunicarse contigo, mientras creas que comunicarte equivale a quedarte solo? 3Obviamente es una locura creer que vas a ser abandonado si te comunicas verda­deramente. 4Sin embargo, son muchos los que creen esto. 5Pues creen que sus mentes tienen que ser algo privado, o, de lo contra­rio, las perderían, pero que si son únicamente sus cuerpos los que están juntos sus mentes siguen siendo suyas. 6La unión de los cuerpos se convierte, por lo tanto, en la forma de mantener la separación de las mentes. 7Pues los cuerpos son incapaces de per­donar, 8Sólo pueden hacer lo que la mente les ordena.
12.La ilusión de que el cuerpo goza de autonomía y de que es capaz de superar la soledad es tan sólo una estratagema del ego para establecer su propia autonomía. 2Mientras creas que estar con otro cuerpo es tener compañía, te verás obligado a tratar de reducir a tu hermano a su cuerpo, y a confinarlo allí mediante la culpabilidad. 3Y te sentirás a salvo en la culpabilidad y en peligro cuando te comunicas. 4Pues el ego siempre enseña que la soledad se supera mediante la culpabilidad, y que la comunicación es la causa de la soledad. 5Y a pesar de la evidente demencia de esta lección, son muchos los que la han aprendido.
13. El perdón radica en la comunicación tan inexorablemente como la condenación radica en la culpabilidad. 2La función docente del Espíritu Santo consiste en enseñar que la comunicación es la sal­vación a aquellos que creen que es condenación. 3Y Él llevará a cabo Su función, pues el poder de Dios en Él y en ti están unidos en una relación real tan santa y tan poderosa, que puede superar incluso esa creencia sin temor alguno.
14. A través del instante santo es como se logra lo que parece ser imposible, haciendo que resulte evidente que no lo es. 2En el ins­tante santo la culpabilidad no ejerce ninguna atracción, puesto que se ha reanudado la comunicación. 3Y la culpabilidad, cuyo único propósito es interrumpir la comunicación, no tiene ningún propósito en él. 4No hay nada en el instante santo que esté oculto ni hay en él pensamientos privados. 5El estar dispuesto a entablar comunicación atrae a la comunicación y supera la soledad com­pletamente. 6Con esto, el completo perdón se consuma, pues no hay ningún deseo de excluir a nadie de tu compleción, al reconocer de súbito cuán importante es el papel que todos juegan en ella. 7Bajo la protección de tu plenitud, se invita a todo el mundo y se le da la bienvenida. 8Y comprendes que tu compleción es la de Dios, Cuya única necesidad es que tú seas completo. 9Pues tu compleción hace que cobres conciencia de que formas parte del ámbito de Dios. 10Y en ese momento es cuando te experimentas a ti mismo tal como fuiste creado y tal como eres.

VIII. La única relación real
1. El instante santo no es un sustitutivo de tu necesidad de aprender, pues el Espíritu Santo no puede dejar de ser tu Maestro hasta que el instante santo se haya extendido mucho más allá del tiempo. 2A fin de llevar a cabo Su tarea docente, el Espíritu Santo tiene que valerse de todo lo que hay en este mundo para tu libera­ción. 3Tiene que aprovechar cualquier señal o indicación de que estás dispuesto a aprender de Él lo que es la verdad. 4No se demora en utilizar cualquier cosa que le ofrezcas en favor de eso. 5Su interés por ti y el cuidado que te profesa son ilimitados. 6En vista del miedo que tienes del perdón, que Él percibe con la misma claridad con la que sabe que el perdón libera, Él te ense­ñará a recordar que el perdón no conlleva ninguna clase de pér­dida, sino que, por el contrario, es tu salvación. 7Y te enseñará asimismo que perdonando completamente, es decir, reconociendo que no hay nada que necesite ser perdonado, quedas completa­mente absuelto.
2. Escúchale gustosamente, y aprende de Él que no tienes necesi­dad de relaciones especiales en absoluto. 2Lo único que buscas en ellas es aquello que desechaste. 3Y a través de ellas nunca podrás aprender el valor de lo que descartaste, lo cual, sin embargo, sigues anhelando con todo tu corazón: 4Unámonos para hacer que el instante santo sea lo único que hay, al desear que sea lo único que hay. 5El Hijo de Dios tiene tanta necesidad de que estés dispuesto a tratar de lograr esto, que es imposible concebir una necesidad mayor. 6Contempla la única necesidad que Dios y Su Hijo comparten, y que quieren satisfacer juntos. 7No estás solo en esto. 8La voluntad de tus creaciones te llama para que compartas tu voluntad con ellas. 9Por lo tanto, dale la espalda a la culpabilidad en paz y dirígete hacia Dios y hacia tus creaciones.
3. Relaciónate únicamente con lo que nunca te abandonará y con lo que nunca podrías abandonar. 2La soledad del Hijo de Dios es la soledad de su Padre. 3No rechaces la conciencia de tu comple­ción, ni procures restituírtela tú mismo. 4No tengas miedo de poner la redención en manos del Amor de tu Redentor. 5Él no te fallará, pues viene de parte de Uno que no puede fallar. 6Acepta tu sensación de fracaso como una simple equivocación con res­pecto a quién eres. 7Pues el santo anfitrión de Dios se encuentra más allá de todo fracaso, y nada que su voluntad disponga puede ser negado. 8Estás eternamente en una relación tan santa, que invoca a todo el mundo a escaparse de la soledad y a unirse a ti en tu amor. 9Y todo el mundo tiene que buscar el lugar donde estás y encontrarte allí.
4. Piensa en esto por un instante: Dios te dio la Filiación para asegurar tu perfecta creación. 2Ése fue Su regalo, pues tal como Él no se negó a darse a Sí Mismo a ti, tampoco se negó a darte Su creación. 3Todo lo que jamás fue creado es tuyo. 4Tu única rela­ción es la relación que tienes con todo el universo. 5Y ese universo, al ser de Dios, está mucho más allá de la mísera suma de todos los cuerpos separados que percibes. 6Pues todas las partes del universo están unidas en Dios a través de Cristo, donde se vuelven semejantes a su Padre. 7Cristo sabe que Él no está sepa­rado de Su Padre, Quien constituye Su única relación, en la que Él da tal como Su Padre le da a Él.
5. El Espíritu Santo es el intento de Dios de liberarte de lo que Él no entiende. 2Y por razón del Origen del intento, éste no puede fracasar. 3El Espíritu Santo te pide que respondas tal como Dios lo hace, pues quiere enseñarte lo que tú no entiendes. 4Dios respon­derá a toda necesidad, sea cual fuere la forma en que ésta se manifieste. 5El Espíritu Santo, por consiguiente, mantiene este canal abierto para recibir la comunicación de Dios a ti y la tuya a Él. 6Dios no entiende tu problema de comunicación, pues Él no lo comparte contigo. 7Tú eres el único que cree que es comprensible. 9EI Espíritu Santo sabe que no lo es, y, sin embargo, lo entiende porque tú lo inventaste.
6. La conciencia de lo que Dios no puede saber y de lo que tú no entiendes reside únicamente en el Espíritu Santo. 2Su santa fun­ción consiste en aceptar ambas cosas y, al eliminar de ellas todo elemento de desacuerdo, unirlas en una sola. 3Él hará eso porque ésa es Su función. 4Deja, por lo tanto, lo que a ti te parece imposi­ble en manos de Aquel que sabe que sí es posible, toda vez que esa es la Voluntad de Dios. 5Y permite que Aquel cuyas enseñan­zas son sólo en favor de Dios te enseñe el único significado de las relaciones. 6Pues Dios creó la única relación que tiene significado, y esa relación es la relación que Él tiene contigo.

IX. El instante santo y la atracción de Dios
1. Tal como el ego quiere que la percepción que tienes de tus her­manos se limite a sus cuerpos, de igual modo el Espíritu Santo quiere liberar tu visión para que puedas ver los Grandes Rayos que refulgen desde ellos, los cuales son tan ilimitados que llegan hasta Dios. 2Este cambio de la percepción a la visión es lo que se logra en el instante santo. 3Mas es necesario que aprendas exacta­mente lo que dicho cambio entraña, para que por fin llegues a estar dispuesto a hacer que sea permanente. 4Una vez que estés dispuesto, esta visión no te abandonará nunca, pues es perma­nente. 5Cuando la hayas aceptado como la única percepción que deseas, se convertirá en conocimiento debido al papel que Dios Mismo desempeña en la Expiación, pues es el único paso en ella que Él entiende. 6Esto, por lo tanto, no se hará de esperar una vez que estés listo para ello. 7Dios ya está listo, tú no.
2. Nuestra tarea consiste en continuar, lo más rápidamente posi­ble, el ineludible proceso de hacer frente a cualquier interferencia y de verlas a todas exactamente como lo que son. 2Pues es imposi­ble que reconozcas que lo que crees que quieres no te ofrece absolutamente ninguna gratificación. 3El cuerpo es el símbolo del ego, tal como el ego es el símbolo de la separación. 4Y ambos no son más que intentos de entorpecer la comunicación y, por lo tanto, de imposibilitarla. 5Pues la comunicación tiene que ser ilimitada para que tenga significado, ya que si no tuviese significado te dejaría insatisfecho. 6La comunicación sigue siendo, sin embargo, el único medio por el que puedes entablar auténticas relaciones, que al haber sido establecidas por Dios, son ilimitadas.
3. En el instante santo, en el que los Grandes Rayos reemplazan al cuerpo en tu conciencia, se te concede poder reconocer lo que son las relaciones ilimitadas. 2Mas para ver esto, es necesario renunciar a todos los usos que el ego hace del cuerpo y aceptar el hecho de que el ego no tiene ningún propósito que tú quieras compartir con él. 3Pues el ego quiere reducir a todo el mundo a un cuerpo para sus propios fines, y mientras tú creas que el ego tiene algún fin, elegirás utilizar los medios por los que él trata de que su fin se haga realidad. 4Mas esto nunca tendrá lugar. 5Sin embargo, debes haberte dado cuenta de que el ego, cuyos objeti­vos son absolutamente inalcanzables, luchará por conseguirlos con todas sus fuerzas, y lo hará con la fortaleza que tú le has prestado.
4. Es imposible dividir tu fuerza entre el Cielo y el infierno, o entre Dios y el ego, y liberar el poder que se te dio para crear, que es para lo único que se te dio. 2El amor siempre producirá expansión. 3El ego es el que exige límites, y éstos representan sus exi­gencias de querer empequeñecer e incapacitar. 4Si te limitas a ver a tu hermano como un cuerpo, que es lo que harás mientras no quieras liberarlo del mismo, habrás rechazado el regalo que él te puede hacer. 5Su cuerpo es incapaz de dártelo, 6y tú no debes buscarlo a través del tuyo. 7Entre vuestras mentes, no obstante, ya existe continuidad, y lo único que es necesario es que se acepte su unión para que la soledad desaparezca del Cielo.
5. Sólo con que le permitieses al Espíritu Santo hablarte del Amor que Dios te profesa y de la necesidad que tienen tus creaciones de estar contigo para siempre, experimentarías la atracción de lo eterno. 2Nadie puede oír al Espíritu Santo hablar de esto y seguir estando dispuesto a demorarse aquí por mucho más tiempo. 3Pues tu voluntad es estar en el Cielo, donde no te falta nada y donde te sientes en paz, en relaciones tan seguras y amorosas que es imposible que en ellas haya límite alguno. 4¿No desearías intercambiar tus irrisorias relaciones por esto? 5Pues el cuerpo es insignificante y limitado, y sólo aquellos que desees ver libres de los límites que el ego quisiera imponer sobre ellos, pueden ofre­certe el regalo de la libertad.
6. No tienes la menor idea de los limites que le has impuesto a tu percepción ni de toda la belleza que podrías ver. 2Pero recuerda esto: la atracción de la culpabilidad es lo opuesto a la atracción de Dios. 3La atracción que Dios siente por ti sigue siendo ilimi­tada, pero puesto que tu poder es el Suyo, y, por lo tanto, tan grande como el de Él, puedes darle la espalda al amor. 4La impor­tancia que le das a la culpabilidad se la quitas a Dios. 5Y tu visión se torna débil, tenue y limitada, pues has tratado de separar al Padre del Hijo y de limitar su comunicación. 6No busques la Expiación en mayor separación, 7ni limites tu visión del Hijo de Dios a lo que interfiere en su liberación y a lo que el Espíritu Santo tiene que deshacer para liberarlo. 8Pues es su propia creencia en la limitación lo que lo ha aprisionado.
7. Cuando el cuerpo deje de atraerte y ya no le concedas ningún valor como medio de obtener algo, dejará de haber entonces interferencia en la comunicación y tus pensamientos serán tan libres como los de Dios. 2A medida que le permitas al Espíritu Santo enseñarte a utilizar el cuerpo sólo como un medio de comunicación y dejes de valerte de él para fomentar la separación y el ata­que, que es la función que el ego le ha asignado, aprenderás que no tienes necesidad del cuerpo en absoluto. 3En el instante santo no hay cuerpos, y lo único que se experimenta es la atracción de Dios. 4Al aceptarla como algo completamente indiviso te unes a Él por completo en un instante, pues no quieres imponer ningún límite en tu unión con Él. 5La realidad de esta relación se convierte en la única verdad que jamás podrías desear. 6Toda verdad reside en ella.

X. La hora del renacer
1. Mientras estés en el tiempo, tendrás el poder de demorar la perfecta unión que existe entre Padre e Hijo. 2Pues en este mundo, la atracción de la culpabilidad se interpone entre ellos. 3En la eternidad, ni el tiempo ni las estaciones del año tienen significado alguno. 4Pero aquí, la función del Espíritu Santo es valerse de ambas cosas, mas no como lo hace el ego. 5Ésta es la temporada en la que se celebra mi nacimiento en el mundo. 6Más no sabes cómo celebrarlo. 7Deja que el Espíritu Santo te enseñe, y déjame celebrar tu nacimiento a través dé Él. 8El único regalo que puedo aceptar de ti es el regalo que yo te hice. 9Libérame tal como yo elijo liberarte a ti: 10Celebramos la hora de Cristo juntos, pues ésta no significa nada si estamos separados.
2. El instante santo es verdaderamente la hora de Cristo. 2Pues en ese instante liberador, no se culpa al Hijo de Dios por nada y, de esta manera, se le restituye su poder ilimitado. 3¿Qué otro regalo puedes ofrecerme cuando yo elijo ofrecerte sólo éste? 4Verme a mí es verme en todo el mundo y ofrecerles a todos el regalo que me ofreces a mí. 5Soy tan incapaz de recibir sacrificios como lo es Dios, y todo sacrificio que te exiges a ti mismo me lo exiges a mí también. 6Debes reconocer que cualquier clase de sacrificio no es sino una limitación que se le impone al acto de dar. 7Y mediante esa limitación limitas la aceptación del regalo que yo te ofrezco.
3. Nosotros que somos uno, no podemos dar por separado. 2Cuando estés, dispuesto a reconocer que nuestra relación es real, la culpabilidad dejará de ejercer atracción sobre ti. 3Pues en nues­tra unión aceptarás a todos nuestros hermanos. 4Nací con el solo propósito de dar el regalo de la unión. 5Dámelo a mí, para que así puedas disponer de él. 6La hora de Cristo es la hora señalada para el regalo de la libertad que se le ofrece a todo el mundo. 7Y al tú aceptarla, se la ofreces a todos.
4. En tus manos está hacer que esta época del año sea santa, pues en tus manos está hacer que la hora de Cristo tenga lugar ahora. 2Es posible hacer esto de inmediato, pues lo único que ello requiere es un cambio de percepción, ya que únicamente come­tiste un error. 3Parecen haber sido muchos, pero todos ellos son en realidad el mismo. 4Pues aunque el ego se manifiesta de muchas formas, es siempre la expresión de una misma idea: 5lo que no es amor es siempre miedo, y nada más que miedo.
5. No es necesario seguir al miedo por todas las tortuosas rutas subterráneas en las que se oculta en la oscuridad, para luego emerger en formas muy diferentes de lo que es. 2Pero sí es nece­sario examinar cada una de ellas mientras aún conserves el prin­cipio que las gobierna a todas. 3Cuando estés dispuesto a considerarlas, no como manifestaciones independientes, sino como diferentes expresiones de una misma idea, la cual ya no deseas, desaparecerán al unísono. 4La idea es simplemente ésta: crees que es posible ser anfitrión del ego o rehén de Dios. 5Éstas son las opciones que crees tener ante ti, y crees asimismo que tu decisión tiene que ser entre una y otra. 6No ves otras alternativas, pues no puedes aceptar el hecho de que el sacrificio no aporta nada. 7El sacrificio es un elemento tan esencial en tu sistema de pensamiento, que la idea de salvación sin tener que hacer algún sacrificio no significa nada para ti. 8Tu confusión entre lo que es el sacrificio y lo que es el amor es tan aguda que te resulta impo­sible concebir el amor sin sacrificio. 9Y de lo que debes darte cuenta es de lo siguiente: el sacrificio no es amor sino ataque. 10Sólo con que aceptases esta idea, tu miedo al amor desaparece­ría. 11Una vez que se ha eliminado la idea del sacrificio ya no podrá seguir habiendo culpabilidad. 12Pues si hay sacrificio, alguien siempre tiene que pagar para que alguien gane. 13Y la única cuestión pendiente es a qué precio y a cambio de qué.
6. Como anfitrión del ego, crees que puedes descargar toda tu culpabilidad siempre que así lo desees, y de esta manera comprar paz. 2Y no pareces ser tú el que paga. 3Y aunque si bien es obvio que el ego exige un pago, nunca parece que es a ti a quien se lo exige. 4No estás dispuesto a reconocer que el ego, a quien tú invitaste, traiciona únicamente a los que creen ser su anfitrión. 5El ego nunca te permitirá percibir esto, ya que este reconocimiento lo dejaría sin hogar. 6Pues cuando este reconocimiento alboree claramente, ninguna apariencia que el ego adopte para ocultarse de tu vista te podrá engañar. 7Toda apariencia será reconocida tan sólo como una máscara de la única idea que se oculta tras todas ellas: que el amor exige sacrificio, y es, por lo tanto, insepa­rable del ataque y del miedo. 8Y que la culpabilidad es el costo del amor, el cual tiene que pagarse con miedo.
7.¡Cuán temible, pues, se ha vuelto Dios para ti! a¡Y cuán grande es el sacrificio que crees que exige Su amor! 2Pues amar totalmente supondría un sacrificio total. 3Y de este modo, el ego parece exi­girte menos que Dios, y de entre estos dos males lo consideras el menor: a uno de ellos tal vez se le deba temer un poco, pero al otro, a ése hay que destruirlo. 4Pues consideras que el amor es destructivo, y lo único que te preguntas es: ¿quién va a ser destruido, tú u otro? 5Buscas la respuesta a esta pregunta en tus rela­ciones especiales, en las que en parte pareces ser destructor y en parte destruido, aunque incapaz de ser una u otra cosa completa­mente. 6Y crees que esto te salva de Dios, Cuyo absoluto Amor te destruiría completamente.
8.Crees que todo el mundo exige algún sacrificio de ti, pero no te das cuenta de que eres tú el único que exige sacrificios, y única­mente de ti mismo. 2Exigir sacrificios, no obstante, es algo tan brutal y tan temible que no puedes aceptar dónde se encuentra dicha exigencia. 3El verdadero costo de no aceptar este hecho ha sido tan grande que, antes que mirarlo de frente, has preferido renunciar a Dios. 4Pues si Dios te exigiese un sacrificio total, pare­cería menos peligroso proyectarlo a Él al exterior y alejarlo de ti, que ser Su anfitrión. 5A Él le atribuiste la traición del ego, e invi­taste a éste a ocupar Su lugar para que te protegiese de Él. 6Y no te das cuenta de que a lo que le abriste las puertas es precisamente lo que te quiere destruir y lo que exige que te sacrifiques totalmente. 7Ningún sacrificio parcial puede aplacar a este cruel invitado, pues es un invasor que tan sólo aparenta ser bondadoso, pero siempre con vistas a hacer que el sacrificio sea total.
9. No lograrás ser un rehén parcial del ego, pues él no cumple sus promesas y te desposeerá de todo. 2Tampoco puedes ser su anfitrión sólo en parte. 3Tienes que elegir entre la libertad abso­luta y la esclavitud absoluta, pues éstas son las únicas alternati­vas que existen. 4Has intentado transigir miles de veces a fin de evitar reconocer la única alternativa por la que te tienes que deci­dir. 5Sin embargo, reconocer esta alternativa tal como es, es lo que hace que elegirla sea tan fácil. 6La salvación es simple, por ser de Dios, y es, por lo tanto, muy fácil de entender. 7No trates de pro­yectarla y verla como algo que se encuentra en el exterior. 8En ti se encuentran tanto la pregunta como la respuesta, lo que te exige sacrificio así como la paz de Dios.

XI. La Navidad como símbolo del fin del sacrificio
1. No temas reconocer que la idea del sacrificio no es sino tu pro­pia invención, 2ni trates de protegerte a ti mismo buscando seguri­dad donde no la hay. 3Tus hermanos y tu Padre se han vuelto muy temibles para ti. 4Y estás dispuesto a regatear con ellos por unas cuantas relaciones especiales, en las que crees ver ciertos vestigios de seguridad. 5No sigas tratando de mantener tus pensamientos separados del Pensamiento que se te ha dado. 6Cuando aquellos se ponen al lado de Éste y se perciben allí donde realmente se encuentran, elegir entre ellos no es más que un dulce despertar, tan simple como abrir los ojos a la luz del día cuando ya no tienes más sueño.
2. El símbolo de la Navidad es una estrella: una luz en la oscuri­dad. 2No la veas como algo que se encuentra fuera de ti, sino como algo que refulge en el Cielo interno, y acéptala como la señal de que la hora de Cristo ha llegado. 3Cristo llega sin exigir nada. 4No le exige a nadie ningún tipo de sacrificio. 5En Su Pre­sencia la idea de sacrificio deja de tener significado, 6pues Él es el Anfitrión de Dios. 7Y tú no tienes más que invitar a Aquel que ya se encuentra ahí, al reconocer que Su Anfitrión es Uno y que ningún pensamiento ajeno a Su Unicidad puede residir allí con Él. 8El amor tiene que ser total para que se le pueda dar la bienve­nida, pues la Presencia de la santidad es lo que crea la santidad que lo envuelve. 9Ningún temor puede asaltar al Anfitrión que le abre los brazos a Dios en la hora de Cristo, pues el Anfitrión es tan santo como la Perfecta Inocencia a la que protege, y Cuyo poder a su vez lo protege a Él.
3. Esta Navidad entrégale al Espíritu Santo todo lo que te hiere. 2Permítete a ti mismo ser sanado completamente para que puedas unirte a Él en la curación, y celebremos juntos nuestra liberación liberando a todo el mundo junto con nosotros. 3Inclúyelo todo, pues la liberación es total, y cuando la hayas aceptado junto conmigo la darás junto conmigo 4Todo dolor, sacrificio o peque­ñez desaparecerá de nuestra relación, que es tan pura como la relación que tenemos con nuestro Padre, y tan poderosa. 5Todo dolor que se traiga ante nuestra presencia desaparecerá, y sin dolor no puede haber sacrificio. 6Y allí donde no hay sacrificio, allí está el amor.
4. Tú que crees que el sacrificio es amor debes aprender que el sacrificio no hace sino alejarnos del amor. 2Pues el sacrificio conlleva culpabilidad tan inevitablemente como el amor brinda paz. 3La culpabilidad es la condición que da lugar al sacrificio, de la misma manera en que la paz es la condición que te permite ser consciente de tu relación con Dios. 4Mediante la culpabilidad excluyes a tu Padre y a tus hermanos de ti mismo. 5Mediante la paz los invitas de nuevo al darte cuenta de que ellos se encuentran allí donde tú les pides que estén. 6Lo que excluyes de ti mismo parece temible, pues lo imbuyes de temor y tratas de deshacerte de ello, si bien forma parte de ti. 7¿Quién puede percibir parte de sí mismo como despreciable, y al mismo tiempo vivir en paz con­sigo mismo? 8¿Y quién puede tratar de resolver su «conflicto» interno entre el Cielo y el infierno expulsando al Cielo y dotán­dolo de los atributos del infierno, sin sentirse incompleto y solo?
5. Mientras percibas el cuerpo como lo que constituye tu realidad, te percibirás a ti mismo como un ser solitario y desposeído. 2Y te percibirás también como una víctima del sacrificio, y creerás que está justificado sacrificar a otros. 3Pues ¿quién podría rechazar al Cielo y a su Creador sin experimentar una sensación de sacrificio y de pérdida? 4¿Y quién podría ser objeto de sacrificios y pérdidas sin tratar de rehacerse a sí mismo? 5No obstante, ¿cómo ibas a poder hacer esto por tu cuenta, cuando la base de tus intentos es que crees en la realidad de la privación? 6Sentirse privado de algo engendra ataque, al ser la creencia de que el ataque está justificado. 7Y mientras prefieras conservar la privación, el ataque se vuelve salvación y el sacrificio amor.
6. Y así resulta que, en tu búsqueda de amor, vas en busca de sacrificio y lo encuentras. 2Mas no encuentras amor. 3Es imposi­ble negar lo que es el amor y al mismo tiempo reconocerlo. 4El significado del amor reside en aquello de lo que te desprendiste, lo cual no tiene significado aparte de ti. 5Lo que prefieres conser­var es lo que no tiene significado, mientras que lo que quieres mantener alejado de ti encierra todo el significado del universo y lo conserva intacto dentro de su propio significado. 6Si el uni­verso no estuviese unido en ti, estaría separado de Dios, y estar sin Él es carecer de significado.
7.En el instante santo se satisface la condición del amor, pues las mentes se unen sin la interferencia del cuerpo, y allí donde hay comunicación hay paz. 2El Príncipe de la Paz nació para re-esta­blecer la condición del amor, enseñando que la comunicación con­tinúa sin interrupción aunque el cuerpo sea destruido, siempre y cuando no veas al cuerpo como el medio indispensable para la comunicación. 3Y si entiendes esta lección, te darás cuenta de que sacrificar el cuerpo no es sacrificar nada, y que la comunicación, que es algo que es sólo propio de la mente, no puede ser sacrifi­cada. 4¿Dónde está entonces el sacrificio? 5Nací para enseñar la lección de que el sacrificio no está en ninguna parte y de que el amor está en todas partes, y ésta es la lección que todavía quiero enseñarles a todos mis hermanos. 6Pues la comunicación lo abarca todo, y en la paz que re-establece, el amor viene por su propia voluntad.
8. No permitas que la desesperanza opaque la alegría de la Navi­dad, pues la hora de Cristo no tiene sentido si no va acompañada de alegría. 2Unámonos en la celebración de la paz, no exigiéndole a nadie ningún sacrificio, pues de esta manera me ofreces el amor que yo te ofrezco. 3¿Qué podría hacernos más felices que percibir que no carecemos de nada? 4 Ése es el mensaje de la hora de Cristo, que yo te doy para que tú lo puedas dar y se lo devuelvas al Padre, que me lo dio a mí. 5Pues en la hora de Cristo se restablece la comunicación, y Él se une a nosotros para celebrar la creación de Su Hijo.
9. Dios le da las gracias al santo anfitrión que desee recibirle y le deje entrar y morar allí donde Él desea estar. 2Y al tú darle la bienvenida, Él te acoge en Sí Mismo, pues lo que se encuentra en ti que le das la bienvenida, se le devuelve a Él. 3Y nosotros no hacemos sino celebrar Su Plenitud cuando le damos la bienve­nida dentro de nosotros. 4Los que reciben al Padre son uno con Él, al ser los anfitriones de Aquel que los creó. 5Y al abrirle las puertas, Su recuerdo llega con Él, y así recuerdan la única rela­ción que jamás tuvieron y que jamás querrán tener.
10. Ésta es la época en la que muy pronto dará comienzo un nuevo año del calendario cristiano. 2Tengo absoluta confianza en que lograrás todo lo que te propongas hacer. 3Nada te ha de faltar, y tu voluntad será completar, no destruir. 4Dile, entonces, a tu her­mano:
5Te entrego al Espíritu Santo como parte de mí mismo.
6Sé que te liberarás, a menos que quiera valerme de ti
para aprisionarme a mí mismo.
7En nombre de mi libertad elijo. tu liberación porque
reconozco que nos hemos de liberar juntos.
8De esta forma damos comienzo al año con alegría y en libertad. 9Es mucho lo que aún os queda por hacer, y llevamos mucho retraso. 10Acepta el instante santo con el nacimiento de este año, y ocupa tu lugar -por tanto tiempo vacante- en el Gran Despertar. 11Haz que este año sea diferente al hacer que todo sea lo mismo. 12Y permite que todas tus relaciones te sean santificadas. 13Ésta es nuestra voluntad. 14Amén.

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