Dar la enseñanza, compartir la sabiduría,
sembrar y regar el amor
en el corazón de todos sus hermanos,

Hombre Nuevo, Mundo Nuevo.

Ir a retomar lo que quedo sin concluir.

Querido Santiago

Cuán difícil se nos hace aceptar que debemos volver al desierto,

una vez que hemos abierto una puerta de casa

y hemos traído a nuestro nuevo portal la marca de ceniza de nuestro hogar de ayer.

Una vez que pensamos que ya hemos superado todos los obstáculos

y que hemos abandonado para siempre la odiosa presencia

de la soledad del desierto y decimos

“no más”.

Ahora un cuerpo duerme a mi lado,

mi mano descansa en otra mano y mi cabeza sobre suave piel,

ya no sobre una piedra y en nuestra mesa hay manjares hechos con amor.

La dulzona leche y el recién hecho pan y no las sabandijas del desierto,

ni las amargas raíces, ni el agua ácida del espino.

No, una vez que abandonamos la senda que nos llevaba a las abruptas peñas,

al paisaje muerto, a la oscuridad de la caverna y la soledad de la noche,

nos decimos a nosotros mismos:

Que jamás, jamás volveremos a pisarla.

Y logramos olvidar
después de muchas noches de pesadilla,
el sobresalto nocturno por la llegada de la víbora
o del animal rapaz,
la lenta agonía de la sed
y pasamos toda nuestra existencia tratando de olvidar,

“lo que sabemos que jamás podremos hacer”.

Porque fue allí, en el desierto y bajo las estrellas,
en plena soledad, cuando nuestro ser se volvió Luz,
se partió en miles de pedazos.

Cada uno conteniendo un pasaje
de nuestra vida del pasado, un recuerdo,
una voz, una palabra, un beso o una caída,
un golpe o una caricia.

Para luego reconstruirnos
después del Bautismo de Luz,
de la agonía de la negación
y de la cercanía de la muerte.

Ya no como seres únicos e indivisibles,
sino más bien como seres duales,
en los cuales el ser material y hermoso
con órganos y sentidos altamente evolucionados,
admite y alberga
con profunda sensibilidad y aceptación,
al Ser Esencial,
al Ser emanado del Ser Original
que anima a esos órganos y sentidos.

“Les da vida”.

Es esa dualidad lo que constituye el despertar
y ese despertar tú lo sabes tan bien como yo,
amado Santiago,
sólo puede darse en el desierto.

En ese desierto del cual has tratado
todos estos años de huir,
pero que sigue viviendo y seguirá viviendo
para siempre en ti.

Ya es hora Santiago de volver al desierto.

Debes ir a retomar lo que dejaste sin concluir.

Debes terminar la senda que con premura abandonaste
y aunque esta vez sólo sean unos días
los que allí debas pasar,
admite nuevamente en ese momento
la dulce agonía del cambio
y vuelve a vivir al menos por una última vez,
en ésta, tu existencia actual,
que avanza inexorable a su final,

el Bautismo de Luz
y la absoluta certeza de la dualidad,
para que puedas con tu propia voz,
describir a tus discípulos lo que es,
lo que significa y cómo se manifiesta.

Vuelve unos días al desierto y allí,
tu esencia y la mía,
podrán nuevamente y quizás por última vez
con esta separación de por medio,
de tiempos y espacios, convivir un momento,
sólo para poder hablar desde lejos,
antes de que volvamos a hacerlo como antes,
hombro con hombro, voz con voz.

Sabrás que nuevamente
los tiempos oscuros largamente anunciados
en el pasado
han comenzado a manifestarse,
que aquello que se buscó negar,
está nuevamente presente
y que muy pronto la plena vigencia de la oscuridad
se hará manifiesta.

Tú, Santiago, no vivirás toda su presencia,
pero sí dejarás sembrada en tus discípulos,
como lo hice yo en mi momento,
la real sabiduría y el real conocimiento necesario
para poder atravesar el camino de la sombra
y guiar a tus hermanos Hacia la Luz,
esa bella y Nueva Luz
de las que ni tú ni yo formamos parte,
que llevará al Hombre Nuevo al Mundo Nuevo,
donde ya la posibilidad de la oscuridad no exista,
pues una vez cumplido,
el signo y la palabra que dijo:

“Está escrito,
que la noche se hará más larga que el día,
y la oscuridad se hará presente,
el hermano ya no podrá reconocer al hermano,
el amigo levantará su puño contra el amigo
y por un momento la mansa oveja
perseguirá y destrozará al lobo,
pues es su camino… camino torcido
que no se distingue en medio de la sombra”.

Deberá el hombre pasar por esta última puerta,
que es el umbral largamente temido,
para que reciba en sí
la sabiduría y la experiencia necesaria,
para rechazar la bizarra presencia
de la sombra en su ser
y abandonándola,
dejar paso en su vida únicamente
al ser dual largamente acallado,
largamente aguardado,
largamente anhelado desde el principio,
cuando sus ojos vieron la primera luz en esta tierra
y sus pasos torpes caminaron por primera vez
los caminos de esta, su tierra.

Sabemos, amado hermano,
que esa palabra, la palabra perdida
y ahora recuperada,
es palabra antigua,
Palabra que sólo será dicha ahora
cuando el camino soleado y tranquilo del hombre
se torna oscuro y difícil.

Y sabemos ambos que una vez transitado este camino,
la palabra será olvidada
y con ella lo seremos tú, yo
y todos aquellos que comenzaron a transitar
el camino de la revelación conmigo,
aquellos que volvieron esta vez,
sólo para dar testimonio y compartir
lo que en cada una de sus vidas y realidades
pudieron aprender.

Para una vez más, en sublime expresión de amor,
dar la enseñanza, compartir la sabiduría,
sembrar y regar el amor
en el corazón de todos sus hermanos,
inclusive en el de aquellos que de alguna forma
les han adversado, combatido u olvidado.

Querido hermano, vuelve al desierto
y cuando regreses,
ya nada habrá que pueda finalmente separarte
de lo que es tú misión.

Abre tu corazón a la dulce soledad,
para que al volver
puedas finalmente saborear
el dulce abrazo de la unión,
esa unidad que tanta falta hará en tan pocos días.

Te ama

Tu hermano

Emmanuel.

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