«El amor y la vida moran en el hogar interior,
en el centro de Luz de cada ser…

No hay forma de alejarse del Padre
cuando Su Luz mora en cada uno…
y es su vida emanación de su amor.»

La duda y la costumbre

Mensaje dirigido por Emmanuel…

Será dicho en el futuro,
que fue La Palabra la que iluminó al hombre
cuando éste cruzó el umbral último de su crecimiento.

Durante muchos tiempos y tiempos,
se cerró el corazón y el oído del hombre a La Palabra.

Durante mucho tiempo La Palabra fue sepultada,
pues el sentido real de su existencia… resultaba temible
para todos aquellos que albergaban en su ser
la ambición de poder o de control sobre sus hermanos.

Y esto fue así, porque La Palabra fue dicha,
enunciada y recibida por los hombres
a los cuales fue dada en revelación…
como camino de liberación e igualdad.

He aquí, que los hombres edificaron santuarios de palabras
sobre las mentiras que ellos llamaron la palabra…
para encadenar al hombre antes que liberarlo
pues es sabido que el hombre no es esclavo,
a menos que la esclavitud more en él.

Pues aquel que es cargado de cadenas,
si es libre en su ser interior…
seguirá siendo libre
aún cuando se duplique el peso de sus cargas.

La Palabra, entonces Santiago, sólo tiene el sentido
de la liberación del hombre esclavizado por las cadenas
con las que se ha pretendido atar su ser libre.

Pues dos grandes enemigos tiene el hombre libre
que le someten y le llevan a la esclavitud:

Uno de ellos es… La duda, que se enseña con muchos
y muy diversos nombres… y que le dice al hombre:

Mira que sólo debes creer…
aquello que puedas tocar, medir o pesar…

Nada que así no sea carece de realidad
y por lo tanto es una mentira.

De esta forma Santiago,
se enseña al hombre a negar esa parte de sí
que no puede ser medida o tocada.

Le dicen que crea que tiene un corazón
porque lo siente latir en su pecho…
pero le dicen que no crea en su hogar interior…
en su esencia, porque no late, huele o se puede tocar.

De esta forma le dicen al hombre que no crea en la vida,
pues es su esencia y no otra,
la manifestación real de su hogar interior.

Y al hacerlo, conducen al hombre
a uno de los mayores sufrimientos a los que un Ser de Luz
puede estar sometido.

Se le condena a la soledad, pues al obligarle a negar
esa parte fundamental de cada ser que es su Luz Interior…
esa que es infinitamente igual en todos los seres humanos
e infinitamente diferente en cada identidad…
le hacen más difícil la identificación con sus hermanos
y el reconocimiento, tanto individual como colectivo.

Pues sólo cuando el hombre entiende
que su hermano mora en él,
como él lo hace en su hermano…
puede entonces expresar el amor y la alegría
de la pertenencia, sin el temor a la pérdida de la identidad.

¿Puede un hombre decir Te amo o Te perdono,
cuando niega constantemente
la presencia en su ser de un centro de Luz
de donde manan sus sentimientos?

¡Si busca el amor y saca el corazón
del pecho del hermano buscando el amor!

¿Crees tú que hallará en el corazón de su hermano este amor?

¡Si saca el cerebro de su hermano para buscar el amor!

¿Crees tú que hallará en el cerebro de su hermano este amor?

¿Estará el amor en el estómago…
en una pierna… en una mano…
en el sexo o en alguna parte de las entrañas del hermano?

Sabes Santiago,
que el amor y la vida
no moran en ninguno de los órganos
o partes del cuerpo del ser vivo.

Estos sentimientos moran en el hogar interior,
en el centro de Luz de cada ser…
son esas partes que moran en todo el Ser,
porque forman parte de la vida…
y son a la vez dones recibidos y dones para compartir.

Si se represan o se tergiversan pierden su sentido
y en vez de ser fuente de libertad, amor y sabiduría…
se vuelven pozo oscuro de dolor, soledad y supersticiones,
haciéndolo esclavo de sí mismo y de su soledad…
profunda soledad que nunca nadie puede acompañar.

El segundo gran enemigo de la libertad del hombre es…

La costumbre… esa que te indica qué debes seguir…
para que tus usos y maneras
no sean diferentes a las de los demás.

De ahí que el hombre dedique su vida
a luchar incesantemente para acumular aquellas cosas
que todos deben tener… por lucir como se debe lucir…
y aprenda a repetir lo que se acostumbra a decir…
a actuar como se debe actuar…
a sentir sólo aquello que se acostumbra a sentir…
y a pensar o admitir como correcto, aquello
que todo indica que debe ser lo que se acostumbra a pensar.

Se encadena el hombre al modelo
a los usos y tradiciones…
Impidiéndole expresarse más allá
de lo que se acostumbra a aceptar como correcto.

Vaga esclavizado a las costumbres
negando esa parte de él que le pide ser él mismo
independientemente de que al serlo,
contraríe las costumbres generalmente aceptadas.

Se obliga al hombre a reír… cuando desea llorar.

A mentir… porque es incorrecto decir la verdad.

A luchar por obtener muchas cosas, las cuales
le son realmente innecesarias, pues así es la costumbre.

A hacer cosas y adoptar actitudes, porque de no hacerlo
se va en contra de las costumbres aceptadas.

Así ves a amigos evitando abrazarse, porque ello
no es correcto… a parejas mantenerse unidas por costumbre…
a sentimientos obligados a mantenerse o a negarse
porque se siguen las costumbres.

El hombre entonces vive su vida según una costumbre…
y ésta le obliga a transitar su camino,
como sendero de sonámbulo que no sabe realmente adonde va,
pues camina dormido.

La vida se hace cansada y odiosa…
el color se hace más tenue…
y la libertad de pensar, creer,
amar y ser…
se pierde en medio de la rutina y la costumbre.

Es por estos dos enemigos…
la duda y la costumbre
que el hombre fue sumido en la esclavitud.

Se le hizo creer que nada más debe esperar
nacer, crecer, reproducirse y morir…
sin realmente haber vivido en ningún momento.

La Palabra fue acallada,
pues era ella palabra para hombre libre.
Fue destruida, quemada y negada…
por aquellos que pretendían ser amos de hombres.

Sólo se puede ser amo de esclavos…
no de hombres libres.

Convirtieron al Padre
en dador de castigos y maldiciones…
para que se desviaran al ver La Luz.

Al hombre en transgresor de una ley
a la que llamaron divina…
por la que merecía todo tipo de castigos y represalias.

Se le habló al hombre
de la maldad que en él moraba…

Se le convenció para que siendo instrumento del mal
expiara su maldad con dolor,
se le dijo a la mujer que debería sufrir en el parto
porque había ella pecado.

Unos pueblos se llamaron a sí
buenos o elegidos…
y ellos a su vez llamaron a los demás…
malos o aborrecidos.

Y nació la guerra del hombre contra el hombre.

Y se dio entonces forma a la imagen del enemigo,
que creció…

y que había nacido como forma de pensamiento
surgida de los terrores y pesadillas
que la idea del pecado sembró el hombre.

Realmente fue entonces cuando dijo el hombre:

He aquí que soy malo…
que he hecho mal.

Y por esto el Padre ya no me acepta.

Y porque ya no me acepta… y mi mal me aleja de Él…
seguiré mi camino en el mal… pues a el pertenezco…
y mientras más caigan en mi mal…
más iguales a mí habrá.

Juntos nos ocultaremos del rostro del Padre…

Y tendremos temor de Él.

Fue éste y no otro
el momento del nacimiento del castigo y del dolor del hombre…
pues al sentirse o creerse separado del Padre…
y vencido por la duda…
comenzó a negar el reconocimiento del hermano.

Al hacerlo se negó a sí mismo,
comenzó a nacer la sombra…
y parió a su vida el dolor, la incertidumbre,
la avaricia, el deseo mal entendido,
el temor a la muerte y la tristeza.

Pues nadie se detuvo en su puerta
para recordarle al hermano,
que no hay forma de alejarse del Padre
cuando Su Luz mora en cada uno.

Nada que el hombre haga
puede alejarle de Él,
pues es su vida emanación de su amor…
y por lo tanto, cada uno de nosotros…
es parte del Padre…
y somos el Padre.

Y somos simplemente…
sin que nuestras caídas o errores
puedan jamás llevarnos lejos de Él y de su amor.

Así pues, Santiago, La Palabra
debe ser traída ahora para que los hombres recuerden
que no hay un camino que los lleve al Padre…
pues no puede estar extraviado,
aquel cuyos pasos
siempre han transitado por la senda correcta.

No son pecados, no son caídas…
son sólo momentos en que una nube cubrió
un poco la luz de su senda…
pero al pasar la nube…
ve que sus pasos siguen en el camino…

Nada le ha alejado de Él.

¿Recuerdas cómo empezaba Santiago?

Tu hermano,

Emmanuel.

¡Comprender!

Sólo diez letras.

Y salvarían al hombre.

José Narosky

La Duda y la Costumbre

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