«Todos somos hermanos,
hijos de la misma llama divina.»

Meditación e Iniciación

en el Mar de Galilea

Mensaje dirigido por Emmanuel…

Querido Simón:

Han pasado muchos años desde la última vez
en que tus sandalias y las mías
barrieron las polvorientas calles de Galilea.

El día de la separación…
te pedí humildemente que apacentaras mis ovejas.

En aquella época, no pensaba ni siquiera
en la posibilidad de volver aquí.

La prueba que había pasado fue tan dura,
las heridas de mi corazón tan grandes y tan frescas,
que aunque las lágrimas habían cesado de fluir de mis ojos,
el llanto amargo de la decepción
y el dolor de mis heridas, turbaron grandemente
aquella despedida entre hermanos.

Sé que te quedaste esperando mi respuesta,
pero con tu carácter llano y sencillo, con tu sabia y dulce
mirada del pescador acostumbrado a ver el designio
del Padre escrito en las estelas de tu barca en el mar,
aceptaste tu misión sin duda, ni queja.

No te pedí que me acompañaras y aún así,
sé que el remordimiento de tu negación te habría
obligado a ir conmigo rumbo a la muerte, de ser necesario.

Pero yo debía caminar adolorido y en soledad,
hasta que las dulces lágrimas de la aceptación
me hicieran olvidar y perdonar.

El día que volví con Él, que es tan grande y está tan
por encima de nuestras debilidades, me conmovió
su paternal amor y fueron sus dulces sentimientos
el bálsamo más precioso y por fin ese día, pude decir
los perdono, realmente y de corazón.

Mi misión fue gritar a los vientos
que todos somos hermanos…
hijos de la misma llama divina,
alimentados del mismo amor.

Que no existían diferencias entre nosotros
y que las barreras
impuestas por los hombres para separarnos,
terminaban en la tumba,
pues no tenían real motivo de existir
más que el de delimitar tumbas.

Mi mensaje se perdió entre sangres y mártires
y se erigieron inmensas organizaciones de hombres
hechas unas para gobernar en mi nombre
y otras para negar mi existencia.

Lo cierto es que el mensaje de unión
se convirtió en lo contrario.

Simón, el crecimiento de las almas no se detiene,
continúa aún por debajo de la lava del volcán.

Muchas almas ahora te acompañan en tu camino,
pero hay muchísimas otras
que sienten la necesidad de su transformación,
pero no hallan quien las oriente.

Yo te pedí una vez que llevaras mis ovejas
a campos seguros a pacer.

Y tú, con tu celo de guardián,
las condujiste guiado por tu fe a Israel.

Hoy te pido que bajo la bandera de los Hijos del Pacto
que nuevamente enarbolas con orgullo,
aceptes también a aquellos que sin ser de tu propio tronco
son los llamados a dirigir el Gran Cambio
que marcará mi regreso.

Simón, ¿ves el humo del incienso que tienes frente,
ves cómo se eleva
y llena con su leve y agradable fragancia tu entorno?

Así es la verdad…
que comienza a resplandecer en los hombres,
quizás esta verdad se halle empañada
por la escasa comprensión de los hombres,
pero el hecho de que no veas la llama
arder en sus corazones,
no significa que no esté allí.

Tienes una misión que cumplir,
sé que te resulta difícil, quizás casi imposible
para un hombre de tu edad y tus limitaciones,
pero no te preocupes, se irá allanando tu camino
y desapareciendo poco a poco tus restricciones.

Sé que deseas oírme y sentirme
como en los viejos días de Galilea, pero ahora soy distinto.

Tus ojos no están acostumbrados a distinguir a través
de La Luz Trascendental al hombre con quien compartiste
la etapa más significativa de tu vida, la experiencia
que cambiaría para siempre tu conciencia.

Hoy quiero que hagas algo…
para retomar esta vieja experiencia donde la dejaste.

Quiero que vuelvas conmigo al Mar de Galilea
y que al fin formules las miles de preguntas
que por temor o exceso de respeto,
no hiciste a este tu incondicional amigo.

Quiero que regreses por un momento a mi lado
y me recuerdes tal y como me viste.

Dentro de poco tiempo me verás en ésta,
mi imagen trascendente,
pero hasta ese momento
deberás aprender a verme
con los amorosos ojos del alma y del sentimiento.

Así es la forma en que deben verse los amigos.
Respira muy lentamente y retorna poco a poco.

Conscientemente yo te estaré esperando.
Podrás ver lo que fuiste.

No te pares en los errores, ¿pues qué querías?

¿Dejar de ser humano?

Yo mismo me hice humano
para entender a mis hermanos, los hombres.

¿Quieres tú acaso dejar de ser humano
para mandarlos y no entenderlos?

Ven, vuelve a sentir la cálida brisa del verano Galileo,
el olor del mar cercano y de la pesca fresca,
comparte con este tu amigo, el pan y el pescado,
como lo hicimos antes.

Toma las manos de mi discípulo bien amado
como lo hacías antes
y te será más fácil seguir el hilo de plata
que te une con lo que fuiste.

Luego cambiarás, este cambio te dolerá un par de días,
pero tú sabes muy bien que es necesario.

Luego, podremos hablar siempre.

Hasta siempre Simón o Pedro.

Tuyo,

Emmanuel Ben Joseph.

La tierra canta solamente a quien le canta.

José Narosky

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