La profunda tristeza y la apatía de vivir.

Sabed que ha de ser esta enfermedad y no las armas,
ni la escasez, ni el aire enfermo, ni las aguas enfermas,
la que más muertes ha de provocar en los días por venir.

Sanación

Queridos hermanos:

Han comenzado a recordar
muchas y muy diferentes experiencias
de sus antiguas existencias
y bien pronto comenzarán a recordar
circunstancias y hechos
que les hicieron actuar
de formas quizás no muy aceptables
para sus seres de hoy.

No piensen que son los únicos
que a estas horas han comenzado a enfrentar una vida
que es más una línea larga de sombra en el desierto,
que un breve camino sobre las aguas.

Ahora ya saben que son conductores
de largas caravanas de días,
que solo se detienen brevemente
para descansar y prepararse,
para luego continuar la senda primaria
que escogieron en su momento.

No son los únicos,
pues el tiempo de cambiar ya ha llegado
y una de las primeras señales en el hombre de este cambio,
es el recuerdo vivido de sus días sobre la tierra.

Solo así el hombre podrá entender,
que el temor a la vida es solo una ilusión,
como el fracaso, el triunfo, el poder o la riqueza.

Pero no deben dar a esos seres una gran importancia.

Más bien deben aconsejar a sus discípulos
el no sufrir por quienes fueron
y el no alabar a quienes habían sido,
pues ellos eran unos seres distintos
y sus circunstancias y misiones también lo eran.

El propósito de este recordar
es solo abrirse a la nueva realidad de continuidad,
para que en el uso del don de la sabiduría
sepan entender las enseñanzas
que cada una de esas identidades dejaron en ustedes.

No será extraño también,
que entre aquellos que sigan sus pasos
en búsqueda de la respuesta y la guía,
se despierten facetas dormidas
que les permitan ver más allá de sus días actuales,
e intuir hechos y acontecimientos en el porvenir.

Ahora que vais a ser maestros,
debéis abrir vuestro entendimiento
a todas estas cualidades
y no tomarlas ya como portentos,
sino más bien como manifestaciones del despertar.

Dejad vuestros ojos abiertos
para ver La Luz en aquellos a quienes enseñáis.

Dejad vuestros oídos abiertos para escuchar
y entender cuando hablen en la lengua del ayer
o en la lengua del mañana.

Muchos de ustedes
ya han escogido el camino de la enseñanza
y algunos aun dudan de su capacidad para hacerlo.

Pero no teman,
pues habéis sido llamados
por el más dulce de los hombres
para seguir el camino de su enseñanza
y para llevarla a los que así lo necesitan.

Y bien sabéis que aunque os ocultarais bajo tierra,
bajo tierra hallaríais discípulos
listos para escuchar la sabiduría
que saldrá de sus labios.

No podéis elegir el ser maestros o no,
porque sin que os halláis percatado de ello
ya sois maestros
y allá afuera,
lejos del tibio refugio de este su hogar interior,
miles de personas esperan por una palabra,
una respuesta
o un toque de sanación de vuestras manos.

Y sabéis por la experiencia de todos sus días
que cada vez son mas
los que se acercan a vosotros para aprender.

Ahora bien,
es cierto que los dones que están en vosotros,
os pertenecen y son vuestros
y nadie puede arrebatároslos,
pero también es cierto que un don, no es tal
hasta tanto no se manifiesta en plenitud y voluntad.

Lo que quiero deciros,
es que no basta con saber
que ya en cada uno de vosotros esta la sabiduría:

Que aclara las dos grandes incógnitas del pasado.

La continuidad de la esencia
y la desaparición de la identidad.

También aclara el propósito de cada misión
y la necesidad de la culminación del cambio
y como este cambio
conduce al hombre a través de un tiempo difícil,
hacia una Nueva Era de Conocimiento y Paz.

El consuelo,
que fluye de las palmas de vuestras manos
y que lleva la serenidad y el confort
a las almas y las mentes atormentadas.

Ya sabéis que este consuelo
es gran remedio de la peor de las enfermedades
que consumirá a vuestros hermanos,
en el tiempo oscuro por venir.

La profunda tristeza y la apatía de vivir.

Sabed que ha de ser esta enfermedad y no las armas,
ni la escasez, ni el aire enfermo, ni las aguas enfermas,
la que más muertes ha de provocar en los días por venir.

Como vuestra sabiduría indica,
cuando un ser está profundamente triste
y no siente el deseo de bendecir la vida,
cada una de las partes de su cuerpo
acepta esto como un decreto.

Y comienza una penosa muerte,
que mata primero a los guerreros blancos
que protegen de la invasión que mata
y luego va consumiendo cada órgano,
cada parte del ser,
hasta que con un triste suspiro
el ser se entrega a la muerte,
sin percatarse de la enseñanza que esta debía traer
y demorando una vez más
el cumplimiento de su misión individual.

Recordad siempre que no es menos grave
el triste reflejo de la apatía en los ojos del hombre,
que la herida que sangra,
pues si en el herido también hay tristeza
muy difícilmente esta herida sanará.

Y no os extrañéis de que vuestros hermanos
tomen el camino de la locura
para huir de la circunstancia
y de la misión individual.

Sabéis muy bien que vuestra voz y vuestras manos,
pueden hacer volver
a aquel que se ha refugiado
en el profundo laberinto de la negación.

La Sanacion:

Esta que fluye desde las puntas de vuestros dedos
y que nace en vuestro centro del ser,
( el centro del pecho ).

Este don os permite llevar la sanación
a las dolencias del cuerpo de vuestros hermanos.

Esta sanación será más rápida,
mientras más centrados en vuestro pecho estéis.

Pueden varios hermanos
unirse para dar sanidad a un ser enfermo.

Si así lo decidís,
debéis colocaros todos uno al lado del otro,
colocando las yemas de vuestros dedos
en contacto con las palmas de las manos de los sanadores.

Aquel que ha de impartir la energía
ha de extender su mano
y colocarla entonces en el centro del ser
del hermano doliente,
hablando a su esencia y ordenando su curación.

Pero si alguno de los sanadores no está centrado
y está en rabia, en dolor o en tristeza,
deberá abstenerse de formar parte de la sanación,
pues podrá traer enfermedad antes que sanidad.

Estos dones,
os han sido otorgados
en el momento en que aceptasteis
la misión que se os ofreció,
lo que os hace distintos
de los hermanos a los que debéis socorrer.

Es que en vosotros hubo aceptación
de misión de maestros,
pues respondisteis al llamado
y se os confirió entonces
como primer paso de la aceptación,
la visión de la senda
que os trajo de regreso a los pies del heraldo
para recibir de sus palabras
la investidura de maestros.

Todos sabéis que durante años,
vuestra sabiduría
se ha alimentado de múltiples y muy diferentes ríos.

Ríos de voces
que ha hablado cada una con su tono distinto,
pero que cada una de ellas
ha sembrado en vosotros semillas de saber.

Y luego accedisteis al punto de encuentro
y allí recibisteis
el don de la visión de vuestros cuerpos sutiles
y su manifestación.

En ese momento,
aquellos de vosotros que no estaban seguros
de querer seguir esta senda señalada,
partieron dejando palabras severas de juicio
y bochorno en los que quedaron.

Pero al igual que ustedes,
continuaron su camino siguiendo una diferente senda,
que ahora os ha puesto en el mismo camino,
solo que en sentidos diversos.

Ellos,
enseñan al hombre a sanar su pasado.

Vosotros,
preparáis al hombre para sanar su futuro.

Habéis aprendido el significado
del matiz de la luz,
de la piedra que late
y de la aguja que oscila.

Pero muchos de vosotros
aun no habéis palpado el matiz de la luz,
ni habéis programado vuestra piedra que late,
ni habéis tomado en vuestras manos la aguja que oscila,
pues pensáis que es el maestro de los ojos tristes
quien tiene el poder de hacerlo.

¡ NO !

No es así.

En cada uno de vosotros está este poder y este saber
y no debéis dudar
en hacer uso de él para preparar a vuestro ser
para la emanación de los dones reales,
esos que no necesitan de matices,
piedras o agujas para manifestarse.

Pero no perdáis tiempo,
comenzad a usar estos objetos
y pronto veréis como vuestros dones reales
florecen como el desierto bajo la lluvia.

Debéis cuidaros grandemente,
pues sois maestros
y la pérdida de un maestro es muy dolorosa
porque impone el abandono de muchos alumnos,
que a su vez han de ser maestros.

Debéis cuidar vuestra alimentación,
haciéndola agradable a vuestros ojos y a vuestro ser.

Tratad en lo posible de que sean vuestras propias manos,
las que con amor
lleven y preparen el alimento
que ustedes y los vuestros han de consumir,
pero de no ser esto posible,
comenzad a prepararos
para que aprendáis a transmutar
la cualidad letal del alimento que se os ofrece,
para hacerlo entonces beneficioso para el que lo consume.

Antes debéis saber que tres circunstancias
hacen al alimento letal:

La primera el dolor:

Si es alimento tomado con dolor del ser que lo ofrece,
este dolor ha de quedar impreso en sus fibras
y se reflejará en la sangre del que lo consume,
produciendo crecimientos dolorosos en el cuerpo
y estos crecimientos dolorosos,
pueden llevar a la enfermedad y la muerte.

Para transmutar el dolor
del alimento que tenéis frente a vosotros,
tomaréis un trozo del mismo
en la palma de vuestra mano fuerte,
e invocaréis el consuelo
al igual que hacéis
para curar la tristeza de vuestros hermanos.

Luego envolveréis este trozo con vuestra mano,
agradeciendo su sacrificio
y brindando amor a la criatura
que así se sacrificó para alimentarte.

Luego de comer
llevaréis este trozo a la tierra y lo dejaréis sobre ella,
para el retorno de la esencia.

La enfermedad:

Para conjurar la enfermedad del alimento
que esté frente a vosotros,
apoyaréis las yemas de vuestra mano fuerte
en el recipiente que contiene el alimento,
inspiraréis una vez profundamente
e invocando la sanidad,
muy suavemente
depositaréis vuestro aliento sobre el alimento
y lo comeréis en profunda paz y armonía,
para evitar que cualquiera de sus males arraigue en vosotros.

La circunstancia:

Puede ser que el alimento
haya sido tomado en circunstancias no acordes o felices.

Esto deja impreso en el alimento
una profunda disminución de su poder de alimentar.

Para que la circunstancia no afecte su valor,
inspiraréis profundamente dos veces
y os diréis de viva voz
o en susurro según la situación sea presente:

Yo redimo este alimento
de las oscuras circunstancias que hasta mí le han traído,
lo hago bueno para mí,
los míos y todos aquellos que le consuman
y lo tomaréis entonces en profunda paz y armonía.

Debéis tener también gran cuidado
con la forma en la que pronuncias las palabras
una vez que estéis enseñando,
pues como ya os he explicado,
La Palabra Viva,
tiene el poder del decreto
y los hace poderosos,
pero esclavos de ellas.

Limitad el uso de La Palabra Viva
a la real necesidad
y no a otra cosa,
pues La Palabra Viva
da vida o muerte,
salud o enfermedad
y consuelo o desesperación
dependiendo de quien la utilice.

Debéis enseñar a vuestros discípulos
acerca de la responsabilidad que La Palabra Viva
da al hombre sobre el hombre
y por qué debe ser evitada en boca del inconsciente
o del que en su locura, desea hacer mal a su hermano.

Empezaréis enseñando a vuestros discípulos
que La Palabra Viva,
cuando aún no se tiene el poder
de mantener el despertar a voluntad,
debe emitirse únicamente
en compañía de sus hermanos, discípulos y de su maestro.

Y solo cuando el despertar
se mantiene conscientemente,
es decir,
cuando luego de inspirar profundamente un par de veces
el centro de poder de la frente se activa y se siente latir,
durante el tiempo que así se requiere.

Pero que una vez que se decide no usarlo más,
se toca con la mano fuerte y el deja de latir.

Así se puede mantener el estado de despertar
solo el tiempo que se requiera
o permanentemente si así se desea.

Has de saber que al tener la facultad del despertar,
la visión se hace dual
y se pueden ver cosas
que con los sentidos normales no se alcanzan a ver.

Entre estas cosas están los vapores o vestigios,
de aquellos seres que en alguna identidad,
impregnaron con su dolor, angustia o necesidad,
el ambiente en el que se debatieron en esa vida.

Estos vestigios se sienten primero en la piel,
como una sensación fría,
luego se miran de lado
y pocas veces frente a los ojos sutiles,
produciendo la desagradable sensación
de la ausencia absoluta de vida y luz.
Han de enseñar a vuestros discípulos
que tales vestigios no poseen vida
y que por lo tanto,
es absurdo el pretender enseñarles o guiarles.

Son el vestigio que queda de una identidad no coherente
y ello no nos debe hacer anclarnos a su incoherencia.

Cuando estos vestigios
están acompañados de manifestaciones físicas,
como golpes o movimiento de cosas,
colocaremos la palma de nuestra mano fuerte
frente a la manifestación
y respirando como ya os he enseñado,
decretareis de viva voz
el cese de esta actividad y el respeto a vuestra paz.

Y ordenareis a la antigua fuerza allí presente
que cese su manifestación,
dado que ya no tiene sentido,
pues la identidad que la poseía
mucho tiempo hace que se ha marchado.

Pero has de enseñar a tus discípulos
a no dar importancia a estos vestigios,
pues luego del cambio por venir,
todas estas antiguas energías
retornaran a sus fuentes.

Debes informarles que su ser necesita agua buena,
en gran cantidad,
para mantener sus dotes en plena función y sin cansancio.

Los quiere grandemente

Su madre.

Miriam

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