«Ve y dile a todos aquellos que halles en tu camino,
que no importa qué nombre den al Padre.
Siempre nombran al mismo Padre.»

Santiago, el menor,

cuenta de su hermano

En este mensaje habla Santiago, hermano menor de Emmanuel.

En aquellos días recibió mi hermano visita
de los padres de su esposa, que venían de Egipto
y de muchos otros lugares, pues eran mercaderes
de telas y especias y viajaban mucho.

De su conversación, supe que mi hermano había viajado
muchas veces con ellos y que a pesar de que jamás estuvo
en sus negociaciones, sí era reconocido en bastantes lugares
y por muy diferentes nombres.

Ellos se maravillaron por saber que en tantos
y tan diferentes sitios él era esperado y también
se maravillaron del don que poseía de hablar
todas las lenguas conocidas y quizás las no conocidas también.

Supe también que al escoger mi hermano esposa
entre las hijas del adinerado comerciante, éste se opuso,
pues consideraba a su futuro yerno como alguien
sin bienes de fortuna, que haría desdichada a su hija Maita,
acostumbrada a las mejores joyas y más suaves sedas.

Pero sucedió que una noche su esposa enfermó
al ser mordida por una víbora del desierto y estando
ella en trance de muerte llamó a su lado a mi hermano.

Se presentó éste rodeado de tal Luz
que hacia innecesaria las lámparas de la tienda.

La mujer al verlo le dijo que se hallaba en trance de muerte
y sólo quería abandonar el mundo
viendo aquellos ojos que contenían todo el perdón del Padre.

Trató ella de confesar los múltiples y muy dolorosos pecados
que guardaba en su pecho para marcharse en paz,
pero entonces él puso una mano sobre su frente
y le dijo:

¿Por qué lloras mujer?

¡Si es tu cuerpo sano como el de una muchacha
el día de sus esponsales!

Al instante la fiebre cedió y la mujer se incorporó.

Regocijada por su salud, cayó a los pies de mi hermano
y le rogó la considerara la más humilde de sus discípulas.

Él la levantó suavemente y le dijo:

¿Quieres ser mi discípula, quieres ser mi mensajera
y llevar mi voz donde quiera que llegues?

Ella le respondió que sí y entonces se le oyó decir
con una voz que retumbó en el desierto:

Ve y dile a todos aquellos que halles en tu camino,
que no importa qué nombre den al Padre,
siempre nombran al mismo Padre.

Y que no importa qué color,
qué lengua o qué vestimenta lleve el hombre,
la mujer, el niño o la niña que tropiece en su senda,
todos y cada uno de ellos han de ser llamados sus hermanos,
al igual que aquellos que han salido del vientre de tu madre,
pues todos el mismo Padre comparten,
al igual que la misma tierra y el mismo aire.

Y di que aquel
que se atreva a levantar juicio contra su hermano,
contra él mismo lo levanta.

Que aquel que golpea a su hermano,
a sí mismo se golpea.

Que aquel que condena a su hermano,
a sí mismo se condena.

Que si maldice la familia de su hermano,
es su familia la que recibe la maldición.

Y que si pregona a los vientos
la caída de su hermano,
su propia caída será aún mayor
y a los vientos pregonada.

Pero también dile que si perdona a su hermano,
a sí mismo se perdona
y si alivia el hambre de su hermano
es su hambre la que es aliviada,

pues es el único mandamiento del Padre aquel que dice:

«Amarás al prójimo como a ti mismo.»

Y llevarás este amor en la mano
para ser entregado a tu hermano
sin contar ni esperar recibir
nada más a cambio que este amor.

En verdad te digo que llegará un día de Luz
en que el velo de todos los Templos que separan al hombre
del Padre, se rasgará y dará salida a La Luz del mundo,
Luz que dio la primera vida y que llevará al hombre
al Mundo Nuevo de la Tierra Prometida.

Al día siguiente tomó mi hermano como esposa
a Maita —la egipcia hija de Baruj el mercader
y de su esposa Miriam— y partió con ella,
de regreso a la casa de su padre,
para vivir los últimos años de su tránsito en la tierra
como mensajero y cordero del Padre Único,
cuyo hijo y emanación era
y cuyo tránsito glorioso limpiaría de prejuicios
e inmundicia de separación
los años del hombre sobre ésta,
que dentro de algún tiempo
será llamada la Vieja Tierra.

Relación esta de los hechos de la vida
de mi hermano Emmanuel.

Y muchos hechos más relataré, pues esta palabra emanada
de mi hermano fue pasto de la llama en tiempos sangrientos
y de oscuridad, pero ahora que es tiempo del regreso
de ésta a la Tierra, ella será clamada como:

La Nueva Palabra del Tiempo Nuevo del Siglo Nuevo.

Y su reino no tendrá fin, pues será gritada en los cuatro
confines de la Tierra y acallará con su poder el rugido
del tubo de fuego y el fragor del fuego del cielo,
pues está escrito:

Que sólo el amor apagará el fuego y acallará el dolor,
es esta palabra fruto del Amor del Padre
y del amor de su hijo,
expresión única de La Luz del Padre
que plena de santidad el espíritu del hombre.
Mi nombre es Santiago Ben Joseph,
hermano menor carnal
del hombre llamado Emmanuel,
hijo de Joseph de la Provincia de Nazareth
y de Miriam, hija de Ana,
oriunda de la Provincia de orillas del Mar Muerto.

Cuando creí me lastimaron.

Cuando no creí me lastimé.

José Narosky

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