Las palabras vivas no generan muerte.

Las palabras vivas solo siembran la paz…

Allí donde las palabras muertas han generado la guerra.

¡ Sí, puedo seguir !

¿ Ese pequeño momento de duda ?

Querido Hermano:

Se ha dicho muchas veces que es el hombre
el chacal del hombre,
pero que puede el hombre ser mil veces más fiero
que el más fiero de los chacales,
“Consigo mismo”.

Es por esto,
que muchas veces hemos visto en el rostro del tirano,
nuestro propio rostro
y hemos bajado la mirada

“Para no ver lo que de nosotros no queremos ver”.

Es por eso que aun en los seres más cercanos a su luz interior, muchas veces,
observamos cómo se hunden
en la más absoluta de las cegueras,
para no ver a “la luz de su esencia interior”…
aquellos rasgos de su ser que saben que deben cambiar,
pero que al considerarlos como malos,
no admiten como suyos.

Pero, querido hermano…
lo que el ciego no ve de su camino,
solo le conduce al dolor de su caída.

Y es por eso que se apoya inseguro en un bastón.

Pero,
mientras aquel que vive en la oscuridad,
porque sus ojos nunca vieron la luz,
aprende a escuchar de su entorno los millares de sonidos
que le indican cuando sus pasos se acercan a un abismo
y su piel le dice sin duda alguna cuando es mediodía,
o cuando comienza el ocaso.

Y así marcha por la vida
apoyándose en su bastón de ciego…

Pero con sus otros sentidos
bien atentos a todo lo que le rodea.

El hombre
que cierra “su mirada interior“ a sí mismo,
se va alejando cada vez más
de la senda que debe transitar.

Poco a poco, día a día, se aleja más y más de sí mismo
y de “la misión personal” que debe llevar a cabo,
con sus sentidos cada vez más dormidos
y menos alerta a la enseñanzas
que se presenten para su evolución.

Es entonces cuando nos encontramos con tantos y tantos sabios que te dicen con toda su buena voluntad:

“Por tu bien, haz lo que yo digo…
Pero sus actos contrarían completamente sus palabras”.

Y a pesar de que sus palabras están cargadas de sabiduría
y enseñanzas para la evolución,
las mismas son dichas desde
un punto muy lejano a su luz interior…
y por eso no son palabras vivas,
no tienen ya la fuerza del despertar.

Es entonces,
que se puede dar la circunstancia,
de que una enseñanza realmente importante
para la evolución del discípulo,
llegue a la boca del maestro…
pero no alcance a llegar más allá
de los oídos del mismo.

Es decir, no llega a su corazón,
por eso el discípulo la entiende…
pero no la siente,
no la vuelve parte de sí.

“No la alberga en su hogar interior”
y entonces nunca será suya,
y valdrá lo mismo que la enseñanza no recibida.

Es por eso, HERMANO,
que los hombres que van a la guerra,
lo hacen porque algún sabio les dice desde su boca:

Es necesaria la guerra para la evolución de los hombres,
de los sitios, las ciudades y las circunstancias,
pero estas palabras nunca salen de su corazón,
pues nada hay más contrario al corazón,
que la guerra entre los hermanos.

Y entonces estas palabras muertas,
solo llegan al oído de los que levantan las espadas.

Y como son muertas, solo generan muerte.

Pero, si en algún momento,
el emplumado general se detiene
y lleva estas palabras a su hogar interior…
hallará que las mismas se transforman en palabras vivas
y las palabras vivas no generan muerte.

Las palabras vivas solo siembran la paz,
allí donde las palabras muertas han generado la guerra.

Debe el hombre entonces abrir sus ojos
aun en la más profunda de las tribulaciones
y llevar en esos momentos de luto, todas sus emociones,
aun su propia tristeza y desesperación,
a su hogar interior,
“y verlas a la luz del amor que es su esencia”.

Asi podrá transformar entonces,
el mensaje de muerte,
en mensaje de amor.

Solo así pondrá “luz en su camino”
y seguridad en su paso
dejando de ser nave perdida en el mar,
abatida por las palabras sabias
que no llevan vida en ellas.

Está escrito, HERMANO:

Que el hombre muchas veces deberá dar un paso hacia atrás,

Para poder desde allí mirar lo que ha hecho
y hacia dónde se dirige.

Nos han dicho muchas veces que no debe el hombre
retroceder ante las circunstancias…
“sino más bien enfrentarlas”,
aun cuando al hacerlo le lleve a perder la vida.

Y muchos han llamado a este sentimiento de suicida intemperancia…
¡Valor!

Pero cuán lejos están de la real llamada de la vida,
quienes se entregan a la muerte
en nombre de “una palabra vacía llamada valor”,
pues muchas veces se requiere más valor
para amparar a los hijos
y mantenerlos con vida en medio del fuego,
que para enfrentar la muerte
frente a las espadas de los conquistadores.

A veces, HERMANO, hace falta ese pequeño momento de debilidad, cuando ves tu misión frente a ti y te dices:
¡ No puedo seguir !…

Para que al enfocar tu vista desde un punto alejado de ti, puedas ver lo que has andado hasta ahora y así aliviado, puedas decirte:
¡ Sí, puedo seguir !…

Y retomas tus pasos apenas detenidos en tu senda.

Lo que no puedes hacer,
pues significa no-estimación,
no-respeto hacia ti mismo y tu misión…

es negarte “ese pequeño momento de duda”,

negarte la presencia de aquellas partes de ti
que aun no has confrontado,
cerrar los ojos a tu ser,
obligando tus pasos a detenerse,
aun cuando siempre encuentres
que es más doloroso el inseguro paso del ciego…
que el paso seguro de quien sufre.

Pero aun en pleno sufrimiento,
avanza seguro hacia su evolución…
entendiendo que el paso que avanza
es paso ganado en su senda,

“Aun cuando en ese momento no lo entienda
o no pueda ver donde le lleva”.

Siempre,
una vez que inicias tu camino,
estas más cerca de llegar
a esa meta hermosa que escogiste para ti.

Cuídese el caminante de cerrar sus ojos
y aferrarse a otro como bastón…
pues bien seguro no transita su senda,
sino es sombra en la senda del otro.

Y no es importante en la evolución,
– en el camino del ciego –
el bastón en que se apoya,
pues éste puede ser cambiado muchas…
muchas veces a lo largo de la senda.

Lo importante es que el caminante llegue a su destino
y si piensa que solo puede hacerlo aferrándose a un bastón
lo más seguro es que pierda el bastón…

¡ Y el camino !

Son tiempos de sendas tortuosas HERMANO,
pero estas sendas deben ser transitadas,
pues si bien es hermoso el camino
que de seguro hemos recorrido
tantas veces desde nuestro hogar a nuestra tienda…
también es cierto
que pocas cosas nuevas podremos hallar en él
si lo transitamos un hermoso día de primavera
con alegres pájaros cantando sobre nuestras cabezas
y bellas flores adornando la vera.

Los días de primavera
nos dejan las hermosas enseñanzas de la primavera,
pero los días de invierno
nos dejan las enseñanzas del invierno,
los días del verano
las enseñanzas del verano
y no podemos tratar de negarnos los oscuros tránsitos,
pues ellos nos hacen muchas veces
ver los oscuros rincones de nuestro ser…
que se ocultan a nuestros ojos en las horas de felicidad.

Es quizás en esos momentos oscuros…
cuando realmente podemos agradecer
los bellos días de primavera que hemos vivido.

Es el recuerdo de ellos los que nos ayudan a seguir
y a preparar nuestro corazón en pesadumbre…
Para la próxima primavera.

Nadie que ha visto el desolado desierto,
puede creer que albergue tanta vida en él.

Así pasan los días y solo vemos arena y desnudas peñas…
y decimos:

¡Cuán triste es el desierto… cuán solo y pelado está!

Pero una mañana cae la lluvia,
y en poco tiempo
vemos como nacen flores
entre las desnudas peñas de ayer.

Una verde alfombra cubre la arena,
y pájaros y flores dan vida
a lo que en su momento pensamos
que era tierra muerta y desolada.

Son tiempos difíciles HERMANO…
pero son solo el desierto bajo el sol.

Y así como en el desierto,
cuando cae en nuestra luz la bendita lluvia
y se llenan nuevamente nuestros días de alegrías y cantos,
nos cuesta pensar en las penas de ayer.

Pero si hemos transitado nuestros días oscuros
aprendiendo de ellos lo que nos deben enseñar…

Será mayor el regocijo de nuestra luz
cuando volvamos a vivir la primavera.

Emmanuel

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