“Es hora de llevar el amor como una antorcha

y el perdón como un escudo”.

 

 

 

 

Una misión de grupo…

 

que concluir

 

 

 

Mensaje dirigido por Emmanuel, a todo el grupo.

Queridos amigos:

 

Cuan difícil es aceptar

lo que hemos ido perdiendo a lo largo de nuestras vidas.

 

Hemos sufrido tanto, hemos abandonado tantos seres queridos,

nos hemos despedido tantas veces, hemos llorado tanto

y cuantas cosas terribles han debido enfrentar

desde que nos vimos con nuestros ojos mortales,

aquel último día.

 

Sé que vivieron todos y cada uno de ustedes, pruebas muy duras,

que enfrentaron al horror y al dolor.

 

Que en muchas oportunidades se preguntaron

si todo ese sufrimiento,

del cual yo era la causa en forma directa o no,

valía realmente la pena.

 

Sé que se sintieron abandonados,

sé que desearon venir conmigo,

sé que muchas veces sintieron el desaliento

y también sé,

que a veces sintieron que les había fallado,

porque un amigo no abandona a otro en su momento de dolor

y en eso tienen razón.

 

Aunque de alguna forma saben que nunca los dejé solos,

que siempre estuve allí.

 

Y que aunque suene cruel,

 

Todo ese sufrimiento fue necesario.

 

Para que hoy, al fin, después de tantas y tantas vueltas,

de tantos infortunados atajos, de tantas direcciones perdidas,

hoy finalmente hayan acudido sin vacilación,

cada uno siguiendo su propia senda,

cada uno viviendo su propia vida,

sintiendo plena y conscientemente esa parte de su ser,

que los hace tan especiales y tan amados a mis ojos.

 

Dejando latir esa parte, dejando respirar esa parte,

ese leve punto interior, a veces tan ligero como un suspiro

y otras tan pesado como una montaña sobre sus hombros.

 

Esa chispa, ese recodo de luz,

ese espacio a donde vamos

a veces por placer y otras por necesidad,

ese pequeño lugar interior,

donde desde aquel último día de dolor,

su ser y el mío se fundieron en uno solo.

 

Y desde entonces he estado allí,

palpitando en cada latido.

respirando con cada bocanada de su aire.

 

Nunca hemos podido separarnos hermanos, amigos,

porque he permanecido siempre en su esencia,

por ese dulce milagro que es la absoluta entrega del Amor Real.

 

Mi muerte total, absoluta, jamás se dio,

pues su amor mantuvo vivo en cada uno de ustedes…

lo mejor quizás de mi esencia.

 

Es por eso que hoy… aquí,

y en este mágico divino momento,

estamos de nuevo juntos, y estoy, ¡tan presente!…

porque estoy en todos y cada uno de ustedes.

 

¡Cómo me emociona ver que han acudido a mi llamado!

 

Que nuevamente estamos reunidos frente al fuego,

que han llegado de todas partes, de sitios tan distantes,

de realidades tan distantes,

con caras diferentes y ropajes diferentes.

 

Pero que al llegar aquí, al punto al que han sido convocados,

todos han dejado sus extraños avíos,

y han abandonado sus más preciadas posesiones,

para vestir nuevamente el pobre traje del pescador

y calzar las más burdas sandalias.

 

Para volver conmigo a pescar almas,

en el turbulento, y tormentoso mar

que se despliega ante nosotros.

 

¡Que bello que los hermanos puedan estar de nuevo juntos!

 

Que bello que a pesar de todas las pruebas y del dolor,

de todo lo acumulado y perdido, de lo aprendido y olvidado,

de todas las bienvenidas y todos los adioses,

a pesar de que ahora son tan finos de modales,

y tan elegantes al vestir o al hablar,

hoy aquí, mis bellas discípulas

vuelven a vestir el manto pobre de la esposa del carpintero,

de la madre del pescador…

y mis hermanos recogen las redes

y se descalzan para alcanzar la barca,

esa que ha estado esperando en la orilla de nuestro mar,

presta para terminar lo que quedó inconcluso.

 

¡ Que bello que estén aquí!

 

¡QUE BELLO QUE HAYA LLAMADO…

 

Y QUE VOSOTROS HAYÁIS ACUDIDO!

 

Y es hermoso este momento para que finalmente sientan,

que esta enseñanza que reciben, quizás en sueños,

quizás a través de una voz que flota en la brisa,

quizás de los labios de un extraño,

o del trozo de papel que por equivocación llega a sus manos…

 

¡Tiene una razón y un sentido!

 

La razón, es la que ya todos sabemos

en lo profundo de nuestros corazones:

 

Tenemos un trabajo por hacer,

 

Una Misión de Grupo que Concluir

 

y es por es que hoy hemos vuelto a la playa,

pues debemos hacerlo juntos.

 

Hermanos, por esta razón, deberán enfrentar la tormenta,

esa que ya oyen rugir en el silencio,

pero que han jugado a ignorar desde hace unos años,

pero todos saben que se acerca.

 

Los viejos temores se han renovado,

han retornado las pesadillas,

y los recuerdos que no deseaban enfrentar,

las culpas y el horror.

 

Hermanos, les digo en nombre del amor

que no hay nada que temer,

porque no existe nada que se llame pecado o culpa

que pueda separarnos,

porque no existe nada llamado dolor o miedo

que pueda dañarnos,

porque no existe nada que pueda separarnos del Amor del Padre.

 

Volveremos a la mar, volveremos a pescar almas,

almas dispersas y heridas,

para devolverlas amablemente a mares menos turbulentos.

 

Hermanos, amigos, sé que esto se ha demorado largamente,

sé que esta vez no me veréis a vuestro lado

sosteniendo el timón con toda mi fuerza,

pues esta vez estaré dentro de cada uno de vosotros.

 

Mi fuerza estará en cada uno de sus músculos

y sí me verán,

pero lo harán con su mirada interna

como pueden verme ahora justo aquí en medio de ustedes.

 

Si cerráis vuestros ojos y miráis al frente,

ahora me reconoceréis.

 

Porque sólo vosotros podréis reconocerme.

 

Porque únicamente podrá hacerlo,

aquel en cuyo corazón moro.

 

Es por esto, que deben llevarme a muchos,

a todos,

 para que una vez que more en todos esos corazones,

entonces mi presencia se haga manifiesta,

se desplace del alma del hombre aquello que le hiere

y le hunde en la desesperación.

 

Ustedes recibieron de mí, mi esencia,

y del Padre, La Luz.

 

“Y esa presencia y esa luz

han estado encerradas en ustedes hasta ahora”.

Mirad que ahora haréis portentos.

 

Pues esa esencia se hará patente

en cada uno de los actos de vuestras vidas.

 

Mirad que la sanación fluirá de vuestros dedos

y la sabiduría de vuestros corazones.

 

Se abre una puerta ante vosotros.

 

Y no debéis temer cruzar ese umbral,

pues para eso han sido llamados

desde los cuatro puntos del tiempo y del espacio.

 

Hoy los llamo con sus propios nombres,

hoy los convoco en nombre del amor,

para que nuevamente hagan uso

de sus múltiples dones para sanar las heridas

que el tiempo ha dejado en ustedes,

para que entonces puedan sanar esas heridas en los demás,

para que el perdón hacia sus propias caídas,

grandes y pequeños errores, se haga manifiesto,

para que puedan hacer llegar el perdón a los demás.

 

Pues aquellas culpas que vosotros perdonéis en mi nombre,

serán perdonadas para siempre.

 

Mis queridos hermanos,

ya deben haber visto con sus propios ojos,

tanta sangre inocente derramada sobre los caminos del mundo.

 

Ya han oído tantas palabras de odio,

tanto argumento de separación y eliminación,

tanta separación entre los hombres,

porque alguien les ha dicho que son diferentes entre ellos.

 

Tanto profeta gritando que solo su verdad es la cierta.

 

Y tanta gente siguiendo caminos separados.

 

Que sólo llevan a la sangre… que sólo llevan al dolor.

 

Es necesario Volver al Amor.

 

como lo intentamos… como lo logramos…

en aquellos días de mi pie sobre la tierra.

 

El hombre que se cree alejado del Amor del Padre,

ha herido la tierra, ha envenenado las aguas,

ha hecho malo el aire… y abusado de la vida más débil.

 

El hombre que se cree separado del Amor del Padre,

se ha creído con el poder de decidir

sobre las vidas de sus hermanos

y de aquellos seres que han sido puestos bajo su cuidado.

 

El hombre que se siente solo y separado,

grita insultos en el día, llora amargamente en sus noches

y cree que el oro puede comprar su paz,

y por eso puede herir por él,

sin ver que una montaña de oro

no cura un día de soledad y de tristeza.

 

Pobre víctima de su propio crimen,

ese hombre que hoy mata en nombre de la paz,

ese hombre que hoy ultraja en nombre del amor,

necesita de nuestro amor para sanar

y volver a ver la luz

que débilmente palpita dentro de su corazón.

 

Los he llamado porque en aquellos días

que hoy tristemente recuerdan como días de gozo y llanto,

recibieron del Padre

los dones necesarios para cumplir sus misiones particulares,

aquellas que debieron traerles

de vuelta a nuestro recodo en la playa.

 

 

Hoy humildemente les pido que dejen fluir esos dones,

para empezar a sanar la tierra,

para limpiar el cielo,

y devolver la paz a la esencia del hombre.

 

Ya no podemos seguir huyendo de nuestros propios dones,

de nuestros propios seres de nuestra propia esencia.

 

Es hora de cerrar los ojos

y admitir quienes somos y quienes fuimos.

 

Es hora de volver,

es hora de encender nuestras lámparas

antes de que llegue la noche y oigamos bramar la tormenta.

 

Es hora de prepararnos a abrir nuestras puertas,

cuando nuestro hermano caído toque y nos pida asilo.

 

Es hora de llevar el amor como una antorcha,

 

y el perdón como un escudo.

 

Debemos enseñar a los otros

que no existe nada como un pecado

que pueda alejar al hombre del Padre.

 

Que no existe nada como una culpa

que pueda separar a los hermanos.

 

Que no existe nada como un motivo para separar las ovejas,

pues todas ellas son sólo ovejas,

mis amadas ovejas, nuestras amadas ovejas.

 

Y ustedes deben aprender a ser,

 

primero pescadores de almas

 

y luego pastores de hermanos,

 

para guiarlos a través de la tormenta,

hacia el tiempo de paz que vendrá después

y que signará el comienzo del Hombre Nuevo,

del Hombre en Paz,

que construirá el nuevo Edén

y que saldrá de aquí a llevar el regalo de la vida

a los mundos que así lo esperan.

 

Vamos, no temáis, pues si levantáis una piedra, allí estoy,

si clamáis en la noche, acudiré,…

si en medio del temor me imploráis,

allí en vuestros corazones latiré con más fuerza,

para llenaros de mi amor, mi fe y mi esperanza

y para aquietar vuestros temores

con el dulce resplandor del Amor del Padre.

 

Seguid vuestra preparación sin temor

y cuando volvamos a abrazarnos ya en la paz y en la luz,

no habrá ninguna distancia posible entre nosotros.

 

Dejad que el mensajero lleve este a todos los hermanos

y luego sea cada uno de ustedes el mensajero…

que lo lleve a todos los confines de la tierra,

como lo hicieron antes…

 

Y como lo harán después.

 

Los ama tiernamente,

 

Emmanuel.

Una Misión de Grupo

Hay hombres sordos.

 

Pero no hay conciencias sordas.

 

José Narosky

4 comentarios en «UNA MISION DE GRUPO… QUE CONCLUIR.»

  1. Dios está dentro de nuestro corazón sólo el con su infinita bondad y amor nos muestra el camino. Que emoción gracias gracias por esta lectura y enseñanzas

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